129. Kiyō

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El Distrito Hyūga bullía con el típico ajetreo de un gran evento. La casa principal, usualmente un lugar de serenidad y disciplina, se había convertido en el corazón vibrante de la familia extendida, todos expectantes y emocionados por la llegada de un nuevo miembro. La tensión y la anticipación llenaban el aire, haciéndolo casi tangible.

Dentro de la sala de partos, T/N se encontraba al lado de Tenten, ofreciéndole palabras de aliento y asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar para facilitar el proceso. Las mujeres del clan, conocidas por su fuerza y resiliencia, rodeaban la cama, preparadas para asistir.

—Tienes que pujar cuando te lo indique, Tenten. Estás haciendo un trabajo increíble —instruía T/N con voz firme pero calmada, manteniendo la mano de Tenten entre las suyas, proporcionándole un soporte físico y emocional indispensable.

Fuera de la sala, Neji caminaba de un lado a otro, cada paso marcado por una mezcla de nerviosismo y expectativa. Hinata, siempre la voz de la calma, intentaba mitigar la tormenta emocional de Neji con su presencia tranquilizadora.

—Todo va a estar bien, nii-san. Confía en T/N, confía en Tenten —susurraba Hinata, tratando de infundirle algo de su propia serenidad.

El tiempo parecía moverse a un ritmo diferente dentro de la sala de partos. Finalmente, después de horas que parecieron eternas, se oyó el primer llanto del bebé, un sonido que anunciaba nueva vida y llenaba la sala con una alegría abrumadora.

T/N, con manos expertas y un corazón lleno de amor, cortó el cordón umbilical y envolvió al recién nacido en un suave manto, asegurándose de que estuviera cálido y seguro antes de entregárselo a su exhausta pero radiante madre.

—Felicidades, mamá. Es un hermoso niño —dijo T/N, su voz llena de emoción mientras observaba a Tenten acunar a su hijo por primera vez.

Cuando Neji fue finalmente admitido en la sala, su rostro se transformó. La tensión dio paso a una alegría pura, y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a su esposa y a su hijo juntos y saludables. Con un cuidado exquisito, rodeó a su nueva familia con sus brazos, un símbolo de su promesa de protección y amor eternos.

Desde un rincón, T/N observaba la escena con una sonrisa tierna. La satisfacción de ayudar a traer una vida al mundo nunca envejecía. Hinata se unió a ella, y ambas compartieron una mirada llena de lágrimas de felicidad.

—Felicidades, otōto, Tenten. Es un día hermoso para el clan Hyūga —dijo T/N, su voz cálida y acogedora—. Y felicidades a ti también, imōto. Sé que tú y Naruto crearán algo tan hermoso como esto —añadió, dando un suave apretón en el brazo de Hinata, quien asintió, sus ojos brillando con emoción y un poco de nerviosismo por su futuro.

—Gracias, onēsan. Estoy nerviosa, pero ver esto... me da esperanza —confesó Hinata, observando cómo Neji y Tenten se maravillaban con su hijo.

El momento era un testimonio del ciclo continuo de la vida y el amor. La luz del amanecer comenzaba a esparcirse por la habitación, pintando todo con tonos dorados y cálidos, simbolizando un nuevo comienzo y la promesa de días felices por venir.

—Aquí está el futuro, y es brillante —murmuró T/N, su voz llena de certeza y esperanza, mientras el sol naciente confirmaba sus palabras con su cálido abrazo.

—Aquí está el futuro, y es brillante —murmuró T/N, su voz llena de certeza y esperanza, mientras el sol naciente confirmaba sus palabras con su cálido abrazo

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Al salir del Distrito Hyūga, T/N tomó un camino tranquilo, uno que la llevaba a través del vibrante centro del pueblo hasta llegar a la floristería Yamanaka. Al entrar, fue recibida por el cálido saludo de Ino y su madre, quienes siempre tenían una sonrisa para ella.

—¡T/N-chan! Hacía tiempo que no te veíamos por aquí —exclamó Ino, acercándose para darle un abrazo ligero.

—He estado un poco ocupada, ya sabes... la familia y todo eso —respondió T/N, devolviendo el abrazo con una sonrisa.

Echó un vistazo a las flores, sus ojos deteniéndose en las delicadas blancas que siempre le habían gustado. Pidió dos ramos, uno para sus padres y otro que aún no sabía bien para quién sería, pero sentía que debía llevarlo.

—Estas son hermosas, Ino. Las llevaré al cementerio —dijo mientras pagaba.

—Tus padres estarían muy orgullosos de ti, T/N —comentó la madre de Ino, entregándole los ramos con una sonrisa melancólica.

Con las flores en mano, T/N caminó hacia el cementerio de Konoha, un lugar que visitaba con menos frecuencia de la que le gustaría admitir. Al llegar a las tumbas de sus padres, colocó con cuidado un ramo en cada una, retrocediendo un paso para mirar las lápidas.

—Hola, okāsan, otōsan —comenzó, su voz un murmullo suave en el aire tranquilo del cementerio—. Tanto tiempo sin venir... las cosas han estado realmente bien. Los niños están creciendo tan rápido. Daiki ya corre por toda la casa y Kiyoshi... oh, Kiyoshi es tan tranquilo, justo como me describían que yo era de pequeña.

Hizo una pausa, sus dedos trazando las letras desgastadas en la piedra.

—Itachi y yo... estamos bien. Él ha sido mi roca, ¿saben? Siempre cuidándonos a todos. Y aunque todo va bien, no puedo evitar desear que estuvieran aquí para ver todo esto... para ver cómo sus nietos juegan y ríen.

Las lágrimas comenzaron a formarse en los bordes de sus ojos, pero T/N las apartó con un suspiro, sonriendo a pesar del dolor.

—Los extraño mucho. Todos los días. Pero sé que de alguna manera, están viéndonos. Están con nosotros en cada paso que damos y eso me da fuerzas. Solo quería que supieran... que todo está bien. Y que los amo. Siempre.

Después de unos momentos más de silencio, donde solo el susurro del viento respondía, se puso de pie, dejando que la paz del lugar llenara su espíritu. Respiró profundamente, mirando hacia el cielo que empezaba a oscurecer, y luego dio media vuelta para dejar el cementerio atrás, sintiendo en su corazón una mezcla de tristeza y gratitud.

Mientras caminaba de regreso a su hogar, el segundo ramo de flores en sus manos todavía no tenía destinatario. Decidió que lo dejaría en la entrada de su casa, un recordatorio de que, aunque algunas presencias físicas se habían ido, su amor y memoria permanecerían siempre vivos y cercanos.

Al llegar a casa, T/N encontró a Itachi jugando con Daiki y Kiyoshi en el jardín, sus risas llenando el aire con alegría contagiosa. Al lado, Tsunade, con una sonrisa tierna y paciente, cargaba a las mellizas, Asahi y Tsukiko, en cada brazo, meciéndolas suavemente mientras observaba a los niños jugar. T/N se unió a ellos, dejando las flores en un rincón visible, y se sumergió en el caos amoroso de su familia, agradecida por cada momento y cada recuerdo compartido. A pesar de las ausencias, se sintió reconfortada y completa, rodeada por el amor de su familia extendida, con la memoria de sus padres resonando en su corazón.

• Trozo de Luna • [Itachi Uchiha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora