LXXXVI Junto a los flamencos

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—¿Todavía estás enfadada conmigo?

En cuanto mis ojos se abren, lo primero que veo son los verdes ojos de Lucy, haciendo su mirada de cachorrito.

—Sí —le digo, acurrucándome bajo las ropas de cama.

—Pues yo creo que no es justo que me culpes por lo que hacen los demás.

—Pues yo creo que debiste contarme sobre Alicia en cuanto lo supiste.

—¿Él ya sabe que lo descubriste? ¿Por eso lo golpeaste?

Le cuento todo lo que ocurrió.

—Entonces ¿Secuestró a la novia del hermano de Damien?

—Eso es lo que Evan cree. Y yo también lo creo. No sería extraño que quisiera usarla como carnada para encontrarlo. Prácticamente Illumi ha estado cazándolo desde que supo que existía. A mí me contó que lo estaba buscando y me sentí aliviada, pero jamás lo vi desde el otro extremo.

Lucy parece pensativa.

—Libi, creo que conozco a la loca de la que él te habló. En el funeral de Damien había una mujer, era la única persona que fue. Resultó ser su amante. Él tenía una relación paralela con ella mientras estaba contigo. Y era una desquiciada, debe ser la misma.

¿Cómo no me dijo antes algo como eso?

De tanto regañarla termino con dolor de cabeza. Va por un analgésico y veo mi teléfono sobre la mesita de noche. Tengo más de cuarenta llamadas perdidas de ella e Illumi. En ese momento ni siquiera estaba en problemas todavía, son unos obsesivos y controladores.

Me tomo el analgésico y me acomodo para seguir durmiendo.

—Libi, déjame explicarte lo de Frank.

—¡No! Quiero dormir, estoy cansada.

—Él está preocupado por ti. También fue al hospital para verte, pero te fuiste antes.

—Lucy, no hay certeza de que ese hombre sea mi padre, así que...

—¡Sí la hay! Hicimos un examen de paternidad.

Me quedo sentada en la cama ¿Cómo se atrevió a hacer algo así sin mi consentimiento?

—Cuando te fui a visitar en el edificio de Illumi y usé tu baño, yo tomé cabellos de tu cepillo. ¡No podía decírtelo! Si resultaba no ser cierto, no quería que te ilusionaras.

—¡Estoy cansada de que todos me mientan! ¿Por qué no pueden decirme la verdad? ¡Tan débil piensan que soy!

—No, Libi. No es eso, sólo intentaba protegerte.

—¡Pues no quiero que me protejas! ¡Yo puedo cuidarme sola!

—Libi...

Ella no se va de la habitación, así que me voy yo. Avanzo a paso firme hasta el ascensor y subo. En la casa voy hasta la cocina y me bebo dos vasos de agua. Con un tercero me mojo la cara. Siento que arde y mi cabeza vuelve a palpitar. Me van a volver loca todos ellos, todos me enferman. Voy hacia la puerta. Hazar está en la sala.

—Señorita Libertad, el amo Illumi...

—¡No! ¡Y no te atrevas a seguirme!

Cruzo el jardín y corro por las solitarias calles de este pueblo fantasma. Corro bajo el sol del atardecer y su cielo rojizo. Corro hasta que mis pulmones arden y las piernas tiemblan. Me dejo caer en el pasto del jardín de la casa de los flamencos. Tres figuras adornan el lugar. ¿Por qué se le habrá ocurrido a K ponerlas aquí? Son lindas. Quisiera ser un ave e irme lejos, dejando todo atrás. Volar por el cielo, tan cerca del sol que mis alas ardan y acabe por convertirme en cenizas. Es una imagen poética que me llena de paz.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora