Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]

LIV Maldito animal

Mientras desayunábamos, uno de los mayordomos de Illumi compró una enciclopedia de animales. Ni siquiera me di cuenta cuando se lo pidió, tal vez la telepatía sí sea una de sus habilidades Nen o les tiene clavadas agujas y así les da órdenes. Da igual, el punto es que Espi insistió en que la viéramos juntas y por supuesto, también invitó a Illumi.

—¿Entonces ese es un hipopótamo? No se parece en nada a los hipopótamos que yo conozco —dice él y no le creo nada.

De seguro se está haciendo el idiota para fastidiarme.

—Mami, acércate ¿Cómo se llama este animal?

—Ahí debe salir el nombre, bebé. Tú sabes leer —digo desde el otro sillón.

Ella está sentada en las piernas de Illumi, mientras él le sujeta el libro. Ni loca voy a acercarme.

—¡Mira, papi! De estos hay en casa de los abuelos —exclama ella con sorpresa—. Yo vi uno cerca de la laguna.

¿Laguna? Yo nunca vi una laguna, aunque claro, apenas y recorrí el jardín de esa horrorosa casa. Illumi debió llevarla a pasear por el lugar.

—Sí, hay muchos en la montaña, pero son más pequeños, y con más patas.

Tal vez ya debería irme.

—Mami ¿Hay de estos en el zoológico? —Espi apunta una imagen en el libro.

—¿De cuáles, cariño? Dime el nombre.

—Ba-baryonyx wal-walkeri.

Maldición, debe ser el nombre científico, no tengo idea de qué animal se trata.

—¿Puedes describirlo?

—Hmmm. Tiene muchos dientes y da miedo.

¿Será un cocodrilo? ¿O un tiburón?

—¿Mami?

No puedo seguir ignorando su mirada de cachorrito y voy junto a ella, acercándome lo suficiente para ver a qué se refiere.

—Eso es un dinosaurio. No hay en el zoológico porque ya se extinguieron.

—¿Por qué se extinguieron?

No es Espi quien pregunta, sino Illumi. Lo miro con desconfianza, pero recuerdo que es de otro mundo.

—Dicen que cayó un enorme meteorito a la Tierra y todos murieron.

—Papi ¿Qué es un meteorito?

—Una roca que viene del cielo.

La expresión de asombro en el rostro de mi hija es hermosa y me alegra poder verla de cerca.

—Entonces, nunca podré ver uno —se lamenta ella, acariciando la fotografía.

—En mi mundo todavía hay, yo puedo llevarte a verlos.