LXXVIII Cascarón

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¿Ira? ¿Dolor? ¿Miedo?

No sé qué debería sentir, no sé qué es lo que siento. K me ayuda a regresar al auto. Me ayuda también a entrar a su casa y a sentarme en el sillón.

Es irreal, es absurdo.

Es una locura.

—¿Soy tan estúpida? ¿Acaso soy ciega? ¡¿De qué me sirve tener ojos?!

—¡Libi, no! No te hagas daño —sujeta mis manos y me abraza.

Toda mi vida he caminado en una cuerda floja, de la que me he quedado colgada tantas veces, aferrándome con todas mis fuerzas o anhelando soltarme para descansar por fin. Ahora la cuerda se me enredó en el cuello y me asfixia. Y no hay nada que pueda hacer para quitármela.

El dulce amor de Alicia, que se sintió como un respiro, como una bocanada de aire fresco, era una mentira, una burla.

—¿Qué hice para merecer esto? No lo entiendo...

—No es tu culpa, Libi, nada de esto es tu culpa. Él es quien tiene un problema y trata de resolverlo de formas bastante surreales.

—Él debe odiarme mucho ¿No? Jugar conmigo de este modo es tan cruel. Yo me había enamorado de Alicia y a mí ni siquiera me gustan las mujeres, pero ella me gustaba ¿Fue porque era él?... Es demasiado retorcido y despiadado...

K se aparta y regresa con un vaso con agua y pañuelos. El vaso tiembla en mi mano, que estaba tan firme sujetando el volante hace unos minutos, sintiéndome la reina del mundo. Ahora no soy nada, menos que nada.

—Es como esa película ¿La recuerdas? —dice él—. Un padre que se disfraza de mujer para ser la niñera de sus hijos, era tierno.

Mi garganta se cierra y me atoro con el agua

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Mi garganta se cierra y me atoro con el agua.

¿Tierno?

—¡¿Cómo puedes decir eso, K?! ¿Tierno? Para ti es una feliz película familiar, yo lo veo como una de terror, con un psicópata que me persigue sin tregua... ¡Se disfrazó de mujer!... ¡Toqué sus senos!

Los toqué y eran tan reales ¿De dónde los sacó?

Él también me tocó. Los seductores recuerdos de nuestra noche juntos vienen a mi mente, seguidos de las náuseas. El dulce orgasmo que tuve entre sus brazos se torna amargo ante su identidad revelada. Que poderoso y triunfador debió sentirse teniéndome a su merced nuevamente.

—Lo único que deseaba era que alguien me amara... ¿Por qué es tan difícil, K? ¿Por qué sólo encuentro dolor?

Él acaricia mi espalda y vuelve a abrazarme.

—La vida es cruel e injusta, Libi. Pero, si no hubiera tormentas, ¿Cómo disfrutaríamos de los arcoíris? Creo que el dolor nos hace fuertes y a veces la vida necesita que seamos muy fuertes.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora