Capítulo-25: "La prensa"

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YOVANA MONTECARLO

Esta situación es completamente desesperante, llevamos horas aquí y no sabemos absolutamente nada de mi padre. Sollozo en los brazos de Daniel y el besa mi frente de nuevo, no me ha soltado en ningún momento y la verdad no quiero que lo haga. Mi madre detiene a una enfermera y le pregunta pero no sabe nada. Los padres de Daniel están junto a ella y Zaira llora desconsoladamente abrazada a Jesús.

—Tienes que calmarte. –Susurra y acaricia mi cabello.

—No puedo, si algo le pasa no se que va a ser de mi. Mi padre es mi vida, Daniel. –Sollozo.

—Todo va a salir bien, ya lo veras. todo se va a solucionar. –Levanto el rostro, ya que es mas alto que yo y suspiro.

—Ójala pudiera ser tan optimista como tu, pero no lo soy y tengo miedo, mucho miedo. –Comienzo a llorar.

—No llores más, por favor. Me duele mucho verte así. –Pega su frente a la mía.

—Daría lo que fuera por estar en su lugar, así él estaría sano y salvo. –El se tensa y me mira.

—No vuelvas a decir eso, todo va salir bien. –Asiento.

Un chico joven, tendrá unos 23 años. Alto, ojos verdes y pelo castaño camina hacia nosotros vestido con una bata blanca y unos papeles en la mano. Mamá lo ataca con mil preguntas y Eva, la madre de Daniel y Jesús la abraza. El doctor nos dice que el estado de papá es crítico y que su vida corre peligro. Nos aconseja irnos a casa, pues el no esta consciente y no podemos pasar a verlo.

—Cariño, ¿por qué no vais a casa y descansais? –Niego.

—Quiero quedarme aquí por si despierta, por favor. –Niega de nuevo y Daniel interviene.

—Tu madre tiene razón, debes ir a descansar y tu hermana igual lleváis muchas horas aquí. –Suspiro. 

—Pero no quiero dejarte sola. –Agrego y ella niega.

—Tranquila, no estará sola. Yo me quedaré con ella, ahora vosotras ir a descansad. –Interviene la madre de Daniel y suspiro rendida.

—Daniel y Jesús irán con vosotras, se asegurarán de que coméis algo y descansais un rato. –Sonríe.

En cualquier otra situación le hubiera dicho que estoy grande para tener un niñero, pero no es el momento. Avisamos a nuestros hermanos y en silencio caminamos hacia la salida del hospital. De lejos puedo ver a todos los periodistas que hay fuera, ya que las puertas son de cristal. Mi cuerpo se paraliza y comienzo a temblar. De pequeña tuve una mala experiencia con esto

—No te sueltes de mi mano y todo saldrá bien. –Asiento.

—Tengo miedo. –Lo abrazo.

—En cuanto salgamos loa de seguridades nos ayudaran a llegar al auto. –Aporta Jesús y asentimos.

—Prometo hacerte una gran taza de chocolate caliente cuando estemos en tu casa. –Sonrío.

—Seamos rápidos.

En el momento en el que las puertas de cristal se abren Jesús y Zaira salen, ella detrás de el pero agarrada de su mano. Daniel besa mi frente y salimos, los flashes no cesan y comienzo a marearme. Alguien tira de mi y suelto la mano de Daniel. Oigo gritos y el corre ami, me carga en brazos tal cual pareja de recién casados y me lleva hasta el auto. Una vez dentro me siento sobre su regazo, ya que no hay sitio y el me abraza fuerte.

—Ya pasó, tranquila. –Susurra.

—Me asuste cuando tu mano soltó de la mía, no te veía. –Explico.

—Mientras yo este a tu lado no tienes nada que tener. –Sonríe.

—Hemos llegado. –Anuncia mi gemela y asiento.

Bajamos del auto y Nana nos recibe. Entramos y vamos al salón Jesús y Zaira se sientan en el sillón y yo voy con Daniel a la cocina. Me siento en uno de los taburetes que hay junto a la isla y el me sonríe.

—Ve a darte un baño en lo que preparo el chocolate ¿o prefieres otra cosa? –Niego y me bajo del taburete.

—Chocolate estará bien. –Sonrío.

—No tardes mucho. –Asiento.

Subo las cosas escaleras hasta llegar a mi habitación. Me doy un baño, bastante largo y cuando me seco me pongo la ropa interior. Salgo del baño y me siento mi cama, agarro e bote crema y lo esparzo por mis piernas. La puerta se abre y salto de la cama.

—Santa Barbara bendita. –Susurra.

—¡No mires! –Muerde su labio.

—Eres una diosa. –Susurra.

Dos Almas Y Un ¡Te Odio! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora