XV Resolución

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—¡¿Estás ebria?!

—No, sólo bebí un poco de Whisky. Lo necesitaba, ya me siento mucho mejor.

—¡¿Cuál es tu definición de mejor?! ¿Cómo estar ebria puede ser mejor?

—¡Porque así no tengo miedo! Porque me siento tranquila y segura, porque... ¡Porque es mil veces mejor que esas absurdas píldoras que lo único que hacen es aturdirme!

Pasa las manos por su cabello, muy molesto.

—Estás en problemas —sentencia, con mirada glacial y tono igualmente frío, me recuerda a alguien.

—¡Si vas a pegarme hazlo de una puta vez! Ahorrémonos la farsa y acabemos con esto ya... Hazlo, Alex. Me lo merezco.

Da un suspiro apesadumbrado y me abraza. No es lo que esperaba y tampoco es lo que deseaba.

—No voy a lastimarte, Libi. Sólo quiero que estés bien y creo que lo estás haciendo del modo equivocado. Así no mejorarás.

—He estado aterrorizada desde el sábado y ahora por fin me siento tranquila. Necesitaba un poco de alcohol, sólo un poco.

Toma mi rostro, mirándome fijamente, como si quisiera ver a través de mí.

—¿A qué le tienes tanto miedo?

No sé qué decirle. No sé si es alguien o sólo una idea. Quizás sea una sensación, de estar en un peligro inminente, al borde de un precipicio y que todo se desmorone.

Tengo miedo de volver a estar sola en la oscuridad de una aterradora mansión o de un húmedo sótano, sin que nadie pueda ayudarme. Sin que a nadie le importe.

—¡No me dejes sola, por favor! —me aferro con fuerza a su cuerpo, sin querer dejarlo ir.

—No lo haré, Libi. Me quedaré contigo. Esta vez será diferente.

¿Esta... vez?

~❁~

Una horrenda migraña me da los buenos días, obligándome a levantarme cuanto antes. Sigo las risas que oigo desde la escalera y que vienen de la cocina.

Espi y Alex están cocinando o eso intentan. Hay harina desparramada por todo el piso.

—Estamos preparando galletas —dice él.

Debo admitir que se ve encantador con el mandil que lleva.

—¡Galletas para que mami esté feliz! —Espi ríe, alzando los manos cubiertas con masa.

—Todo lo que necesito para ser feliz está en esta cocina —me meto entre ellos y los beso. La nube negra que sentía sobre mí parece haberse desvanecido al fin.

Las galletas quedan realmente deliciosas y desayunamos en paz, los tres como una familia. Alex nos invita a pasear y quiero negarme, pero Espi está tan entusiasmada que no puedo. Servirá para relajarnos, para refrescarnos y quitarnos la tensión que hemos acumulado en estos días de pesadilla.

Llegamos a un parque de diversiones y vamos a la zona de los más pequeños. Rápidamente Espi corre y empieza a treparse por una red, apareciendo por la ventana de una especie de castillo.

—¡Cariño, no vayas tan alto! ¡Te puedes caer!

—Ella estará bien, además el suelo es de un material especial que absorbe el impacto. Si cae no se hará daño.

Aquello no me calma. El lugar está lleno de niños que gritan y corren de un lado para otro, hay demasiado ruido y siento que mi ansiedad se desborda. Tengo que sentarme para intentar controlarme.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora