CXVIII La fuerza del amor

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Eso vinimos a contarte. Terminé con Karina hace unos días. Ya puedes ir diciéndome cuñado.

Todo empieza a encajar en mi cabeza como las piezas de un puzzle, uno que retrata el rostro del miedo.

—¡Marcelo, dile a Illu que!...

El teléfono sale volando de mi mano. Me vuelvo y Karina está frente a mí, aferrando un enorme cuchillo.

—No grites ni intentes hacer nada estúpido.

Tranquila, Libi. Marcelo hablará con Illumi y él con Hazar. Hazar está afuera, no tardará en llegar en cualquier momento y todo terminará. Todo terminará por fin.

—Vamos, muévete. —Me señala con el cuchillo hacia el pasillo.

Avanzo por él, sin perder el contacto visual con Karina o como se llame. Me hace entrar a una habitación, que a la luz del pasillo parece vacía. Cuando ella pulsa el interruptor junto a la puerta, veo el nylon que cubre el piso. Se me aprieta el vientre. La mujer, cuyos ojos dulces se han vuelto oscuros y fríos, cierra la puerta y se apoya en ella.

—Eres una escoria... Arruinaste mi vida… Me quitaste al hombre que amaba y vas a pagar por eso.

Finas lágrimas bañan su rostro. Por un momento el dolor que anida en sus ojos me conmueve y olvido que es una psicópata. Es sólo por un momento.

—Fue en defensa propia ¡Él iba a matarme!

—¡Mentirosa! Eres una perra mentirosa, él no le haría daño a nadie.

—¡A mí me lo hizo! Y te lo hizo a ti también, sólo mírate. Mira en qué te convirtió… Eres una víctima de él, no te conviertas en victimaria, por favor… Todavía estás a tiempo, todavía puedes ser feliz...

—¡Cállate! ¡Nada de lo que digas cambiará lo que nos hiciste!

Avanza hacia mí con el cuchillo en alto. Le sostengo los brazos, evitando que los baje. Ella grita, la empujo contra el muro. Su pie me pega en el vientre y caigo al suelo. El golpe en la cabeza me aturde un poco, pero no lo suficiente como para darle también una patada cuando intenta abalanzarse sobre mí. El cuchillo se le suelta. Lo tomo y salgo corriendo de la habitación.

Grito llamando a Hazar mientras corro hacia la puerta. Está cerrada con llave. Intento abrir el ventanal, mis dedos sudorosos se resbalan. No logro abrirlo. Busco alrededor algo para romper el grueso cristal. Movimiento en el pasillo. Ella viene y me apunta con un arma. Me lanzo al suelo. El atronador ruido del disparo retumba en mis oídos, seguido del cristal siendo atravesado. Gateo hacia la escalera, oyendo más disparos. Repto por los peldaños. Hazar no está, ya habría entrado al oír los disparos, qué haré, qué haré. Sigo subiendo, resbalo. Maldito sudor. Ya no es sudor, mi mano está llena de sangre. Me impulso de la baranda y logro llegar al segundo piso. Entro por la primera puerta que veo. Un dormitorio. Trato de mover un estante. Es pesado y mis manos resbalosas. Cubro la mitad de la puerta. Es suficiente por ahora. Ella la abre, pero no puede entrar. Sí entran sus gruñidos furiosos, sus insultos y maldiciones, su odio. Y más disparos. Abro la ventana. Veo el techo del primer piso y salgo, oyéndola empujar el mueble. Piso las tejas, algunas crujen. Me tambaleo y ruedo, intentando aferrarme a algo. Nada. Todo es resbaloso. El techo se acaba y me agarro de la canaleta. Siento un desgarro en las axilas. No te sueltes, Libi, todavía estás muy alto… Espi… mi Espi…

Caigo. Mi pierna cruje como lo hacían las tejas y duele como el infierno. Está en llamas, ya no podré ir a ninguna parte… Illu… ¿Dónde estás, Illu?...

Mi vista empieza a oscurecerse. Sacudo la cabeza, tengo frío, hay sangre… ella aparece. La mujer me apunta desde el borde del techo. Sigue llorando… yo también lloro, incapaz de moverme… ella dispara… dolor y un pitido en los oídos que se vuelve cada vez más lejano.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora