XXXIII Pánico

306 42 10
                                    

Debe estar bromeando.

—Lo digo en serio —dice y siento escalofríos.

Él sigue sabiendo lo que pienso.

Corro el corto trecho que me separa del ascensor y con mis dedos temblorosos pulso el botón del primer piso.

Illumi se apresura e impide que se cierren las puertas.

—¡Por favor, aléjate! —le suplico, al borde del pánico, agazapada en un rincón.

La intensa luz que allí hay, contrasta con la penumbra del penthouse e Illumi parece sorprendido de verme.

—¿Qué te pasó?

Miro hacia el costado, encontrándome con el reflejo de una mujer empapada por la lluvia y cuyo rostro guarda evidencias de la pequeña batalla que libró en el centro comercial, hace algunas horas.

Me resulta absolutamente indiferente. He visto mi rostro en peores condiciones. Unas pequeñas magulladuras y moretones no son nada comparado con estar alejada de mi hija. Eso sí que me destroza.

—Te dije... Que había tenido un problema...

Vuelvo a pulsar el botón para que se cierren las puertas, pero él no muestra ninguna intención de querer soltarlas.

Ni de dejarme ir.

—E-estoy ca-cansada y qui-quiero irme...

—Ya dije que puedes quedarte aquí. Escoge una habitación en el primer nivel, yo me quedo en el penthouse. Nos separarán veinte pisos.

—Y yo... Ya te dije que no.

—No. No lo habías dicho.

Suelta las puertas, que por fin se cierran, alejándome de él. Llevo una mano a mi pecho y vuelvo a respirar. Ha sido aterrador volver a sentirme acechada por él, como una presa sin escapatoria, a merced de un lunático incapaz de sentir piedad.

Toda la energía me la gasté en la pelea de la tarde, no sería capaz de enfrentarme a él ahora y menos con lo alterada que estoy. Quiero irme a casa cuanto antes.

Sigo temblando y el camino al primer piso se me hace eterno, más todavía con un tortuoso pensamiento no me deja en paz.

Si él quería que me quedara, me cuesta creer que me haya dejado ir tan fácilmente.

Un estremecimiento del ascensor me arranca un grito y cuando quedo completamente a oscuras, contengo el aliento. El ascensor se ha detenido.

Con la prisa, olvidé mi bolso y mi teléfono en el auto. Busco a tientas el tablero y presiono los botones donde recuerdo que puede estar el de emergencia.

Una luz roja se enciende.

—¡Estoy atrapada en el ascensor! —grito, cada vez más asustada.

—Mantenga la calma, señorita Libertad, la sacaremos en unos segundos —dice la robótica voz de un hombre por el intercomunicador.

Ha sido él, estoy segura. Nuevamente he caído en su trampa.

—¡Por favor, dese prisa!

Unas débiles luces se encienden, son las de emergencia. Pronto, un repentino calor empieza a sofocarme. En vano intento abanicarme con la mano, que sólo me devuelve el mismo aire cálido que poco a poco se va viciando.

Me quedaré sin oxígeno.

Pese a eso, cada vez respiro más y más rápido.

Es una tortura. Este pequeño ascensor se ha convertido en su cuarto de torturas. Debe estar viendo como lentamente desfallezco a través de sus cámaras de vigilancia.

—¿Señorita Libertad? —dice la voz, que inunda el lugar como si viniera de todas partes—. Mantenga la calma, sólo se trata de un apagón debido a la tormenta. Estamos trabajando para sacarla de ahí.

No le creo nada. Ha sido él. Se divierte jugando conmigo, y yo se lo sigo permitiendo.

Y lo seguiré haciendo bajo la promesa de ver a Espi. Ambos lo sabemos y no puede ser de otro modo, pues no renunciaré a ella.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero creo que mucho. La pequeña luz roja titila y empieza a bailar frente a mí.  En el espejo, veo mi cuerpo deformarse como si el calor abrasador que siento, me estuviera derritiendo. Cierro los ojos, intentando pensar en otra cosa.

Lo intento con todas las fuerzas que me quedan, pero mis extremidades hormiguean y mi garganta ha empezado a cerrarse. El aire caliente entra cada vez con más dificultad y no me sacia.

No duraré mucho más.

Un nuevo estremecimiento pone en marcha el ascensor, que vuelve a bajar con normalidad. Apenas y me sostengo en pie, pero me preparo a salir corriendo en cuanto las puertas se abren.

Una gran cantidad de mayordomos es lo primero que veo. Intento pasar entre ellos, pero alguien me atrapa.

Bajo la luz que débilmente nos ilumina, no necesito verlo para saber que se trata de él.

Conozco demasiado bien la sensación de sus dedos aferrándome; su tamaño, su fuerza, no se han borrado de mi mente.

—¡Suéltame! ¡Tengo que irme! —forcejeo con desesperación.

—Tranquilízate, Libertad.

Habla tan cerca de mi piel, que la hace vibrar.

Y su inolvidable aroma. No quiero volver a sentirlo, no quiero recordarlo.

Mi garganta se cierra más todavía y ya yo puedo respirar.

—Tiene un ataque de pánico, llama al médico.

—Enseguida, amo Illumi.

Me levanta del suelo antes de que mi cuerpo caiga y siento arcadas cuando me pega contra su pecho.

Recostándome en un sillón, vuelve a aferrar mis manos cuando me clavo los dedos en el cuello, desesperada por la falta de aire.

No quiero morir así y que su horrible rostro sea lo último que vea.

Siento una mascarilla que cubre mi boca y nariz. Al inhalar, un aire refrescante y liviano pasa por mi estrecha garganta. La sostengo con fuerza, sabiendo que bajo mi mano está la de Illumi.

—Tranquila, todo estará bien.

Es lo último que logro oír. 

********************************************************************

¿Será todo parte del plan de Illumi o es la mala suerte que no deja en paz a Libi?

PD: desearía haberles traído un capítulo feliz, pero es lo que venía 😔

¡Gracias por leer y feliz navidad! 😘

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora