Cap 47 Rechazar a mi pareja

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Punto de vista de Madeline

—Tienes que cambiar, mi amor—, dijo suavemente el alfa Dimitri.
Tenemos todo el tiempo del mundo para abrazarnos.
Sonrió y dio un pequeño paso atrás.
No podía concentrarme en mi lobo. No podía concentrarme en otra cosa que no fuera él.
Estaba en estado de shock. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. El dolor me paralizó por completo. Tomé mi decisión, pero estaba demasiado débil y asustada para decírselo.
No podía ser su pareja.
Era mi hermanastro. Su madre y mi padre eran compañeros. Su madre me maltrató verbal y a veces físicamente durante meses. La mujer que casi se convirtió en su pareja la ayudó. Todo y todos estaban en nuestra contra.

No quería quedarme en esta manada desde el momento en que llegué. No quería quedarme con el hombre que me abandonó a mí y a mi madre. No quería estar cerca de la mujer que me odió desde la primera vez que me vio.
Ya amaba a mi compañero y lo amaría hasta mi último aliento, pero no podía quedarme. No podía.
Skye se agitaba y gritaba dentro de mí. Me dolía demasiado como para oír lo que me decía.
Mi corazón se rompía dentro de mi pecho, pero tenía que hacerlo.
Tenía que rechazarle. No podía quedarme en su manada y no podía ser su compañera. No era digna de ser su compañera.
Quería irme. Necesitaba irme.
Así que respiré hondo y me preparé para decir las palabras que sabía que romperían su corazón y el mío. Sabía que dolería y sabía que me arrepentiría el resto de mi vida, pero tenía que hacerlo. No tenía otra opción.
Le miré a los ojos y sólo vi amor puro. Quería sollozar y arrancarme el corazón. Mi lobo me gritaba, intentando evitar que dijera las palabras que nos liberarían a los dos.
Pero tomé una decisión. Era mejor para los dos si me iba.
—Yo, Madeline Clark, rechazo...—, empecé a hablar, pero Alfa Dimitri me detuvo poniéndome la mano sobre la boca.
Me acercó más a él y gruñó.
—¿Qué demonios estás haciendo?—, gritó. —No voy a dejar que hagas esto, Maddie. Te he esperado durante meses y no voy a perderte—.
Sus ojos contenían mucho dolor y su voz estaba llena de pánico.
—Eres mía, Maddie—, dijo mientras se inclinaba y me daba un beso en la frente. —Eres mía y no voy a dejarte marchar-.
El corazón se me aceleró dentro del pecho. Sentía como si tuviera mil cuchillos clavados en el corazón. Alpha Dimitri temblaba, de sus labios escapaban fuertes gruñidos y su agarre hacia mí se hacía aún más fuerte.
—¿Por qué, Maddie, por qué?—, gritó y yo casi chillé de dolor.
Me apretó más contra él y apoyó la frente en la mía.
—No puedo quedarme aquí—, me obligué a murmurar.
Ni siquiera reconocía mi propia voz. Estaba llena de dolor y tristeza.
Alfa Dimitri levantó la cabeza y enarcó las cejas.

—Sí, puedes—, dijo, clavando las yemas de sus dedos en mi cadera. —Esta es tu manada, Madeline. Eres la Luna de esta manada. Eres la Reina de nuestro reino. Puedes quedarte. Tienes que quedarte—
Sacudí la cabeza y cerré los ojos. Agaché la cabeza e intenté respirar hondo. Pero era imposible. El dolor me atenazaba por dentro y no podía hacer nada.
—No soy digna—, murmuré. -Sólo soy un lobo. No soy un licántropo. No estoy hecha para ser Luna. No estoy hecha para ser una Reina—.
El Alfa Dimitri colocó su dedo bajo mi barbilla e intentó levantarme la cabeza. No se lo permití.
—No puedo quedarme con mi padre—, continué, mi voz ahora mezclada con pánico. —Nunca me quiso y no me quiere ahora. Dije que me iría en cuanto tuviera mi lobo y tuve que irme. No puedo quedarme aquí. No puedo ser tu compañera. Te mereces...
Se me quebró la voz. Recordé el día en que Janet me dijo que nadie me quería aquí, ni siquiera mi propio padre. La creí. No pertenecía a este lugar.
Alpha Dimitri me levantó la cabeza usando un poco más de fuerza esta vez. Vi una mezcla de dolor y rabia en sus ojos.
—No se trata de tu padre, Madeline—, dijo con severidad. —Se trata de ti y de mí. Estás hecha para mí. Estás hecha para ser Luna.
Estás hecha para ser reina—.
Tragué saliva. Skye seguía hablándome, pero no podía concentrarme en ella por mucho que lo intentara.
—Las cosas cambiaron, Maddie—, continuó Dimitri Alfa. —Nada es como era cuando llegaste aquí. Encontraste a tu pareja. Me encontraste a mí y no dejaré que me dejes—.
El alfa Dimitri me miró el cuello y tocó mi punto de marca con el pulgar. Mi cuerpo estalló y tuve que contener un gemido. Su respiración se aceleró y me agarró con más fuerza. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos y estaba segura de que el corazón se me iba a salir del pecho.
No podía evitar pensar en sus fuertes brazos que me rodeaban por completo. No pude evitar pensar en su pecho ancho que se apretaba firmemente contra el mío.
—Alpha, no puedo..., empecé a hablar, pero él me interrumpió.
—No voy a aceptar tu rechazo, Madeline—, gruñó. -Eres mi compañera. Eres el mayor regalo que la Diosa me ha dado. No voy a dejarte marchar—.
Mi corazón martilleaba contra mi caja torácica.
Su olor inundó mis sentidos. Se inclinó hacia mí y me rozó la mandíbula con la nariz. Mi piel ardía. Cada parte de mi cuerpo deseaba ser tocada por él.
—No puedo dejarte marchar, mi amor—, murmuró. —Te he esperado toda mi vida.
Sus labios rozaron el punto marcado de mi cuello y casi estallo en llamas.
Convencerlo de que aceptara mi rechazo sería lo más difícil que tendría que hacer.

Mi hermanastro es mi mate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora