Cap 107; Temblores y Chico Nuevo

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Hablando del joven Grandchester, este estaba en su hora del trabajo mientras tenían deseos de matar a alguien, o matarse así mismo. Odiaba esto, odiaba estar en este maldito estado que esta apuntó de parar a loco. Se ha fumado ya como tres cajas de cigarro desde la mañana y aún las manos le tiemblan como loco; quiere verla, quiere tenerla a su lado, quiere decirle ¡qué todo va a estar bien!

Soltó un suspiro tembloroso. Estaba en un estado que hasta él mismo se desconoce, esta más gruñón de lo normal, su tembladera y cólera hacen que se distraiga muy constante, provocando que los trabajadores se preocuparan por él. Tenían ganas de acercarsele y preguntarle que rayos le ocurre, pero ni locos se atreverían a ir mientras él esta en este estado tan demente, así que tuvieron que llamar a la experta sin que el azabache se diera cuenta.

- Ni te atrevas. - una voz me comando al joven fríamente cuando este estaba apuntó de encender otro cigarro.

- Mamá. - murmuró, tirando el cigarro al ver que la mayor marchaba hacia él de mal genio. - ¿Qué haces aquí? - pregunto confundido.

La mayor no le respondió, sólo llegó hasta él y le dio una bofetada muy fuerte. - ¿Qué fue lo que te había dicho, jovencito? - cuestionó, viendo como el menor decidía admirar el suelo. - ¿No te lo advertí? - volvió a preguntar, ganándose sólo el silencio del joven. Inhalo profundo para calmarse, ignorando las miradas chismosas de los trabajadores. - Te diré algo.. - comenzó, consiguiendo que su hijo le viera a la cara. - Irás a pagarle una visita a tu padre.

- Mamá, yo.. - trato de protestar.

- No me vengas con nada, Terrence. - lo interrumpió, mirándolo a los ojos. - Te ganaste esto. - le recordó. - Ahora toma responsabilidad por tus pendejadas. - bufeo, dándole la espalda a su hijo mientras miraba feo a los chicos quienes se pusieron a trabajar nuevamente.

El joven se masajeo un poco su mejilla rosada, aveces se le olvida que su madre es una fiera testaruda.

Necesita, obvio, pero por favor pedirle ayuda a un imbécil que le mintió por toda su jodida vida. Aunque en este caso, su relación con su enana rebelde estaba en juego por lo que —aunque le duela tanto a su orgullo —debe o tiene, que dejar su maldito orgullo a un lado para poder lograr encontrar una solución a su problema.

- ¿Algo más su majestad? - pregunto el periodista con una gran sonrisa en sus labios.

El mayor asintió. - Bueno, el pueblo se preguntará el porque los cambios, así que..

El rey comenzó hablar desde su silla, mientras a su lado estaba su cuarto hija y Lucifer al otro lado de la menor. Los tres estaban en una oficina de noticias para darles información acerca de los cambios que estaban realizando, sinceramente, ellos debieron de ser acompañados por la pareja Álvarez pero por la insistencia del rey, ambos no fueron. Les había asegurado de que manejarian las cosas, pero era evidente, que sin la contribución de la mente maestra —T/N—, no saben que hacer en verdad.

Si cerebro no lograba concentrarse en nada que ocurría a su a!rededor, gracias a que la noche de la discusión de su novio, se repetía varias veces en su cabeza, haciendo que apretara la mandíbula más fuerte a cada maldito segundo. Todo esto le daba un dolor de cabeza lo que provocaba, que una aura amenazante se le saliera sola.

- ...todo esto, gracias a mi hija. - colocó de repente su gran mano sobre la cabeza de la menor, haciendo que está saliera de su tren de pensamientos y se sobresaltara ante el repentino contacto, haciéndole gruñir un poco.

El periodista se detuvo al oir la ultima frase del rey. Ósea que él tenía razón, sabía que sólo una mujer entraría a cualquier local vestida de hombre, seguida de felinos salvajes y por un albino sanguinario pero esto..esto si que no se lo esperaba, ¡ni en sus pesadillas! - ¿Su.. hija?

- ¿Hay algún problema? - la voz del albino lo asusto, ganando su atención y viera lo disgustado que Lucifer estaba cuando el contrario miraba a su jefa tan intensamente.

- No. - negó rápido. - Lo siento. - murmuró, volviendo a su trabajo mientras temblaba un poco.

Después de hacer unas cuantas preguntas, los tres decidieron por fin salir de esa oficina para así lograr respirar aire fresco, para luego ir en busca de los Álvarez. Una carreta ya les esperaba y mientras la princesa caminaba algo distraída hacia ella, tropezó con alguien y se golpio su nariz.

Le dolió pero no tanto como le duele la cabeza, también se había molestado un poco aunque fue ella quien no andaba mirando a dónde iba. Con un gruñido, alzó su mirada para ver con quien choco pero nunca se espero lo que sus ojos le jugaron.

Era un hombre alto de cabello negro con mechones castaños, ojos marrones que veían con preocupación a la princesa, su piel era blanca como la nieve. - No, no es él. - se dijo asimisma. - No es.. Terry.

- ¿Estás bien? - el mayor le pregunto, claramente preocupado.

- ...mm. - asintió, observandolo de arriba abajo —notando que este chico, es alguien importante. - No veía por donde iba. - dijo, moviendo su nariz como un conejo haciendo sonreír levemente al extraño. - Mis disculpas.

- Oh no, fue mi culpa. - corrigió el mayor, su sonrisa se amplió para extrañamente contagiarsela a la menor.

- T/N. - llamó el rey, Lucifer estando detrás de él mientras le tiraba dagas al extraño.

La rebelde miro al rey, luego al joven que tenía en frente para luego caminar hacia el carruaje y entrar en este sin percatarse, que la ojos marrones del contrario le seguían mientras que Lucifer sonaba su lengua. El albino también entró en el carruaje después que el rey lo hiciera, aguantando las ganas de volver a salir para borrarle la patética sonrisa que tenía aquel niño rico.

| A ver, a ver
alguien tiene teorías de quién es este chico guapo?
O mejor aún - algo que los puede ayuda -
Porque demonios este chico se parece a Terry?
Espero se diviertan y que les haya gustado este capítulo
Bye! |

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora