Daniel Fernández
Me mantengo en silencio para no alertar a mi hermano y que todo se vaya al traste. Estoy escondido en el baño de mi habitación, miro el reloj de mi muñeca y sonrío.
Jesús entra con un vaso de agua y aparta las sabanas, derramando todo el agua sobre la cama. Deja el vaso en la mesita y salto sobre su espalda. El comienza a gritar y peleamos de broma.
—¡Niños! -Grita nuestra madre y nos levantamos del suelo.
—¡Mamá! Somos hombres. -Se queja, mi fotocopia, y nuestro padre suspira.
—Entonces comportaros como tal. Vestirnos y desayunar. Vamos a ir al Centro Comercial. -Miro a mi gemelo y ambos soltamos un suspiro.
—¿Y tiene qué ser hoy? -Papá se cruza de brazos y levanto las mías él señal de rendición.
—En dos días empezáis el curso y una cosa os advierto, a los dos, nada de chicas en casa ¿queda claro? -Su rostro está serio, no lo dice en broma.
—¿Y nuestras amigas? -Río por el comentario de mi hermano.
—Jesús, hijo, para eso están los hoteles. -Responde mi madre con tono gracioso.
Esta conversación se volvió algo incómoda. Ambos salen y Jesús ríe como si estuviese loco. Me encojo de hombros y suspiro, el sale de la habitación y voy al baño. Me ducho y cuando ya estoy listo bajo al comedor, Jesús ya está ahí. Terminamos y subimos al auto.
—Primero comparemos los uniformes y los zapatos. -Afirma nuestra madre y bajamos del auto.
—Iré por los portátiles, ya deben estar restaurados y espero no tener que traerlos de nuevo. -Reímos y nuestro padre camina hacia la tienda de ordenadores.
—Tal parece que la suerte esta de nuestro lado hermanito. -Le susurro y indico que mire al frente.
—Mamá, ¿esa es la tienda? -Ella asiente y entramos al local.
Mamá habla con la dependienta mientras guío a mi hermano hasta el sillón que hay frente a los vestidores y nos sentamos.
Las gemelas salen de los probadores y Zaira se pierde cuando ve a mi gemelo, que se marcha tras ella. Yovana sonríe tímida frente al espejo. Cierro la puerta del probador y ella se gira confundida.
—¿Qué estás haciendo aquí? -Su voz se entrecorta, esta nerviosa.
—Lo mismo que tu, comprar el odioso uniforme. -Ella ríe y se gira de nuevo viéndose en el espejo.
—No es odioso, me gusta usarlos, o mas bien ya me acostumbré. –Retiro el pelo se su cuello y pego su espalda a mi pecho.
—No lo voy a negar que te queda de infarto, pero te verías mucho mejor sin el. -Cierra los ojos y con mi nariz rozo su cuello. Ella se gira y río.
—Sal, tengo que cambiarme. -Niego y se cruza de brazos.
—Pon la cara que quieras, no voy h salir, todavía. -Acaricio su labio con la yema de mis dedos.
Su cuerpo tiembla y retrocede hasta chocar con la pared. Muerdo mi labio inferior y sus mejillas se tornan de un color rosado. Mis labios rozan con los suyos sin llegar a besarlos.
Beso su cuello dejando pequeños besos y caricias por parte de mi nariz. Su aroma a coco es tan delicioso. Mi frente está pegada a la suya, tengo las manos en su cintura y las suyas en mi pecho.
—Daniel, aléjate. -Susurra nerviosa.
—Ambos sabemos que eso no es lo que quieres. -Acaricio su rostro y acaricio su labio inferior.
—Pero tu y yo somos personas muy distintas. -Confiesa y muerde su labio.
—Deja de hacer eso o te juro que no hago cargo de mis actos. -Señalo su labio atrapado entre sus dientes.
—Perdón. -Se disculpa y con las mejillas sonrojadas lo suelta sonrojada.
Mis ojos se clavan en los suyos, esos ojos verdes que tanto me gustan. ¿Qué demonios me está pasando? Yo no soy así, tampoco digo estas cosas ¿me estaré volviendo loco?
Vuelvo a la realidad, sus labios rozan con los mios. Puedo sentir su respiración agitada y su cuerpo temblar. Nos apartamos al oír la voz de su madre.
—Yovana, hija ¿estás lista? -Pregunta su madre desde fuera y ella comienza ha temblar. Agarro su cintura y pego mi boca a su cuello.
—¿Podrías buscar a mi hermana? Necesito su opinión. -Muerde su labio para soltar el gemido que trata de escapar y beso su cuello lentamente.
—Esta bien, voy por ella. -Escuchamos sus pasos alejarse y ella suspira aliviada.
—Tienes que salir de aquí. -Niego y sigo besando su cuello, ella trata de apartarme pero no lo consigue.
—Saldré, con una condición. -Ella asiente y río pegando su cuerpo al mío. Su cadera y la mía chocan, puedo sentir todo su cuerpo pegado al mio.
—¿Qué quieres? -Dice con la voz entre cortada y muerdo mi labio. Río y me acerco a su boca.
—Un beso. -Susurro sobre sus labios y ella niega. Me acerco más y ella chica con la pared.
—Ni muerta. ¿Te has vuelto loco? -Río de una forma escandalosa y ella tapa mi boca con su mano.
Su espalda está totalmente pegada a la pared, es decir que no tiene escapatoria. Alzo una ceja riendo y ella niega. Agarro sus manos y las sujeto por encima de su cabeza.
Ataco su cuello de nuevo, dejando alguna que otra marca, que hará que se vuelva loca cuando las vea. Al principio se resiste pero acaba poniendo poniendo sus manos en mi nuca y doy un apretón en su trasero.
Sus piernas rodean mi cadera y cuando voy a besarla la voz de mi hermano nos interrumpe.
—Daniel, tienes diez segundos para salir de ahí, antes de que Zaira y su madre vengan y te descubran. -Bufo y ella se baja de mi.
—Esto no se queda así. Que te quede claro, nos volveremos a ver. -Salgo del probador.
—Mamá te está buscando como loca por toda la tienda. -Trago saliva y me giro y tu en busca de mi madre.
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Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©
Teen FictionYovana es una adolescente de dieciséis años, alegre y muy risueña. Sus padres se divorciaron hace unos años y ella se fue con su padre a Barcelona, mientras que su hermana gemela; Zaira, se quedó en Sevilla con su madre. Antes de marcharse a Barcel...