Cap 56; Un Terremoto

3 0 0
                                    

Los días pasaron y el mayor no sabía nada de sus amigos o de su novia rebelde y eso, le frustraba, como si se hubieran olvidado de él. Aunque al parecer, Diosito lo quiere mucho que escuchó sus plegarias ya que después de almorzar con su madre y comenzar a dirigirse para ir a trabajar, vio a quién esperaba.

La jóven estaba sentada en una de las ventanas viendo hacia el exterior mientras sostenía una taza de café en sus manitas, su largo pelo estaba amarrado en un moño algo desordenado, el cuello de su camisa blanca estaba levantando-como siempre-mientras que los tres botones primeros estaban desabrochados dejando su pechito duro.

Se veía relajada pero tensa lo que provocó que el peli-negro se le acercará con cautela, comprobando que su teoría era cierta ya que la rebelde apretaba su mandíbula cosa que nunca, es buena señal.

- ¿Dolor de cabeza? - pregunto en un susurró al llegar hacia ella, haciendo que la menor sonriera levemente mientras asentía por lo que el mayor le soltó el pelo para abrazarla, depositando su cabeza en el hombro de la princesa. - ¿No crees que es muy tarde para estar tomando cafe? - le pregunto, sintiendo como su cuerpecito empezaba a vibrar, indicando que se estaba riendo.

- La cafeína, es buena para el estrés. - respondio, tomando un sorbo de su café amargo.

Terry fruño el ceño. - ¿Y a qué se debe esté estrés? - pregunto extrañado.

- Es viejo entró en una depresión desde que sacamos a Eliza, así que nosotros nos encargamos de todo. - explico, el contrario asintiendo en entendimiento. - Por cierto, ¿has visto a Stear y Patty? - volteó un poco su cabeza para verlo.

- No, pero me imagino que deben de estar planeando los preparativos para la boda. - respondio, abrazandola un poco más fuerte. - Deberíamos de celebrar. - sugirió, ganandose un asentimiento de cabeza proveniente de la rebelde.

- ¿Que te parece esta noche? - tomó una de las gran manos del mayor. - Así cenarías con nosotros. Y traes a tu madre. - concluyó, entrelazando los dedos de ambos.

- Me encanta. - susurró, alejándose de la princesa haciendo que ella se volteara q verlo. - Pero desgraciadamente, tengo que ir a trabajar. - le dió una sonrisa triste.

La menor suspiro decepcionada, ella también tenía cosas que atender así que no tiene derecho a irritarse. - ¿Está noche? - pregunto viendolo a los ojos.

- Obvio. - se inclinó hacia la rebelde, regalandole una sonrisa. - Con tal que no desaparezcas. - murmuró, haciendo a la menor reír mientras él le plantaba un pequeño beso en la nariz.

La menor veía al peli-negro desaparecer de su vista. Tomo el resto de su café y se levantó en rumbo a su estudio dónde esta todo el maldito papeleo que tenía que revisar, solo con recordar eso le daba un dolor de cabeza así que primero dejo su taza en la cocina para continuar con su camino.

O su querido padre era un pinche flojo o se distraía demasiado con la maniaca de Eliza porque jamás en su jodida vida, había visto tantos papeles sobre el escritorio de una sola persona. Muchos de aquellos papeles, eran pedidos y quejas que los habitantes del reino tenían y nunca fueron atendidas desde el año que nació su ¡bisabuelo!

- Con razón la gente hace de las suyas. - bufeo mientras sacudía su cabeza, su padre no era un mal gobernante solo era un tanto desorganizado y distraigo y es por eso, que ella decidió encargarse del reino en estos momentos por si lo hacía él en su patético estado, todos se irían al fondo del océano Antártico.

- Su majestad. - escucho que alguien le llamo a sus espaldas y al ver quién era, tuvo que controlar los músculos de su cara para no hacer una mueca de molestia.

- ¿Deseás algo? - pregunto desinteresada.

- Quería saber si estaba bien, su majestad. - explico, refiriéndose al evento de hace unos días. - También quería disculparme por haberla ayudado. - agrego con algo de pena.

La princesa suspiro, negando con su cabeza. - No era necesario que te entrometieras en esos asuntos. - le dijo, su mirada afilandose sin querer. - De todas maneras, hubieras terminado herida o peor, quien sabe. - se lambio el labio inferior, sus ojos sin moverse de la figura de la peli-rosa.

La mayor asintió, sin percatarse de la mirada de la princesa. - He hablado con Terry. - comento, provocando que el ojo derecho de la rebelde saltara. - Y he estado pensando en confesarme. - sonrió.

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora