Capítulo-23: "Noche de lágrimas"

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YOVANA MONTECARLO

El silencio reina en el comedor, solo se  escuchan los cubiertos chocar. Siento la mirada de Zaira sobre mi, alzo la cabeza y ella aparta la cara. Papá nos mira a ambas y alza una ceja pero niego y el suspira. Terminamos de comer en silencio y subo a mi habitación. Cierro la puerta tras de mi y me siento en el sillón bajo la ventana ya se me hizo costumbre. Llaman a la puerta y tras un "esta abierto" mi mamá entra y se sienta a mi lado.

—Cariño, ¿por qué no me cuentas que es lo que te pasa? Tal vez pueda ayudarte. –Agarro sus manos y suspiro.

—Dudo mucho que puedas ayudarme, no lo entenderías. –Sonríe y tras cruzarse de brazos alza una ceja.

—¿Quién es el chico? Vamos, hija, soy tu madre sabes que puedes confiar en mi. –Acaricia mi mejilla y sonrío.

—Daniel, Oviedo. –Suelto en un leve susurro, pero lo suficiente para que ella me escuche.

—¿Dijiste Daniel Oviedo? –Asiento.

—Me gusta Daniel Oviedo y me gusta mucho. Ya se que fue novio de  Zaira, también que iban a tener un bebé. –Su rostro se vuelve blanco y se levanta.

—¿Quiere estar con el a pesar de todo eso? –Trago saliva, nadie puede saber lo que "tenemos" el y yo.

—Que me guste no quiere decir que vallamos a estar juntos, Daniel y yo somos personas demasiado diferentes. –Agarra mi mano.

—Pase lo que pase soy tu madre, puedes confiar en mi ¿vale? –Asiento.

Minutos después se oyen pasos subir las escaleras y una puerta cerrase de forma brusca, Zaira. Mamá besa mi frente y sale de mi habitación seguro fue en busca de mi hermana. Tenemos que tener mucho cuidado o cualquiera podría descubrirnos. Necesito saber toda la historia, y solo hay dos personas que podrían contármela; Daniel y Zaira, pero claro esta que ninguno va a decir nada. La noche llega y aquí estamos, por segunda vez, despidiendo a papá quien debe regresar a Barcelona.

—Es hora de que tu y yo hablemos, muy seriamente. Vamos al despacho allí podremos hablar. –Asiento y camino junto a mi fotocopia.

—No cometas una locura. –Ella niega.

—Si quiere saber la verdad se la contaré, ya es decisión suya que hacer después. –Se cruza de brazos.

—Esta bien, pero recodar que sois hermanas, pese a todo. –Asentimos.

Vamos hacia el despacho y una vez dentro cierro la puerta. Zaira se sienta en la enorme silla y se tapa la cara con las manos. Saca una llave, que estaba en una cajita de color marrón, y abre unos de los cajones. Doy vueltas por el despacho y ella me tiende un sobre. Mis ojos arden y alguna que otra lágrima sale, son ecografías.

—Era un niño, un mini-Daniel. Apenas tenía cuatro meses cuando lo perdí. Sufrí un aborto, debido a una paliza que me dieron. Lo pasé muy mal, casi caigo en una depresión y traté de suicidarme. –Me siento en frente de ella y sollozo.

—Fuisteis pareja, estuvisteis apunto de tener un hijo ¿cómo es que ahora os odiáis? –Se levanta y suspira.

—Enrealidad no nos odiamos, pero si evitamos estar cerca el uno del otro. No es fácil asimilar la muerte de un hijo que ni llegó a nacer, supongo que verlo me recuerda a todo lo que sucedió y a el le pasa igual. –Me levanto y dejo las ecografías sobre el escritorio.

—Se que esto es difícil para ti, que te duele tener que recordarlo, pero necesito saber toda la historia. –Ella se gira y retira las lágrimas.

—No creo que estés preparada para escucharla, mi relación con Daniel fue difícil y estuvo llena de lágrimas, dolor y sangre. –Finaliza.

La sangre se me hiela al escucharla decir esas palabras ¿sangre? Dios mío donde me estoy metiendo. Escuchamos un grito proveniente del salón y bajamos corriendo. Mamá grita desesperada, tiene el teléfono en la mano y con el rostro lleno de lágrimas. Cojo el teléfono y segundos después siento que el mundo se me viene abajo. Zaira abraza a mamá y me mira sin entender nada.

—¿Qué diablos sucedió? ¿Quién era y que quería? ¡Responde! –Se levanta y me arrebata el teléfono.

—No puede ser. –Sollozo en los brazos de mi madre.

—Tenemos que ir al hospital, avisaré al chofer. –Asentimos y sale.

—Si papá se muere yo voy tras el, yo viviré si el no lo hace. –Digo con la vez entrecortada.

Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora