DANIEL OVIEDO
Beso sus labios por ultima vez y me aparto. Ella niega y yo río mientras tiro de ella y pego su cuerpo al mio. Junto sus labios con los míos y nuestros hermanos hacen presencia en el salón.
—De verdad que sigo sin acostumbrarme a esto. –Suelta Zaira.
—Tendrás que hacerlo, quieras o no. –Añado. Es la verdad.
—No se trata de cualquier chica, es mi hermana, mi hermana pequeña. –Ataca.
—Tengo dieciséis años, creo que es hora de que comience a tomar mis propias decisiones. –Le contesta mi chica.
—Esta bien. Solo te diré una cosa, Daniel. Atrévete a lastimarla y te mataré. –Me señala.
—Hermano, no me gustaría ser tu en este momento. –Ríe mi gemelo y Zaira sonríe.
Ambas nos acompañan a la puerta y nos despedimos. Jesús y yo caminamos hasta nuestra casa, vivimos en la misma zona. El portero nos abre la verja y tras cruzar el camino de piedras entramos en casa. Nuestros padres están en el salón, al vernos se levantan y nos acercamos.
—¿Sucede algo? –Mamá suspira.
—Subid y daros un baño. Cuando estéis listos bajar a cenar.
—¿Por qué esas caras? –Papá se gira.
—Hacedle caso a vuestra madre. Después hablaremos todos.
—Papá ¿que sucede? –Lo miro.
—Mejor subamos. –Murmura Jesús.
A regañadientes salgo del salón y subimos las escaleras. No entiendo nada, ¿qué pasó ahora? Mi gemelo entra a su cuarto y yo al mio. Me saco la camiseta Y el bañador quedando en boxer. Mi teléfono suena sobre la encimera del lava-manos y sonrío al ver de quien es. Respondo su mensaje y entro en la ducha. Una vez listo bajo al comedor, mis padres y mi hermano me esperan. Cenamos en silencio y cuando llega el postre papá se levanta.
—Ahora si, los dos a mi despacho.
—¿Vas ha decirnos que pasa?
—Será mejor que hagas caso a tu padre. –Aporta mi madre
—¿Por qué tanto misterio? –Me levanto.
—Se acabaron las tonterías. Apartir de ahora vais a dedicados solo al fútbol y al instituto. –Miro a mi gemelo.
—Eso es lo que llevamos haciendo desde que tenemos memoria, estudiar y jugar fútbol.
—Al despacho, los dos.
En silencio lo seguimos y una vez dentro se sienta en su sillón. Nosotros dos enfrente. Cierra la puerta y se cruza de brazos una vez vuelve a su sitio. Miro a mi hermano ¿de qué va todo esto? Saca un sobre grande, de color marrón. Saca unos golios de su interior y puedo ver que es el testamento de mi abuelo paterno.
—Daniel, hijo seré muy claro y quieto que me digas la verdad. ¿Qué tienes con la hija menor de los Montecarlo.
—Nada, solo somos amigos.
—Dije que quería la verdad.
—Y te la estoy diciendo. –Me defiendo.
—Jesús sal de aquí. –Le ordena.
—¿Por qué? –Se levanta.
—No te preocupes que estaré bien. –El asiente
Papá vuelve a relatarme toda la historia vivida con Zaira, de principio a fin. Sabe que ese es mi punto más débil y se aprovecha. Saca otro sobre mas pequeño y me lo lanza. Lo abro y dejo todo sobre su escritorio. Trago saliva al ver todo lo que hay, esto no puede ser cierto.
—¿Me vas a seguir negando que tienes algo con ella? –Suspiro.
—Ya te dije que no somos nada.
—Estas fotos no dicen lo mismo. ¿Hace cuanto os veis? –Suspiro.
—Desde que llegó. Somos compañeros de clase y estamos en el mismo grupo. –Suelto.
—Sabes muy bien a lo que me refiero. ¿Sientes algo por ella? ¡Responde! –Golpea la mesa.
—No lo sé. –Me siento.
—Quiero, mas bien te exijo que te mantengas lo mas lejos posible de ella. –Lo miro.
—¿Te has vuelto loco? –Me levanto alzando la voz.
—Recuerda el testamento de tu abuelo. Quien consiga casarse con una chica, virgen antes de cumplir los dieciocho años será quien tome posesión de toda su herencia. Eso supone ser el principal heredero. –Relata
—¡No quiero el dinero del abuelo! –Grito.
—Me da igual lo que tu quieras o no. Tuviste tu oportunidad con Zaira y no supiste aprovecharla. Ahora Jesús será quien se case con Yovana. –Niego.
—Jesús tampoco quiere el dinero del abuelo, menos con esa condición. –Explico.
—Aceptará una vez hable con el. Dile que pase y sal de mi despacho. –Finaliza.
Salgo dando un portazo y mi hermano me mira desde la puerta de su habitación. Giro la cabeza y voy al mio. Agarro mis cosas y bajo al garaje. Subo a la moto y tras arrancar emprendo camino hacia las afueras, necesito estar lejos de ellos.
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Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©
Teen FictionYovana es una adolescente de dieciséis años, alegre y muy risueña. Sus padres se divorciaron hace unos años y ella se fue con su padre a Barcelona, mientras que su hermana gemela; Zaira, se quedó en Sevilla con su madre. Antes de marcharse a Barcel...