XXXVIII Gangrena

363 48 67
                                    

Al despertar, me siento extrañamente llena de energía. Busco ropa deportiva y salgo a trotar por el vecindario, oyendo algo de música. Es bastante temprano y las calles están solitarias, lo que resulta muy cómodo.
   
Mientras avanzo por el parque, analizo lo ocurrido en la fiesta de Sofi. Todo fue una verdadera locura y me sentí tan bien. Creo que eso es lo que más me extraña. Estoy acostumbrada a sentir culpa por las cosas que considero incorrectas, y miedo a la exposición.

Allí no sentí ninguna de las dos, lo que es algo completamente nuevo. Como si fuera otra persona, una más valiente.

Lo malo es que todo se haya debido a los efectos de la marihuana. No puedo liberarme de mis ataduras esclavizándome a una droga. Y ahora estoy trotando en la calle. Nunca había hecho algo así. Me pregunto si todavía estaré bajo sus efectos.

De pronto, una loca idea cruza mi mente y quisiera ir trotando hasta el edificio donde está Espi. Sería agradable volver a verla, aunque probablemente no me dejen pasar. De todos modos, dirijo mis pasos hasta allí, sólo para saber si alcanzo a llegar o me canso antes. Enciendo el cronómetro para ver cuánto me tardo.

Cincuenta y tres minutos. Es un tiempo bastante bueno, pienso desde la esquina de la acera de en frente. Me detuve a comprar de camino y esa será mi excusa para entrar.

Si ya estoy aquí, tengo que aprovechar mientras me duran los efectos.

Entro a la recepción y un mayordomo inmediatamente me sale al paso, con actitud defensiva. Ellos ya me conocen, eso me da risa.     

—El amo Illumi no nos avisó que usted vendría.

—Eso es porque, hasta donde sé, no adivina el futuro. Traje algo para mi hija, ayer no se sentía bien.

El tipo me mira de arriba a abajo. Probablemente me veo desastrosa después de todo el ejercicio.

—Los médicos ya la atendieron. Ella está bien.

—Escuche. Vine trotando hasta aquí y no me iré sin verla personalmente y saber que está bien. Sólo me tomará cinco minutos. Traiga el detector de metales o el alcotest. Estoy limpia.

Con expresión de cansancio, le hace señas a otro para que le pregunte a su amo.

Espero varios minutos y el sudor comienza a secarse. Se siente frío.

—El amo Illumi la autoriza a subir.

Miro desafiante al mayordomo frente a mí y le sonrío. Sólo es un títere de Illumi, no tiene sentido molestarme con él.

El ascensor abre sus puertas y no puedo entrar. Empiezo a sudar y mi corazón late más rápido. Es un lugar tan pequeño, con tan poco aire. El aire se vuelve tan escaso aquí.

—¿Va a subir? —pregunta el mayordomo, que me está siguiendo.

—¿Está... En buen estado? —si no hubiera trotado más de cuatro kilómetros, usaría las escaleras.

—Sí. Luego de lo que le ocurrió, el amo Illumi hizo implementar un generador que alimenta los ascensores en caso de corte del suministro eléctrico —explica y se oye muy profesional—. Si gusta, la acompaño.

Acepto y ambos subimos. Él presiona el botón para el penthouse.

—¿Es difícil trabajar para él? —pregunto, creyendo que me contestará. Sólo quiero evadir esta claustrofóbica sensación.

—¿Bromea? Es el mejor trabajo que he tenido y la paga es magnífica.

Lo miro con incredulidad.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora