Trunks suspiró aburrido... le gustaban las matemáticas y era el mejor de su clase; pero...
¡Historia era simplemente demasiado aburrida!
Suspiró de nuevo con hastío, dejó descansar su mejilla en su mano y dejó que sus ojos vagaran por el despejado y azul cielo...
«¡Desearía estar volando...» pensó.
Ese pensamiento lo hizo recordar a su padre... sonrió sintiéndose especial.
Si él no fuera su padre... ¡él sería un chiquillo común y corriente!
O quizás... con suerte, tendría un nivel de poder parecido al de Krillin, ¡o al del antipático de Yamcha!
Trunks frunció el ceño y puso una mueca de desagrado.
Pero las cosas eran diferentes... ¡su padre era un sayayin!... y no uno cualquiera... ¡era el príncipe de los sayayines!
Y él... portaba su sangre con orgullo.
- ¡Y eso es todo niños...- la maestra subiendo el tono de su voz, interrumpió el hilo de sus pensamientos - para mañana quiero las páginas 124,125 y 126 contestadas.
El timbre sonó enseguida, Trunks comenzó a guardar sus cosas en su mochila mientras se tomaba su tiempo; sus pensamientos se dirigieron de nuevo a su padre... de repente frunció el ceño extrañado mientras caía en la cuenta de una cosa...
«¿Por qué... por qué llevo días sin sentirte?... » se preguntó.
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Después de tomarse ese café, Vegeta se sintió mucho mejor...
Le extrañó mucho la actitud de Kakaroto después de su plática en la sala, pues, poniendo como pretexto que iba a ordenar las compras en la despensa, prácticamente pareció huir de él.
Eso le dejó un mal sabor de boca.
«Quizás no ha entendido nada...» pensó Vegeta «...¡no era mi intención hacer que se sintiera humillado!» se dijo apenado por hacer sentir mal a Kakaroto.
Sin embargo, disculparse era algo que simplemente él no sabía hacer, como futuro monarca de un planeta, eso no había sido parte de su educación.
¡Un rey jamás se disculpa!...- le había dicho un día su padre - un rey, asume las consecuencias de sus actos.