• Trozo de Luna • [Itachi Uchiha]

116. Megami

En el caos de la batalla final, Kaguya Ōtsutsuki utilizó su Byakugan para analizar el chakra de Naruto y Sasuke, percibiendo algo familiar en ellos. Ella se preguntaba si ese poder pertenecía a sus hijos Hagoromo y Hamura o si provenía de sus descendientes, Asura e Indra. Finalmente, comprendió que el chakra que sentía era de sus nietos, y que Hagoromo, el Sabio de los Seis Caminos, les había otorgado esos poderes. Sasuke, al escuchar esto, se cuestionó cómo era posible que un poder tan inmenso pudiera existir, mientras Kakashi le preguntaba a Kaguya cuál era su objetivo.

Kaguya respondió con frialdad que no deseaba dañar más su "jardín", refiriéndose al mundo, y que planeaba terminar la batalla de una vez por todas. De inmediato, transformó el terreno en un vasto campo de lava, poniendo en peligro a todos los que estaban presentes. Naruto comenzó a caer, pero Sasuke lo salvó con una invocación rápida, dándose cuenta en ese momento de que Sakura también estaba en peligro. Con la mente aguda de un estratega, Sasuke salvó a sus compañeros, mientras ambos, Naruto y Sasuke, preparaban un plan para sellar a Kaguya.

T/N se encontraba encerrada en su propia mente, rodeada de oscuridad. A lo lejos, una figura comenzó a materializarse lentamente, sus rasgos majestuosos e imponentes: Kaguya. El rostro de T/N se contrajo de confusión y temor, mientras observaba a la mujer frente a ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó T/N, su voz apenas un susurro, incapaz de comprender lo que estaba viendo.

Kaguya la miró en silencio, su expresión grave, pero sus ojos reflejaban una tristeza contenida.

—Este es el lugar donde nuestras almas se encuentran —respondió Kaguya, su tono suave, casi maternal—. Siempre lo ha sido.

T/N retrocedió un paso, incapaz de procesar lo que escuchaba. Las palabras de Kaguya parecían resonar en lo más profundo de su ser, pero también sentía el peso del conflicto.

—No entiendo... ¿qué significa eso? —dijo T/N, su respiración entrecortada.

Kaguya dio un paso hacia ella, su presencia imponente, pero su mirada cargada de una extraña dulzura.

—Eres parte de mí, T/N. Eres mi hija —dijo Kaguya, su voz temblando ligeramente—. Mi última voluntad.

El corazón de T/N se detuvo por un instante al escuchar esas palabras. Su mente no podía comprenderlo. ¿Ella, hija de Kaguya? ¿Cómo era posible?

—Eso no puede ser verdad... —murmuró T/N, llevándose una mano al pecho—. Zetsu siempre dijo que él era tu último legado... yo no puedo...

Kaguya negó lentamente con la cabeza, su expresión se suavizó por primera vez.

—Zetsu es mi voluntad, sí, pero no es mi legado. Tú eres mi esencia más pura —dijo Kaguya, acercándose a T/N—. Cuando naciste, no fue por la intervención de ningún hombre. Fuiste el resultado de mi propio poder, mi propia voluntad de crear algo que reflejara lo mejor de mí.

T/N la miró, sorprendida, mientras sentía una mezcla de confusión y tristeza. Todo lo que había creído saber se tambaleaba.

—Entonces... ¿por qué me siento tan... vacía? —preguntó T/N, su voz quebrándose—. Siempre me sentí incompleta, como si me faltara algo.

Kaguya extendió su mano, acariciando el rostro de T/N con una suavidad que contrastaba con su poder abrumador.

—Eso es porque nunca pude darte lo que merecías. Todo lo que yo era... lo bueno, lo puro... está en ti —susurró Kaguya, con lágrimas en los ojos—. A pesar de lo que he hecho, de lo que fui, me alegra que tú seas todo lo que yo nunca pude ser.

T/N sintió que una lágrima rodaba por su mejilla. Las palabras de Kaguya eran un bálsamo que sanaba heridas que ella ni siquiera sabía que tenía.

—¿Entonces... realmente nos odias, madre? —preguntó T/N, su voz rota por la duda y el dolor.