CAP 6 No voy a ir

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MADELINE

—No me voy—, dije mientras empezaba a alejarme de mi padre.
Ya no tenía motivos para quedarme allí. El cuerpo de mi madre ya no estaba. No iba a ir con mi padre y ya no quería hablar con él.
No tenía ninguna razón para quedarme más tiempo en el lugar del entierro. Iba a irme a casa, a tumbarme en la cama de mi madre y a llorar a moco tendido.
Definitivamente no iba a ir con mi padre a ninguna parte. De ninguna manera iba a dejar mi mochila. De ninguna manera iba a ir a ningún lado con ese hombre.
—¡Madeline!— me llamó.
No respondí. Ni siquiera me di vuelta.
El hombre me dejó. Dejó a mi madre. No lo necesitaba ni a él ni a su dinero por lástima.
— ¡Madeline!—, volvió a llamarme, pero esta vez le oí seguirme.
Empecé a caminar más rápido.
- ¡Madeline, detente!— gritó mi padre.
Le ignoré.
Mi corazón latía a mil por hora. No me iba. No iba a dejar mi mochila. No me iba de mi casa. Las cosas de mi madre estaban allí.
No iba a dejar el lugar que me recordaba a mi mamá. Su olor todavía estaba allí. No podía irme. No quería irme.
Sentí que las lágrimas caían por mis mejillas.
Alguien me agarró del brazo y me detuvo.
Sentí que la ira aumentaba.
—Maddie, por favor—, dijo mi padre.
Intenté zafarme del brazo, pero él lo agarró con más fuerza.
—Sé que la he fastidiado, Maddie—, suspiró mientras me daba la vuelta. —Por favor, déjame arreglarlo.
Entrecerré los ojos.
—No necesito que lo arregles—, dije. —No necesito tu ayuda.
Mi madre y yo estábamos bien solas. Voy a estar bien por mi cuenta.
—Sí necesitas su ayuda, Maddie—, suspiró Alfa Jackson. —No tienes dinero. Vas a perder tu casa. Necesitas la ayuda de tu padre.
Un dolor agudo me recorrió el pecho. Sentí lágrimas en las comisuras de los ojos, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de rabia. Siempre lloraba cuando estaba enfadada y lo odiaba.
—Puedo trabajar más—, dije, con la voz ronca. —Puedo hacer más turnos. Puedes darme trabajo en el almacén. Puedo...
—Maddie—, me interrumpió Alfa Jackson.
Suspiró y apartó la mano de mi padre. Tiró de mí en un abrazo y las lágrimas finalmente cayeron por mis mejillas.
—Tienes que ir con tu padre, Maddie—, dijo suavemente Alfa Jackson.
—¿Por qué?— pregunté, intentando que no se me quebrara la voz. —No le necesito. No quiero ir con él. Puedo quedarme aquí.
Puedo quedarme en el almacén. Puedo trabajar todo lo que necesites.
Alfa Jackson suspiró mientras me soltaba. Puso sus manos sobre mis hombros y se inclinó.
—Conoces las reglas de la manada, Maddie—, dijo. —No puedes vivir en la manada hasta que consigas tu lobo.
Apreté la mandíbula.
—¿No puedes hacer una excepción?—. pregunté. -Tengo diecisiete años. Cumpliré 18 en nueve meses.
Alpha Jackson respiró hondo y lo soltó lentamente.
—No puedo hacer eso, Maddie—, dijo, rompiéndome el corazón de nuevo. —No eres la primera loba que pierde a un padre. Normalmente, los lobos menores de edad se van a vivir con sus parientes. Tu padre es el único pariente vivo que tienes.
Intenté tragar el nudo que tenía en la garganta.
— ¿Así que me estás exiliando?— pregunté en voz baja.
—¡Dios, Maddie, no!— exclamó el alfa Jackson. —En cuanto cumplas dieciocho años y consigas tu lobo podrás volver y vivir en la casa de paquetes.
Bajé la mirada y respiré hondo.
—Lo siento mucho, Maddie—, suspiró el Alfa Jackson. -Tu madre quería que te fueras a vivir con tu padre.
Miré a mi padre y a su nueva compañera.
—Mi madre le perdonó por lo que hizo—, dije. —Yo nunca lo haré.
Mi padre cerró los ojos y respiró hondo.
—No tienes que perdonarme, Madeline—, dijo mientras abría los ojos y me miraba. —Sólo tienes que dejar que cuide de ti.
Quería salir corriendo. Quería desaparecer. Quería encontrar otra manada y empezar de nuevo.
Pero sabía lo que pasaría en cuanto dejara mi manada. Todavía no tenía mi lobo y estaba indefensa. Los pícaros me comerían viva, y si no lo hacían y de alguna manera conseguía llegar a otra manada, enviarían el mensaje de que había una loba de 17 años huyendo. Acabaría de vuelta aquí o con mi padre.
No podía huir y empezar mi vida en otra manada hasta que cumpliera 18.
—No cuidarás de mí—, dije fríamente. —Encontraré un trabajo en tu manada. Me alimentaré. Cuidaré de mí misma. Sólo iré contigo porque sé lo que me pasaría si no lo hiciera. En cuanto cumpla dieciocho años, estaré fuera de tu manada y de tu vida.
Los ojos de mi padre se abrieron de par en par.
—Nos parece bien—, dijo su compañera elegida.
No me había dado cuenta de que estaba junto a mi padre.
Claro que les parecía bien. Mi padre nunca me, quiso. Si mi madre no le hubiera llamado, ni siquiera sabría que estaba enferma y muriéndose.
—Madeline...— mi padre habló, pero yo lo interrumpí.
—Ya dije todo lo que quería decir—, dije, apretando los puños.
- ¿Cuándo nos vamos?
Mi padre miró a Alfa Jackson.
—Mañana por la mañana—, dijo Alfa Jackson. —Tu padre y su compañera se quedarán en el establo.
Asentí y me di la vuelta. Corrí hacia mi casa.
No podía creer que tuviera que abandonar mi hogar. No podía creer que no podría quedarme aquí. No quería irme. Realmente no
quería irme.
Pero tenía que hacerlo.
Sería sólo por nueve meses. Nueve meses y sería libre. Nueve meses y nunca tendría que volver a ver a mi padre.

Mi hermanastro es mi mate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora