LXXXVII Miedo y serenidad

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Forcejeo. Al contener la respiración, logro no sentir su sabor, pero no aguantaré mucho. Atrapa mi mano cuando intento abofetearlo y ni se inmuta cuando lo muerdo. Su beso es suave y sereno, tal como Alicia me besaba. Respiro por fin y el sabor a sangre me sobresalta. Él se aparta y me limpio la boca al instante, como si hubiera tomado veneno.

—¿La sangre es tuya o mía?

—Mía —dice él.

Cojo el vaso y hago gárgaras con el agua que queda. La escupo en el mismo vaso.

—Exagerada. Has hecho cosas peores con tu boca —se atreve a decir el infeliz.

Tomo un cojín y se lo lanzo en la cara. No hace ningún intento por esquivarlo. Le tiro todos los que hay en la cama, pero sigo enojada.

—¡Eres un cerdo! ¡Y un mentiroso! ¡Y un travesti!

¡Quiero matarlo!

Vuelve a meterse al baño y regresa con papel higiénico. No es para su labio, como pensaba. Él me lo extiende. Mi nariz ha empezado a sangrar.

—Intenta calmarte.

—¡Es tu culpa! ¿Por qué me besaste? ¿No que querías ser mi amigo? ¡Los amigos no se besan!

—Sí lo hacen. Pregúntale a Lucy.

Se acabó. Me rindo. No se puede hablar con él. Me dejo caer en la cama, sosteniendo el papel sobre mi nariz. Es el cerebro, se me reventó una vena, estoy segura. Trae más papel, pero la sangre ya no cae. La siento escurrir tras mi garganta hasta que por fin se detiene. Respiro lentamente, buscando apaciguar el retumbar en mi cabeza. Illumi se recuesta a mi lado y sigo respirando.

Me rodea con su brazo. El aire escasea de repente, espantado por su calor.

Se aprovecha porque cree que me siento vulnerable después de lo ocurrido. Cuánto se equivoca. Esta vez no estoy aterrada y no necesité de su ayuda, me salvé yo sola. Ya no soy débil y no volveré a serlo.

—Estaba asustado —susurra, pegando su cabeza a la mía.

Su mano sube hasta mi mejilla.

—Tenía miedo de no volverte a ver. No estoy acostumbrado a sentir miedo.

Trago saliva. Nuevamente hace algo inesperado y no sé cómo reaccionar.

—Tú... ¿Ya no sientes miedo de mí o sí? Me diste una cachetada y ahora me mordiste. Eso significa que ya no me temes ¿No?

—Eso significa que eres un idiota insoportable y que te detesto.

Acaricia mi mejilla y besa la otra. Siento escalofríos.

—Bien. Puedo vivir con eso. No quiero ser a quien le temas. Somos amigos ahora.

Y sigue con eso ¿Cree que soy idiota?

El pulgar que frotaba mi mejilla baja hasta mis labios. Su suave toque me hace cosquillas. No se queda allí y mi mentón se prepara para ser el siguiente en el camino de su pulgar, como antes, pero no llega a tocarlo.

—Ahora tú también sabes a sangre —dice antes de volver a besarme.

No me resisto. No puedo. Soy como una roca en la playa, bañada por las olas que van y vienen. No se las puede frenar o acabaría por romperse y convertirse en arena. Debe moverse con ellas, siguiendo el vaivén.

—Es un beso de amigos —susurra en el breve momento en que aparta su boca de la mía.

Era tan distante cuando yo estaba asustada de él. Y ahora, que le he demostrado mi desprecio, él se vuelve cercano y se atreve incluso a besarme. No tiene sentido. Es como si en vez de declararle mi odio, hubiera confesado mi amor.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora