Capítulo-67: "Ella no puede estar muerta"

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DANIEL OVIEDO

Entro a la sala de partos y mi corazón se encoge al verla sufrir de esa manera. Agarra mi mano y la aprieta con fuerza. Junto mi frente con la suya y con la cara llena de lágrimas grita.

-No puede ser.

-¿Doctora, que sucede?

-Dios mio. –La miro.

-¿Qué pasa?

-Necesito que empujes con todas tus fuerzas. 1, 2, 3 ¡ahora!

Ella sigue empujando, entre gritos y lágrimas. Minutos después el llanto de un hermoso niño resuena por toda la sala. Corto el cordón umbilical y beso la frente de mi hijo. La Doctora se alarma y una enferma coge al niño. Ella se queja, quiere ver a su hijo.

-¿Por qué se llevan a mi hijo?

-Necesito que reunas fuerzas y empujes.

-¿Qué? ¿Por qué?

-No salió en ninguna de las ecografías.

Yovana grita y empuja con fuerza. La Doctora le pide que empuje, pero ella no puede más. Beso su frente y ella me mira, en sus ojos veo el miedo. Coge aire y empuja mientras grita. Suelta mi mano y el llanto de una niña resuena. Aun sin creerlo sonrío y tras cortar el cordón umbilical la cojo en brazos.

-No puedo creerlo.

-Enhorabuena a los dos.

-¿Es una niña? –Asiento.

-Me acabas de hacer el hombre más feliz del universo. –Sonrío.

Beso su frente y ella cierra los ojos. La máquina comienza a pitar y la enfermera coge a la niña. Me piden que salga pero no quiero y me resisto. Finalmente salgo y me encamino hacia la sala donde están nuestros familiares y amigos. Al verme todos sonríen y se acercan.

-¿Qué es?

-Es una niña, seguro. -Sonríe Zaira.

-Que no, que es un niño. -Ríe mi madre.

-Bueno dejarlo que hable y sabremos que es. -Interviene mi suegra.

-Ambas. -Respondo.

-¿Que dijiste? -Me mira mi suegro.

-Fueron dos, un niño y una niña.

-¡Enhorabuena! –Me abraza mi hermano.

-¿Cómo esta mi hermana?

Les cuento lo sucedido en la sala de partos. Trato de estar tranquilo pero no puedo y acabo dándole vueltas a la sala con el fin de no entrar a la sala de partos. Una enfermera se acerca y pregunta por mi. La sigo hasta la zona de maternidad. Sonrío al ver a mis hijos en sus cunas. Aitana y Stefan Oviedo.

-Mami se muere por veros.

-¿Quieres cargarlos?

-Es que me da miedo. Se ven muy frágiles. –Confieso.

-Es normal, acaban de nacer.

-¿Y si se me caen? –Niega.

-Tranquilo, eso no pasará.

-Me encantan sus manitas.

-Son muy hermosos.

-Salieron a su madre.

Al final acabo cargandolos y ella me deja solo. Primero cojo ha Stefan y luego ha mi pequeña Aitana. Les hablo de su mamá, los beso y finamente les canto muy bajito. Cierran los ojos y la enfermara se acerca. Me despido y voy con los demás. Al llegar un dolor me inunda al pecho y me acerco. Todos lloran desconsolados y niego.

-Hermano, lo siento. –Me abraza.

-¿El que sientes? –Los miro.

-Los médicos hicieron todo lo posible.

-¿Qué estáis diciendo? –Frunzo el ceño.

-Yovana acaba de morir. –Solloza.

Niego y ellos se acercan. Me aparto y grito. No puede ser. Ella no puede estar muerta. Mi hermano me abraza y cuando todos mi amigos se acercan me doy cuenta de que es cierto. El mundo se me viene a bajo solo de pensar que no volveré a verla, que ya no escucharé más su risa.

-Quiero verla.

-No se si sea lo más conveniente.

-Por favor, necesito despedirme de ella.

-Ven conmigo.

Paramos frente a la puerta de la habitación y ella tras darme un abrazo se marcha para que no la vea llorar. Suspiro y con el corazon cogido giro el pomo de la puerta y la abro. Entro y tras cerrar la puerta me acerco a su cama y agarro su mano.

-Tenía la esperanza de fuera una mala broma o solo un susto, pero no es así. Por lo visto la felicidad no esta echa para mi, cada vez que soy feliz algo sucede y todo vuelve a ser negro. Mi vida era un caos, hasta que tu llegaste. Antes solo pensaba en el fútbol y en las chicas con las que quería acostarme. Mi vida estaba vacía, pero cuando tu llegaste todo cambió. Me enseñaste a ver la vida de otra forma, aunque al principio no nos lleváramos bien y reconozco que la culpa fue mía, por ser tan idiota y tan creído. Juré que nunca más me iba a enamorar, pero llegaste tu y no pude cumplir ese juramento. Por favor te lo suplico abre los ojos, dime que todo esto es solo una pesadilla. Te necesito.

Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora