YOVANA MONTECARLO
Entre risas y alguna que otra mirada Daniel me da de cenar, si así como lo leeis, el niño se empeñó en darme de cenar, pero yo también le di a el. La puerta se abre y un enfermero entra y se acerca a mi cama. Daniel aparta la bandeja y el enfermero me obliga a levantarme. En el momento en que su mano toca mis brazos mi cuerpo se paraliza y comieza a temblar. Lágrimas salen de mis ojos.
-¡Suéltala! –Los aparta.
-Tengo que llevarla con la ginecóloga.
-Ya estuvo con ella y dijo que fuera en una semana.
-De todos modos tengo que llevarla. –Me agarra.
-¡Que la sueltes imbécil! –Lo golpea.
-¡Parad! –Grito.
El enfermero trata de sacarme de la habitación pero Daniel se lo impide y acaban a golpes. Grito desesperada por que no puedo separarlos y Jesús entra, afortunadamente lo consigue. El enfermero me mira fijamente y mi cuerpo tiembla mas, no me gusta la forma en la que me mira. Jesús lo saca y se despide de nosotros. Dani esta sentado en el sofá con la cabeza agachada y las manos detrás de su cuello. Trato de bajarme pero el se da cuenta.
-No puedes bajarte de la cama. Tienes que guardar reposo.
-Deberías ir con un médico, te dió en el brazo. –Lo miro y niega.
-Estoy bien. Perdóname, pero no me gusta verte así y no quería soltarte.
-Gracias, por defenderme. –Sonrío.
-Prometí hacerlo, estuviéramos o no juntos. –Se sienta en la silla.
-¡Dani! Estas sangrando.
El mira su camiseta blanca, que ahora tiene una mancha de sangre en el brazo. Me bajo de la cama, apesar de sus regaños y voy al baño. Mis costillas duelen pero no importa, cojo lo necesario para curar la herida. Me siento de nuevo en la cama, con las piernas colgando.
-¿Puedes ponerte de pie o sentarte en la cama? –Ríe y se pone de pie.
-Sigues siendo una enana. –Lo golpeo y se quita el cabestrillo.
-Eh, necesito que te quites la camiseta, por favor. –Se la quita.
-Admite que lo querías era verme sin ella. –Ríe y mueve las cejas.
-¡Serás creído! Además no estás tan bueno. –Se hace el ofendido y le quito las gasas manchadas.
-Creo que oí mal ¿dijiste que no estoy bueno? –Asiento.
-Si, eso fue lo que dije. ¿puedes estarte quieto dos minutos? –Río y me saca la lengua.
-En verdad te encanto y lo sabes. –Me guiña un ojo.
-Huy si, me tienes loquita. –Río
-No tienes que seguir fingiendo, ya lo sé todo. Jesús me lo contó, pero no te enfades con el yo lo obligué.
-¿No estas enfadado conmigo?
-Al principio no me hizo gracia pero entendí por que lo hiciste.
Limpio la herida tras retirar la sangre seca. Le pongo unas gasas nuevas y cuando termino busco el cabestrillo. Daniel aún no se ha puesto la camiseta y me mira de una forma muy sexy. Mi respiración se acelera, esta muy cerca y sin camiseta. Comienzo a temblar y esta vez no es por miedo, si no por que es algo que solo el provoca en mi.
-Será mejor que te pongas el cabestrillo. –Asiente.
-¿Me ayudas? –Sonríe.
-Claro. Espera, no seas bruto. ¿Y la camiseta?
-No me la voy a poner. ¿Que? Aquí dentro hace un calor de la hostia.
-Te voy a lavar la boca con lejía. –Río.
Me pongo de pie y le ayudo a ponérselo. Su mirada esta fija en mi, alzo la cabeza y miro fijamente sus ojos. Durante unos segundos todo pasa a un segundo plano, solo somos el y yo. Parpadeo y me doy cuenta de que su mano acaricia mi mejilla y que mis manos están en su abdomen. No siento miedo, todo lo contrario deseo besarlo.
-Dani. –Susurro.
-Dime. –Se acerca.
-Bésame. –Sonríe.
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Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©
Teen FictionYovana es una adolescente de dieciséis años, alegre y muy risueña. Sus padres se divorciaron hace unos años y ella se fue con su padre a Barcelona, mientras que su hermana gemela; Zaira, se quedó en Sevilla con su madre. Antes de marcharse a Barcel...