CXIX La sorpresa

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—¿Cuándo dejarás de usar la muleta? —me pregunta Sasha.

—En unas semanas. Puedo caminar sin ella, pero sólo distancias cortas. La pierna empieza a dolerme.

Mi rehabilitación sigue avanzando, pero hay cosas que toman tiempo. He vuelto al trabajo. Ya sacamos a la venta los primeros sets de origami diseñados por Sasha y han sido todo un éxito. Ella se incorporó de manera estable a nuestro equipo de trabajo y empezará a estudiar ilustración próximamente. No se despega de Marcelo y debo admitir que se ven muy tiernos juntos. Están felices. Y nada más me basta mirar hacia el lado para ver a Lía y Antonio. El amor flota en el aire en el taller y se siente maravilloso.

En la tarde paso por Espi a sus clases de actuación. Aún no ha terminado cuando llego. Está muy sonriente hablando con un niño en un rincón. El niño también le sonríe y siento que el corazón se me derrite. Cuando me ve, ella sale corriendo a mis brazos. Está creciendo tan rápido, no quiero que deje de ser mi bebé.

—Ese niño con el que hablabas ¿Es tu amigo? —le pregunto mientras vamos en el auto.

—No. Es Joan.

—Es un lindo nombre.

—Me invitó a su cumpleaños.

Eso es casi una cita, pero mi niña es muy pequeña. Voy a llorar de la emoción.

—Joan tiene muchas mascotas. Tiene caballos, vacas, ovejas, cerditos, yo sólo tengo a Collu.

—Y es un perrito precioso y muy inteligente.

—Sí, pero yo quiero tener más mascotas.

—Bebé, vivimos en un departamento, no hay espacio para más. Esos animalitos que nombras viven en granjas.

—Entonces vivamos en una granja.

—Tendríamos que irnos de la ciudad. Tu papá y yo estaríamos muy lejos de nuestros trabajos y tú estarías muy lejos de tus clases de actuación.

Ella hace un puchero y no sigue insistiendo. Una vez en el penthouse, nos cambiamos y vamos a entrenar con Karen. Illumi se nos une luego para mi práctica personalizada y mi concentración se va a la mierda. Verlo en ropa deportiva es alucinante.

—Libi, concéntrate. ¿En qué estás pensando?

—En vulgaridades.

—El control de tus pensamientos es esencial para el control de tu cuerpo. Recuéstate.

Eso no ayuda.

Hago lo que me pide. Él se sienta junto a mí y coge mi pierna lesionada. La dobla y estira. Luego de cinco repeticiones empieza a doler. La estira nuevamente y la levanta, cada vez más arriba, empujándola hacia mí.

—Auch.

—Aguanta treinta segundos.

El ejercicio se detiene justo cuando siento que se viene un calambre. Luego trae una pelota inflable de las que se usan en yoga. La sostengo entre las piernas y la levanto, una y otra vez. Los músculos de mi vientre se tensan en cada elevación. Illumi pone su mano sobre él. No sé por qué lo hace, pero que me toque en este momento tampoco ayuda.

—Esto es aburrido —le digo.

—No tiene que ser divertido.

—Podría serlo si, en vez de una pelota, te tuviera a ti entre mis piernas —le susurro.

No veo ninguna reacción a mi caliente sugerencia en su frío rostro.

—Contrólate.

Es tan aburrido. Para él el entrenamiento es sagrado, como estar en la iglesia. No entiende que ver sus bien formados hombros o sus pectorales bajo la ajustada polera que lleva me hace querer pecar.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora