Al otro día, Sara estaba por el pueblo para hacer sus compras navideñas ya que faltaban exactamente nueve días para esas grandes festividades. Ya estaba divorciada del señor Leagan, al igual que le hizo un funeral a su querida hija.
Estaba en una de las tiendas que ella visita constantemente, viendo unos vestidos mientras una de sus mucamas sostenía otros que le habían llamado la atención anteriormente, pero ahora, hay otra prenda le ha llamado la atención de una manera negativa.
Era una camisa que te podía revelar casi el sostén, algo vulgar en su punto de vista. Ósea, en esta época, las únicas mujeres que muestran su piel son consideradas prostitutas y aunque saben que cierta princesa se viste como un hombre —lo cual, también es vulgar en una mujer —ver prendas así en las tiendas, ya es algo del otro mundo.
- Disculpa. - llamo a una de las chicas que trabaja allí. - ¿Qué es esto? - apuntó al pedazo de tela, con algo de disgusto.
- Esta es la nueva moda que las jovencitas y damas que quieren probar un nuevo look. - explicó con una sonrisa. - ¿Desea completarla?
Negó con la cabeza. - Es muy vulgar para mi gusto. - suspiro. - ¿Y porque han empezado a llegar este tipo de ropa?
- Por los mercaderes Escoceses. - informó amablemente. - Si quiere, le puedo mostrar prendas de su gusto ¿señora...? - ofreció, defendiéndose casi al final para que la castaña se presentará.
Sara lo pensó unos segundos. - Sara Andley. - dijo, usando su apellido paterno al igual que se confundió al ver que las pupilas de la joven se deshidrataron.
- Por favor, salga de esta tienda y no vuelva más. - le dijo con algo de apuro, empujandola a ella y su mucama a la puerta.
- Pero.. - la castaña iba a protestar pero ya se encontraban fuera de la tienda por lo que se sobresalto un poco,cuando la puerta fue literalmente azotada en su cara. - Que modales. - se quejó entre dientes.
Una risa leve se escuchó a sus espaldas y al ver en aquella dirección, se encontró con el patriarca de las familia Andley, el rubio vistiendo ropa que le incomodaron de inmediato a la mayor.
Albert vestía unos jeans negros desgastados, zapatos deportivos de color azul marino y de marca Puma y una camisa blanca de botones que estaba casi fuera de su pantalón, al igual que traía puesta unos elegantes lentes de sol. Toda su vestimenta dándole un look, de chico malo.
- ¿Qué demonios éstas usando? - cuestionó, mirándolo de arriba abajo.
- ¿Esto? - se medio jalo la camisa. - Es la moda. - contestó, acercándose un poco hacia la mayor. - Y al parecer.. - se quitó sus lentes de sol, mostrando sus ojos zafiros que tenían aquel brillo de picardía. - Te echaron de la tienda al no saber de eso. - le sonrió.
Los ojos marrones de la mayor dieron un leve saltó ante ese comentario. - ¿Fuiste tú? - acusó con sus cejas juntadas.
- Obvio. - se encogió de hombros despreocupado. - También cancele tus cuentas bancarias.
- ¡¿Qué?! - la mayor exclamó, ganándose miradas feas de los individualidades que andaban por allí. - ¡¿Porque?!
- Porque puedo... - empezó a limpiar sus lentes, con cuidado de no rayarlos - Y porque quiero. - sonrió al ver que sus lentes estaban relucientes, para luego retorcer su rostro en disgusto cuando vio la cara roja de Sara por la cólera. - No me veas así. - gruño ya harto. - Tú quieres y hacerle daños a T/N, yo no dudare en devolverte el favor. - añadió con el ceño fruñido, sus ojos azules tomando algo de oscuridad que hizo que la mayor retrocediera. - Y jamás se te vuelva a ocurrir usar el apellido 'Andley' en tu fregada vida. - ordenó, acercándose a ella peligrosamente. - ¿Entendiste? - cuestionó al tener su rostro centímetros de distancia al de ella en forma amenazante.
La mayor se limitó a solo asentir ya que por el respeto que le tenía a este joven por ser el patriarca, y porque también le tiene algo de miedo, debe obedecer sin alguna queja y sin atreverse a hacerle algo de frente o por la espalda.
Al ver lo obediente que estaba Sara, Albert sonrió complacido para así, colocar nuevamente los lentes sobre sus ojos, e irse lejos de allí con toda la elegancia del mundo y dejar a la castaña con una tremenda arrechera.
Aunque Sara no era la única que se preparaba para las festividades de fin de año, el castillo también brillaba gracias a las hermosas decoraciones que los sirvientes colgaban y la alegría que éstos emitían al por fin, volver a festejar la navidad sin alguna pulga molestando por doquier.
Aquél majestuoso y agradable ambiente, era cuidado por los sirvientes gracias a que desde que salió el sol, cierto pequeñines han estado de malhumor quienes veían a su alrededor desde una esquina mientras tenían sus brazitos cruzados. No los malinterpreten, los sirvientes aman a esos pequeños demonios pero sinceramente, verlos en este estado les recuerda al mal genio de su rebelde princesa quién, también, no ha estado bien desde la noche anterior.
- ¿Qué tienen esos dos? - pregunto la señora Pony a Candy después de reír levemente.
- Para serle franca señora Pony. - suspiro mientras se bajaba de las escaleras que utilizó para decorar las alturas, ahora viendo a la mayor. - ¡No lo sé! - medió grito, haciendo un punchero en el proceso. - Han estado así desde anoche, y empeoraron cuando T/N les impidió ir con ella a la entrevista..¡nisiquiera me han dado los “Buenos días”! - volvió a quejarse como niña pequeña.
Eso ya era raro, que ambos estén de malhumor desde anoche es algo raro. Debió de pasar algo con su madre para que ambos estén así.
La señora Pony negó un poco la cabeza, tomando una bandeja de galletas de jengibre y chocolate y dirigirse hacia los pequeños malhumorados. - ¿Galletas? - les ofreció con una pequeña sonrisa.
Los menores observaron!as galletas por unos segundos, era evidente que ambos querían tomar las galletas, pero su orgullo no les dejaba. - No. - se negaron entre dientes, mirando a otro lado para no caer en la trampa de la anciana.
- ¿Y eso porque? - cuestionó inocentemente, ladeando un poco su cabeza.
Ebrahim bufeo, ya algo molesto de tanta rabia que sentía. - El Grandchester, hizo enojar a mi 'amá. - confesó.
Aquella frase, detuvo las acciones de todos en el lugar, literalmente congelandolos en el sitio. ¿Quién demonios se creía él, para hacer enojar a esa enana y salirse con la suya como si nada?
- ¿A qué te refieres, pequeño? - urgió la mayor, dándole la bandeja con las meriendas a una sirvienta.
- Ambos discutían. - informó Ricky. - Hablaban de una tal Maritza. - miro al cuello de su tía. - Y de los chupones. - concluyó, parandose de puntitas para poder señalar los chupones visibles de Candy.
- ¿Maritza? - repitió la rubia, ganándose un movimiento de cabeza de los menores.
La señora Pony suspiro, haciéndole seña a dos mucamas. - Preparenlos para el almuerzo. - ordenó, sólo ganándose la obediencia de las jóvenes y las miradas curiosas de los gemelos.
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La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)
FanfictionBasado en el anime "Candy Candy" y la novela/serie llamada "El Sultan". Está historia la escribí en cuadernos y lapicero, los errores autógraficos me los corrigió mi hna quien fue la primera en leer esta historia, si ustedes logran identificar algún...