Azotó la puerta de su habitación...
«¡Esos dos!... ¡ashhh!... ¿se van a comportar así todo el tiempo?...» se preguntó.
Se llevó una mano al rostro y se recargó en la puerta tratando de combatir las náuseas que lo atacaron en ese momento... ¡sin lograrlo!
Corrió al baño... ¡y aventó en el inodoro la escasa cena que había conseguido ingerir!
«¡Demonios!...» susurró al caer en la cuenta de que ese día ¡nada había conseguido quedarse en su estómago!
Hizo correr el agua, y se levantó trabajosamente mientras volvía a su habitación con pasos lentos... se dejó caer en la cama.
¡Se sentía fatal!... y... ¡no!... ¡no sólo era el mareo y el estómago revuelto!...
Era... ¡era la situación!... ¡era la presencia del huésped inesperado!... ¡era la actitud berrinchuda de Kakaroto!... ¡eran sus malestares que lo hacían sentirse débil y miserable!...
Pero... por otro lado... ¡mentiría si dijera que no le había dado gusto ver de nuevo a Ráditz con vida!... ¡o si dijera que no amaba a Kakaroto!... a pesar de su infantil actitud... ¡o si afirmara que la expectativa de la llegada de otro sayayin de sangre pura a este mundo, no le entusiasmaba!
Respiró hondo intentando calmarse mientras cerraba los ojos y se masajeaba las cienes, intentando calmar el dolor de cabeza que recién comenzaba.
«¡Tomaré un baño y me acostaré a dormir...» decidió.
Pues pensó que después de relajarse y descansar, podría ver las cosas con más claridad.
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En la cocina...
Ráditz se inclinó y comenzó a recoger los restos del plato y la comida regados por el suelo, a su lado, Gokú hacía lo mismo.
- ¡Estará molesto! - pensó en voz alta Gokú, pues Vegeta ocupó su mente.
- ¡Seguramente!... - murmuró Ráditz, hizo una pausa antes de continuar - pero no por mucho tiempo...
-¿Cómo lo sabes? - preguntó Gokú.
Ráditz se encogió de hombros...
- Sólo lo sé...- se quedó en silencio unos segundos como meditando algo, antes de continuar - te sugiero que le des su espacio para calmarse Kakaroto, pero en realidad, yo creo que no está tan enojado.