Cap 91 Mi reina

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POV de Dimitri

Empecé a besar el cuello de Maddie en cuanto cerré la puerta de nuestro dormitorio.
Me moría de ganas de que acabara el día y por fin pudiéramos pasar un rato a solas. La echaba de menos a pesar de que estaba a mi lado. Echaba de menos besarla. Echaba de menos tocarla.
Echaba de menos oir esos dulces gemidos salir de su boca.
—Quería...— murmuró pero se detuvo cuando empecé a chupar mi marca en su cuello.
Gimió y se apretó más contra mí. Retrocedí unos pasos y la apreté contra la pared. Acerqué mis labios a su mandíbula y ella inclinó la cabeza para darme un mejor acceso.
—¿Qué, princesa? murmuré contra su deliciosa piel.
Jadeaba con fuerza y sabía que no obtendría respuesta a menos que dejara de besarla. No quería hacerlo, pero necesitaba saber qué quería. Sus necesidades eran mi prioridad. Las mías eran lo segundo.
Así que paré de mala gana. Acaricié sus mejillas y la obligué a mirarme. Tenía los ojos muy abiertos y los labios ligeramente entreabiertos. Tenía tantas ganas de besarla.
—¿Qué querías, princesa?— le pregunté en voz baja.
Ella tragó saliva y respiró hondo. Sonreí y acaricié su suave mejilla.
Saber que estaba así de nerviosa por mi culpa me enorgullecía. Era la única que podía hacerlo.
—Quería preguntarte por lo de mañana—, murmuró después de intentar calmar la respiración. —Sobre la reunión con el consejo-.
Mi ira volvió y mi mandíbula se tensó instintivamente. Saber que tendría que estar en la misma habitación que el cabrón de Kendrick me hacía hervir la sangre. La miraba como si la deseara y eso me cabreaba muchísimo. Estaría enfadado aunque ella no fuera mi pareja. El tipo era un pedazo de mierda y sentía lástima por cualquier mujer que quisiera tocar.
Pero ahora quería tocar a la mía y eso me daba ganas de destrozar este lugar.
—¿Dimitri? — Maddie me llamó preocupada.
Me puso una mano en la mejilla y me relajé al instante. Respiré hondo y le di un pequeño beso en los labios.
—No tienes que preocuparte por eso, princesa—, le dije suavemente. —Yo me encargaré—.
Enarcó un poco las cejas y se mordió el labio inferior.
Mi polla se crispó. Me moría de ganas de ser yo quien lo hiciera.
Me moría de ganas de morder y chupar cada parte de su cuerpo perfecto.
—Pero me harán preguntas—, dijo Maddie, sacándome de mis pensamientos lujuriosos. -Estoy segura de que querrán hablar conmigo—.
La ira me invadió de nuevo. No se equivocaba. Kendrick querría hablar con ella aunque no se tratara de ella. Pero yo no lo permitiría.
-Responderé a todo, Maddie—, dije. —No te preocupes por esa parte, ¿vale? Estarás sentada a mi lado, me cogerás de la mano y escucharás. Yo me encargaré—.
Maddie estudió mi cara durante unos instantes.
—¿Y si insisten?—, preguntó en voz baja.
Suspiré y le acaricié la mejilla con el pulgar.

—Hablarás si insisten—, dije, intentando ocultar mi enfado. —Pero serás breve y sólo responderás a sus preguntas, nada más—.
No quería que hablara con ellos más tiempo del necesario. No queria que Kendrick la mirara y no quería ver esa estúpida sonrisa en su cara. Además, sabía que ella estaba en contra del castigo que yo quería y temía que se le escapara. Seguramente lo utilizarían para convencerme de que no matara a mi madre y yo no iba a permitir que eso ocurriera. Ella iba a pagar por lo que había hecho.
—¿La liberarán?— Maddie preguntó en voz baja.
—No-, respondí inmediatamente. —No pueden hacer eso,
Maddie. Yo soy el Rey. Soy el Alfa. Yo soy quien decide si la liberan o no. Sólo pueden discutir sobre el castigo que yo elija—.
Estaba segura de que iban a hacer eso. Kendrick quería a mi madre porque siempre hacía lo que él le decía. Ella convencía a mi padre para que tomara decisiones basadas en lo que Kendrick había dicho. Una de las razones por las que no le caía bien a Kendrick era porque me negué a escucharles a él y a mi madre después de hacerme cargo del Reino. Mi madre intentó persuadirme para que hiciera los cambios que Kendrick sugería, pero yo la hice callar de inmediato. A Kendrick no le gustó. Perdió mucho poder después de que yo me convirtiera en Rey.
—De acuerdo—, dijo Maddie en voz baja.
Le dediqué una pequeña sonrisa y volví a besarla.
—No te preocupes por nada, princesa—, dije suavemente. -Yo me encargaré. Me aseguraré de que pague por lo que ha hecho—.
Bajé los labios hasta su cuello y empecé a besarla y chuparla suavemente. Quería poner fin a esta conversación y volver a disfrutar del cuerpo de mi compañera.
Maddie gimió quedamente y pude sentir como se relajaba. Sonreí un poco mientras recorría su espalda con la mano. Agarré el dobladillo de su camisa y empecé a subírsela. Levantó los brazos para que pudiera quitarle la camisa. Gemí al ver sus pechos. Eran perfectos y me moría de ganas de chuparle los pezones.
—Joder, Maddie—, murmuré mientras le desabrochaba el sujetador. —Eres jodidamente perfecta—.
Enredó los dedos en mi pelo y me atrajo hacia sí para besarme. Le quité el sujetador, le acaricié los pechos y le toqué los pezones ya duros con los pulgares. Ella gimió y el sonido provocó una placentera sacudida en mi polla. Realmente necesitaba meterla dentro de ella.
—¿Está mi reina lista para mí?— murmuré mientras acercaba mi boca a su cuello.
-Sí, mi Rey—, dijo respirando con dificultad.
Casi me corro en los pantalones. El sonido de su voz, sus palabras y su cuerpo eran perfectos. Todo era jodidamente perfecto y me moría de ganas de enterrarme en ella y olvidarme de todo lo demás.

Mi hermanastro es mi mate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora