LI Disfraces

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Llego muy temprano al edificio de Illumi. Quiero ser quien despierte a Espi. Como es costumbre, Ariel sube en el ascensor conmigo.

—Se le ve muy animada el día de hoy.

Me puse ropa colorida y me maquillé.

—Quiero que mi hija me vea feliz —le digo con una radiante sonrisa.

Sé que lo es porque estuve practicando frente al espejo. Confío en que de tanto repetirla se vuelva natural y genuina como una vez lo fue.

Las puertas del ascensor se abren y es Karen quien me recibe.

Me hace su típica reverencia y yo la saludo con mi sonrisa radiante. Ella titubea, pero termina por sonreír también. Le falta practicar más.

—¿Illumi no está?

—Sí, pero no en el penthouse. La niña sigue dormida.

Perfecto. Voy en silencio a su habitación, donde duerme como un angelito. Beso su pálida mejilla y se remueve. Vuelvo a besarla y por fin abre los ojos.

—¡Mami!

La estrecho en mis brazos, besando ahora su cabeza.

—Yo no estoy enojada contigo, amor. Sólo me preocupó que te hicieras daño. No quiero que sufras, bebé.

—No me dolió.

Oír aquello me hace estremecer. Se supone que mordió a Desi, por eso no le dolió a ella.

—Aún así, no quiero que haya marcas en tu cuerpo como las que hay en el mío ¿Lo entiendes?

Ella asiente.

—Primero te daré un baño y luego haremos galletas para el desayuno.

Ella celebra y la llevo al baño. Se quita la ropa y se mete en la tina. Mojo su cuerpo y lo reviso en busca de marcas. Hay bastantes. Mordidas en sus brazos, arañazos en sus piernas y moretones en varias partes.

Si no supiera lo que ocurre, habría pensado que Illumi es un animal aun más despreciable de lo que es.

—¿Qué te pasó en la espalda?

Tiene unas marcas horizontales, como latigazos.

—Me pegué.

—¿Cómo?

—Con el librero.

Le pido que me describa cómo ocurrió. Me dice que se dejó caer contra el mueble repetidas veces, hasta hacerse esas extrañas marcas.

—Luego me sentí mejor.

Inhalo profundamente para que no se me salgan las lágrimas. Esa desesperación desbordada que debió sentir la conozco muy bien.

—Hay otras formas de sentirse mejor, por ejemplo... Haciendo ejercicios de respiración. Yo puedo enseñarte.

—Mi papi y Karen ya lo hicieron. No funciona.

A mí tampoco me funciona mucho que digamos.

—¿Has intentado gritar?

Me mira pensativa.

—Puedes gritar lo más fuerte que puedas o salir corriendo hasta que estés tan cansada que ya no te queden energías para sentirte mal.

—Lo intentaré —promete con una radiante sonrisa y me pregunto si también la habrá practicado frente al espejo como yo.

Ella va por su ropa al closet. Es un enorme walking closet, lleno de prendas coloridas y bellas, accesorios y zapatos brillantes. Al ver aquello no puedo evitar pensar que Illumi la ve como si fuera una muñeca. Le ha comprado mucha ropa de muñeca, con muchos vuelos y moños.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora