Cap 125; Mensajes de Desaparecidos

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En el mercado del pueblo, estaba el patriarca de la familia Andley paseando con los gemelitos de su amiga mientras, también eran escoltados por una leona que siempre estuvo al lado de los pequeños peli-azul que hacían todo lo posible por tomar con sus pequeñas manos, la gigantesca mano del rubio.

Albert nunca tuvo problemas con los menores en todo el trayecto de su agradable paseo, mas bien, se quedo pendejo aal ver que los modales de los God eran mejores que los de el. Pero ya se esperaba algo como esto, T/N podrá ser una india del demonio pero siempre tuvo aquella elegancia que embobaba a cualquiera y pues, es lógico, que a su hijos les enseñara esos envidiables modales.

En estos momentos, pararon su caminata para sentarse a comer en un restaurante que el rubio eligio mientras algunas bolsas de compras, reposaban al lado de la felina que dormía a los pies de los peques. En serio, eran una ternura esos dos que era imposible no comprarles algunas cositas que les llamaba la atención y pues, a Albert le alegro que ellos no se negaran a ser mimados por el ya que cuando el quiere hacer lo mismo con su madre, siempre termina llorando como crio mientras su amiga solo remiraba los ojos.

Sonriéndole un poco a los enanos, dirigió discretamente su mirada hacia una mesa que estaba a unos cantos metros lejos de ellos y en ella, estaba sentado un hombre que lo ha estado siguiendo y al parecer, esta interesado en los adorables pequeños ya que no les ha quitado los ojos de encima.

- Vengo horita. - les informo a los niños, levantándose de su silla y darle una mirada a la leona quien gruño.

El rubio entro al local, dirigiéndose al tocador, notando que el personaje decidio seguirlo a el y no tomar accion con los pequeños.

Una pequeña sonrisa se le dibujo en los labios al ver este hecho.

Dentro del baño vacio, el rubio se escondio detras de la puerta para esperar a su presa quien en solo segundos, llego en busca de el. Lo tomo por el cuello, haciendo la maneobra del candado para ahorcarlo e inmovilizarlo mientras el contrario trataba de respirar.

- ¿Quien te envió? - cuestiono sin aun soltarlo.

- Los.. He-manos.. Monaquisss. - logro decir, provocando que el rubio juntara sus cejas en confusion.

¿Los hermanos Monarquiz? Se supone que después del lio que hubo con Eliza, ambos volaron del país con la cola entre las patas.

Aun algo confundido, noto un sobre saliéndose del bolsillo del mensajero. Tomo el sobre de color naranja con las letras "EM" en negro, era evidamente una carta que era dirigida a la cuarta princesa del reino.

Nuevamente, el rubio sonrio, soltando al personaje que ahora estaba inconciente en el suelo. - Gracias. - le agradecio, metiendo el sobre dentro de su traje Vinotinto.

Saco su cabeza por la puerta para segurarse de no habia nadie que haya escuchado lo anterior, viendo que la costa estaba clara, salio del baño mientras se pasaba una mano por sus cabellos de oro mientras se dirigía nuevamente a su mesa.

Al salir del local, una tremenda arrechera comenzo a hervirle la sangre cuando vio a Sara sentada en frente de los gemelos, mientras la leona solo esperaba ordenes para arrancarle la cabeza a esta castaña de cuarta.

- ¿Que carajos haces aqui? - cuestiono en un tono frio el joven, parándose de manera protectora detras de los gemelos.

- Solo pasaba. - respondio tranquila, sonriendo divertida al ver como los peli-azul le miraban feo. - Ademas.. - miro finalmente al rubio. - ¿Que crees que dira T/N, al enterarse de que dejaste a sus hijos solos? - movio un poco la cabeza, completamente con inocencia.

- A ti no te interesa un puto coño lo que T/N opine con respecto a sus hijos. - gruño bajo, la leona acompañándole.

Ante su hostilidad, la mayor suspiro. - A Beatrix le llego un paquete esta mañana. - informo, fingiendo algo de tristeza. - La hizo llorar de felicidad. - añadió, mirando al rubio de forma acusadora.

- ¿Oh? - sonrio el rubio, haciendo que la contraria fruñera el ceño. Sabia a lo que la castaña se referia. - A ti también te iba a llegar uno. - la mayor apreto la madibula. - Pero te lo entregaron gratis.

Sara se levanto bruscamente de la silla, lanzándole dagas con la mirada al sonriente Albert. - No tienes vergüenza. - dijo entre dientes. - Eres un..

- Pero mira quien habla de vergüenza. - la interrumpio, ya que sinceramente no quería escuchar sus insultos de quinta. - ¿No te da vergüenza, ir en contra de ma'am? La dueña del mundo. - le pregunto, haciéndole remolinos en la cabecita de Ebrahim.

Sara apreto su mandibula, sintiendo como la tension estaba apunto de subírsele ahsta las coronillas del alma.

Cometio un crimen; desobedecer a ese maldito demonio que ella crio como una hija y aunque a ella le podia importar cuatro pepinos si no le paraban pelotas, la ley- dice lo contrario ante ese tema.

Alzo su mento, mirando por ultima vez a los gemelos que aun le miraban feo. Bufeo, dandole la espalda a los tres para retirarse solo, que jamas se espero, ser bañada en jugo de naranja por parte de los pequeños quienes reian a carcajadas.

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora