DIMITRI
Sonreía como un idiota desde que desperté junto a mi compañera. Tenía una sonrisa en la cara que nada podía borrar.
Estaba jodidamente feliz.
Me quedé dormido en su habitación por accidente. Estábamos hablando de la leyenda y ella se quedó dormida mientras yo hablaba de los detalles de la guerra. Su cabeza cayó sobre mi hombro y casi me derrito en un charco inútil. Me prometí que me quedaría sólo unos minutos. Pasé los dedos por su sedoso pelo y le di un suave beso en la frente. El sabor de su piel me hizo ver las estrellas. Respiré profundamente su maravilloso aroma y, sin darme cuenta, me quedé dormido a su lado. En un momento de la noche, la envolví en mis brazos.
Fue un accidente, pero me alegré mucho de que ocurriera. Me tranquilizó el alma y sabía que me ayudaría a sobrellevar el hecho de que tendría que esperarla durante nueve putos meses. Tal vez habría más accidentes felices como aquel. Tenía tantas historias que contarle. Tal vez volvería a dormirse en mis brazos y yo podría calmar la furiosa tormenta de mi alma.
Skol nunca había estado tan feliz y tranquilo. Parecía como si estuviera drogado. No paraba de murmurar sobre su olor y la sensación de su piel contra nosotros. Me preguntaba cómo actuaría una vez que la hubiéramos marcado y apareado.
Explotaré de felicidad, murmuró, y tuve que contener una risita.
Me resultaba difícil imaginar a un enorme lobo licántropo al que todo el mundo temía explotando de felicidad, pero sabía exactamente lo que quería decir. Yo también explotaría de felicidad.
— ¿Por qué esa enorme sonrisa?— Will preguntó cuando entré en mi oficina.
Estaba sentado en el sofá, mirando unos papeles.
—Accidentalmente me quedé dormido en la habitación de
Maddie—, dije. —Me desperté al lado de mi compañera y creo que nunca había sido tan feliz.
Will me miró y enarcó una ceja.
— ¿Te quedaste dormido accidentalmente en su habitación?
-, preguntó, y me di cuenta de que se esforzaba por no sonreír.
Puse los ojos en blanco mientras me sentaba en mi silla.
—Sí—, dije. —Estábamos hablando de la leyenda de Los Tres Reinos y nos quedamos dormidos.
Will resopló. —Te aburriste como una ostra, ¿verdad?
Volví a poner los ojos en blanco. —No. Le encanta la historia tanto como a mí.
—Sí, claro—, murmuró Will mientras volvía a mirar los papeles que tenía en la mano.
Tenía una sonrisa de satisfacción en la cara.
—Hablo en serio—, dije, haciendo que volviera a mirarme. -
Tiene un libro de historia sobre el tema. Sabe mucho sobre la Gran Guerra.
—Entonces sí que es tu compañera—, se rió Will. —Nunca he conocido a una persona tan fascinada por esa historia como tú.
Tenía razón. Yo era un poco empollón en lo que a historia se refería y la historia de los Tres Reinos era una de mis favoritas.
—Es mi compañera—, dije con orgullo mientras un calor
recorría mi cuerpo.
Era mía y estaba jodidamente orgulloso de ello. Estaba deseando que cumpliera los dieciocho para poder gritarlo a los cuatro vientos y que todo el mundo supiera que aquella hermosa mujer era mía.
—Oh, Diosa,— Will suspiró y pude oír la molestia en su voz.
— ¿Qué?— pregunté, frunciendo las cejas.
—Viene Savannah—, murmuró justo cuando oí que llamaban a la puerta de mi despacho.
Estaba tan absorta pensando en Maddie que ni siquiera la oí acercarse.
Respiré hondo y resistí el impulso de poner los ojos en blanco.
La puerta se abrió y Savannah entró. Tenía una enorme sonrisa en la cara y parecía emocionada.
¿A qué viene eso? me dijo Will.
No tengo ni idea y no me importa. Le respondí.
- ¿Podemos hablar?— preguntó Savannah acercándose a mi mesa.
No quería hablar con ella, pero tenía que ser educado. Le señalé la silla de enfrente y se sentó.
Miró a Will. - ¿Puedes dejarnos solos, por favor?
-No te muevas. -le dije a través del enlace mental.
—Podemos hablar delante de él—, dije, haciendo que ella volviera a mirarme. —Todo lo que tengas que decirme, puedes decirlo delante de él.
Suspiró, pero asintió con la cabeza.
—Tienes razón—, dijo. —De todas formas, pronto lo sabrá.
Enarqué las cejas y miré a Will. Estaba mirando a Savannah con una mirada asesina.
—Tengo noticias maravillosas, Dimitri—, dijo Savannah, sonriendo alegremente.
Apreté la mandíbula. Algo me decía que la noticia no me parecería maravillosa.
—Sé que esto es inesperado y que no lo habíamos planeado, pero estoy muy contenta, Dimitri—, dijo, haciendo que el estómago se me retorciera dolorosamente.
¿Qué no habíamos planeado?
Skol gruñía en voz baja. Podía sentir su nerviosismo.
Se acercó a la mesa y me cogió la mano.
Podía sentir cómo crecía la tensión en la habitación.
—Estoy embarazada, Dimitri—, dijo. —Estoy embarazada de tu cachorro. Se me nubló la vista. Mi corazón dejó de latir. Mi mundo dejó de girar.
No.
No era posible. Tuve cuidado. Fuimos cuidadosos.
¡Está mintiendo! Skol gritó. ¡No puedo sentirlo, Dimitri! ¡Está mintiendo! No la escuches.
Entrecerré los ojos y aparté la mano de la suya.
—Eso es imposible, Savannah—, dije enfadado. —Skol no puede sentir al cachorro. Tuvimos cuidado. Estás mintiendo.
Los ojos de Savannah se llenaron de lágrimas.
—No soy tu pareja y Skol tardará un poco más en sentir a su cachorro—, dijo en voz baja.
-¡Es una maldita mentirosa! -Will me vinculó mentalmente. No le creas. Está intentando atraparte.
Miré a Will y le hice un pequeño gesto con la cabeza.
Savannah enjugó las lágrimas y volvió a sonreír.
—Estoy deseando que seamos una familia—, dijo. —Estoy deseando que me marques y me conviertas en tu Luna.
Mis ojos se abrieron de par en par. ¡¿Estaba loca?!
Jamás lo haría. No estaba embarazada y, aunque lo estuviera, el cachorro no sería mío.
A la única que marcaría sería a Maddie. A la única que quería marcar era a Maddie.
Maddie era mi compañera. Maddie era mi Luna. Maddie era mi princesa y mi reina.
Savannah no estaba embarazada de mí y nunca caería en sus mentiras.
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Mi hermanastro es mi mate
Werewolf-Yo, Madeline Clark, rechazo...-, empecé a hablar, pero Alfa Dimitri me detuvo tapándome la boca con la mano. Me acercó más a él y gruñó. - ¿Qué demonios estás haciendo? -, gritó. -No voy a dejar que hagas esto, Maddie. Te he esperado durante meses...