LXV Noche de fiesta II

403 46 66
                                    

—Libi ¿Estás bien? —pregunta Marcelo.

Miro el desastre que hice y retrocedo. Toda mi suerte se ha acabado de golpe y quiero salir corriendo.

¿Por qué mierda está el infeliz aquí? Debe querer fastidiarme, arruinarme la maldita noche, pero no se lo voy a permitir, no voy a salir corriendo.

Puto.

Rápidamente llegan garzones a limpiar y recoger los restos de vidrio. Me disculpo apenada.

—¡Que maravillosa entrada! —dice Elena, la mujer a la que quería ir a saludar.

—El drama se me da bien —aseguro, encogiéndome de hombros.

Perdí a Illumi de mi campo visual y eso me llena de nervios. Lo busco por todo el salón, pero no se ve por ningún lado. Espero y se haya largado.

Soñar es gratis.

Hablo con Elena y luego vamos a la mesa de aperitivos. Comer algo me quitará los nervios.

—Estos canapés con champiñones y crema están deliciosos, tienes que probarlos. —Le ofrezco uno a Elena y quien lo coge es Illumi, que llegó a mi lado de la nada.

Las piernas me tiemblan y busco a la mujer. Está a varios metros, hablando con otras personas.

—Saben bien, pero están mejor los de calamar —me dice.

¡Ni siquiera estaba hablando con él y ahora me está ofreciendo comida!

—Eso es asqueroso.

Tiene un trozo de tentáculo y está entre los dedos de Illumi.

—¿Cómo puedes saber que es asqueroso si no lo has probado?

—Me basta con mirarlo —aseguro, mirándolo fijamente.

Espero y capte la indirecta.

Una sutil sonrisa aparece en su boca antes de comerse el canapé. El estómago se me revuelve y tomo un nuevo vaso de jugo.

Me lo bebo de un sorbo y antes de que el garzón se aleje cojo otro.

—¿Qué haces aquí? —me atrevo a preguntarle, con la vista siempre al frente.

—Me invitaron.

Sí, claro y yo soy la reina de Inglaterra.

—¿Por qué razón?

—Trabajo.

Estoy a punto de atorarme con el jugo, pero logro evitarlo y carraspeo ligeramente.

—¿Vas a matar a alguien?

Me atrevo a mirarlo de reojo y creo que mi pregunta no le agrada. Me importa una mierda.

—No, Libertad. No me dedico a eso aquí.

Sí, eso dice siempre, pero no le creo nada. ¿De qué otro modo podría conseguir todo el dinero necesario para comprar un edificio, tener tantos empleados y andar regalando diamantes rosa como si fueran dulces?

—¿Ves al hombre que está junto a la mujer de vestido verde a las tres en punto?

Estúpidamente miro para donde me indica, sabiendo que busca distraer mi atención ¿Y qué es eso de las tres en punto? Deben ser sus códigos de trabajo.

—Sí ¿Qué con él? ¿Es el pobre infeliz al que vas a matar?

Suspira y creo que se está conteniendo para no estrangularme. Maldición, necesito calmarme.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora