Capítulo-89: "Entre la espada y la pared"

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DANIEL OVIEDO

El Doctor sale dejándome a solas con mi familia. Mi madre me llena la cara de besos y mi hermano se ríe por lo bajo. Trato de sentarme y herida en mi abdomen me hace soltar un gruñido.

-No te muevas, tienes que descansar.

-¿Cómo esta ella? –Miro a mi gemelo.

-Afortunadamente la transfusión salió bien, pero tenemos que esperar 24 horas para saber si su cuerpo acepta o rechaza la sangre. --Explica Jesús.

-Quiero verla. –Ruego.

-Me temo que no va a ser posible. 

-¿Por qué? Exijo verla.

-Ella no quiere verte.

-Necesito verla, solo así voy a poder estar tranquilo.

-Será mejor que descanses.

-Tu hermano tiene razón.

-¿Mis bebés? –Sonrío.

-Están con Nana, ella los está cuidando.

Asiento y les cuento como fue que sucedió el accidente, al menos lo que recuerdo. Íbamos muy rápido, discutíamos y en una curva cerrada el coche volcó y caímos por un barranco. Después todo se volvió negro y desperté en el hospital.

-Voy a por un café, la noche va a ser muy larga.

-¿Por qué no te vas a descansar? Yo estoy bien.

-No quiero dejarte solo.

-No estará solo, yo me quedo con el. Además no quiero irme, recuerda que Zaira y Yovana todavía están internada y hasta mañana no les dan el alta.

-¿Prometes avisarme si sucede algo?

-Lo prometo.

-Esta bien. Mañana temprano estoy aquí. Descansar y portaros bien.

-Si, mamá.

Besa mi frente, después la de mi hermano y se marcha. Conversamos sobre nuestras cosas, incluyendo a Yovana y Zaira. Una enfermera me trae la cena y miro hacia la ventana ya es de noche.

-¿De verdad pensabas irte con ella?

-Claro que no. Tenía un plan, pero al parecer ella también.

-Cuando te ví en esa camilla recordé la noche de tu accidente, ese en el que todos creíamos que estabas muerto. Pensé lo peor.

-Pero estoy aquí y no me voy a ir. Ahora necesito que me ayudes.

-¿Qué estás planeando? -Río y el pone los ojos en blanco.

Pasada la media noche mi gemelo entra en mi habitación y me ayuda a levantarme. Me guía hasta la habitación y entramos sin hacer ruido.

-¿Qué hace Zaira en esta habitación?

-¿No dijiste que estaban en habitaciones separadas?

-Si ya sabía yo que no os podíais estar quietos. –Ríe Zaira.

-¿Quieres matarnos?

-Ati no, pero a el si. -Me mira.

-Ven conmigo, te explicaré todo.

-No voy a dejarla sola con el.

-Sabes muy bien que nunca le haría daño.

-Comienzo a dudar que eso sea cierto.

Jesús se la lleva y me acerco hasta la camilla. La herida de mi abdomen se hace presente y suelto algún gemido de dolor. Quiero besarla, agarrar su mano pues podría despertarse en cualquier momento.

¿Qué demonios estás haciendo aquí?

-Señor, yo necesitaba verla.

-¡Sal de esta habitación inmediatamente!

-Lo siento, pero no voy a salir.

-Te ibas a marchar con otra, tanto no la amabas

-No le voy a permitir que ponga el amor que siento por su hija en duda.

-Vete de aquí o te mando sacar.

Me niego a salir de la habitación. Su enfado es notable y por una parte lo entiendo. Quiere lo mejor oara su hija pero el no sabe nada, nadie sabe lo que realmente pasó.

-¿Daniel? –Me giro.

-Cariño. –Me acerco.

-Sal de aquí.

-¿Qué? –La miro.

-Tu elijes, pequeña. ¿Lo mando sacar o quieres escucharlo?

Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora