CIII Día de regalos

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Estoy muy nerviosa. Illumi quiso que esperáramos hasta después del desayuno para darle su regalo a Espi. Ya no doy más, las sorpresas no son lo mío, mi paciencia es una mierda.

—Mami ¿Cuándo iremos a visitar al abuelo?

—Eh... No lo sé, él es un hombre muy ocupado.

—Buh. Papi ¿Cuándo iremos a visitar a la abuela?

Estoy a punto de ahogarme, pero logro tragar el té sin escupirlo.

—Bebé ¿Ya terminaste? Hay algo que debes ver —me apresuro a decirle.

Ella termina y por fin dejamos el penthouse. Llegamos los tres hasta el jardín que hay fuera del edificio. Espi parece tan ansiosa como yo cuando le digo que le daremos un regalo por ser una actriz tan talentosa y la mejor hija del mundo. Cuando ve al mayordomo que trae su regalo, empieza a gritar. Y yo me río, dando por hecho que se debe a la emoción. Dejo de hacerlo cuando corre hacia Illumi, pidiéndole que la cargue en sus brazos.

—Espi, es tu mascota. Míralo, es un cachorrito hermoso.

El animalito está corriendo alrededor de mis pies, moviendo su cola frenéticamente. Es blanco y muy peludo, como un muñequito de felpa.

—¡No quiero verlo! Papi llévatelo, por favor.

No lo entiendo. Me agacho para acariciarlo. Es suave y abrazable. No tarda en empezar a lamer mi rostro y de las cosquillas que me hace, pierdo el equilibrio. Caigo de espaldas sobre el pasto, con el juguetón cachorro encima.

—¡Papi, haz algo! Se está comiendo a mi mami.

—No se la está comiendo, sólo la llena de pelo y babas. Hubiese sido mejor conseguir un pez.

—¡Sí, un pececito! Los pececitos son lindos, cámbialo por un pececito.

No puede ser cierto.

—Espi ¿Por qué le tienes miedo? Él sólo quiere jugar y ser tu amigo. Mira su carita adorable —lo cargo en mis brazos para mostrárselo.

Ella levanta tímidamente la cabeza que tiene hundida en el hombro de Illumi.

—Él es un bebé igual que tú y quiere tener una familia. Nosotros podemos ser su familia y a cambio, él nos dará todo su amor y fidelidad. Vamos, hija. Tócalo, él no te hará nada malo.

Sin dejar de verlo con desconfianza, estira una manito temblorosa. Él cachorro le huele los dedos y les da un lengüetazo. Ella retira la mano con espanto y se la mira. Vuelve a estirarla y ya no la quita cuando él la lame.

—Su lengua hace cosquillas —dice riendo y respiro con alivio.

No pasa mucho hasta que se atreve a bajar y bajo también al perrito. Lo acaricia. Es un animal muy inquieto y le brinca encima hasta que la bota, igual que a mí. Supongo que está tan emocionado como nosotras. Por fin ha dejado de estar solo en el mundo.

El mayordomo también trajo un bolso con las cosas que compramos para el perrito, entre ellas muchos juguetes. Le doy uno a Espi para que jueguen. El cachorro empieza a perseguir la pelota y ella lo persigue a él, corriendo a cuatro patas.

—Así me gusta verla, jugando como una niña de su edad y no comportándose como una vieja precoz.

—Espero que su coeficiente intelectual no se vea afectado.

—También hablas como un viejo. La gente feliz es más inteligente, te lo aseguro.

Ahora es el perro quien persigue a Espi, que gatea por el pasto.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora