LXXXV Hermandad V

325 43 20
                                    

Damien.

El rostro de Damien lleno de furia, sus ojos rebosando desprecio, su boca vomitando ira; el rostro de Damien mordisqueando por las ratas, sus ojos ciegos mirando a la nada y gusanos reptando de su boca.

¿Quién está frente a mí, apuntándome con una pistola?

¿Por qué me mira con el rostro de un muerto?

Un rostro salido de mis pesadillas ¿Estaré soñando? Tal vez jamás salí de casa de K.

Tal vez algo le echó Ark a los cocteles.

—¡Párate!

Esa voz. Conozco perfectamente la voz de Damien. La oí por años cuando estuvimos juntos y la seguí oyendo en mis pesadillas después de eso. La voz de este hombre es diferente. Ligeramente más oscura y medio tono más grave...

Concéntrate, Libi. Tiene a Sasha en sus manos. No dejes que su rostro nuble tu mente.

Ya mataste ese rostro una vez.

—¡Abre el portamaletas, ya!

Hago lo que pide con tanta presteza como mis nervios me lo permiten. Él pone a Sasha dentro.

—¿Y si se asfixia? Ella no tiene nada que ver en esto, por fav...

La pistola se pega en mi sien. El frío metal me cala hasta los huesos. Cogiéndome del cabello me empuja contra el auto. Palpa mi cuerpo, mis bolsillos. Luego me mete al interior, en el puesto del conductor. Rodea el auto sin dejar de apuntarme y una vez dentro, me tira las llaves.

—¡Conduce a donde te diga y sin hacer estupideces o te vuelo los sesos!

Él no me conoce, no sabe lo estúpida que soy.

O tal vez sí me conoce. Nick viene a mi mente. Él sabía lo que me ocurrió y se obsesionó conmigo. ¿Y si este hombre también me conoce? ¿Y si su parecido con Damien se debe a que se hizo una cirugía plástica?

Me hace ir por la carretera. Va sentado de lado, viéndome fijamente y manteniendo la pistola en mi dirección.

Si tan sólo el puto de Illumi no me hubiera quitado la mía.

Sus ojos se apartan de mí para ver por el retrovisor. Eso no le basta y voltea a ver hacia atrás. Lo hace con frecuencia. Y su mano tiembla. En cualquier momento se le escapa un tiro.

Podría intentar quitársela. Frenar de golpe para desestabilizarlo, darle un codazo al tiempo que sujeto el arma y quitársela. Podría lograrlo, pero también podría fallar. Tengo que pensar en Sasha.

—¿Qué quieres de mí? —me atrevo a preguntar.

—Cállate y conduce.

Luego de un buen rato llegamos hasta un motel. Es tarde y las calles lucen vacías.

—Nos cambiaremos de auto —informa.

Cuando pienso que dejará a Sasha atrás, él me pide que lo ayude a sacarla.

—Por favor, deja que se vaya. Ella no es nadie, apenas y tomamos unos tragos juntas.

—¡Te dije que te callaras! —Hace el ademán de golpearme, pero el golpe no llega.

Atemorizada y con Sasha nuevamente en el portamaletas vuelvo a la conducción. Nos devolvemos por la carretera. No hablo, él tampoco, sólo sigue mirando el retrovisor y luego volviéndose a mirar tras nosotros.

—Toma la siguiente salida y conduce hacia la derecha.

Sus indicaciones nos llevan hasta una casa en los suburbios. El lugar se ve solitario. Unos gatos pelean sobre algún tejado a lo lejos y más lejos aún se oyen disparos. Si grito por ayuda en un lugar así, no llamaré la atención de nadie.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora