XI Mascota

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Narra Illumi

Tras terminar un trabajo con padre, voy a la residencia en la ladera norte, donde guardo a mis mascotas. Me he sentido un poco extraño, madre dice que es la pubertad y que ir al cuarto de castigos me hará sentir mejor, pero no ha funcionado.

Entro a la casa y ella debe venir a saludarme, pero tarda. Cada segundo de retraso suma castigos, debo disciplinarla.

Ella llega diez segundos tarde.

—Trae la fusta —le ordeno. Si protesta o intenta excusarse o tan sólo se le ocurre hablar sin mi autorización su castigo empeorará. Lo sabe y obedece. Llega tras unos segundos, con la fusta en la boca. Cada vez camina mejor en cuatro patas.

Sentándome en el sillón, espero que se ubique junto a mí y levante el hermoso vestido de seda que lleva. Es muy parecido a los que madre usa.

—¿Por qué voy a castigarte, Bloody?

—Por-porque... llegué tarde —su voz tiembla y me parece un sonido hermoso.

—Te daré un azote por cada segundo que tardaste. Serán diez azotes en total ¿Crees que es injusto?

—No-no, amo.

Dejo caer el primer golpe y su frágil cuerpo se estremece. Observo con detención cómo progresivamente la pálida piel de su trasero se va tornando de un bello rosa claro. Doy el segundo golpe en el mismo lugar y el rosa se vuelve más intenso y sigo hasta que es tan rojo como la sangre.

Y mi sangre late violentamente en respuesta. He azotado personas trabajando con papá y no se siente igual. De hecho no siento nada, pero con Bloody II es distinto. Me gusta castigarla, muy en el fondo deseaba que se demorara más.

El castigo termina y ella se voltea, sentándose frente a mí. Hace una mueca de dolor cuando apoya su trasero sobre el suelo y limpia las lágrimas que ha derramado.

—¿Te has empezado a sentir diferente estos días? —inclina su cabeza como un cachorro que no entiende—. Por eso de la pubertad, tú también estás en esa edad —se sonroja y baja la mirada. Nunca antes la había visto avergonzada, furiosa, asustada o histérica sí, pero no la timidez que muestra ahora. Me produce curiosidad.

No contesta.

—Dime lo que sientes —levanto su mentón para obligarla a mirarme y sus mejillas se vuelven tan rojas como la piel que azoté hace un rato.

Y me hace sentir del mismo modo.

—Me duele el trasero —se queja.

—Eso ya lo sé. Dime lo que sientes aquí —señalo su cabeza, deslizando los dedos por su hermoso cabello rojo.

—Tengo miedo... me secuestraste y me has estado tratando como a un perro —llora. Detesto que lo haga.

—Es educación. Y no te secuestré, te recogí y te di un hogar.

—¡Ya tenía un hogar! Sólo salí a comprar y...

—¡Basta! Eres una malagradecida —retrocede, asustada, viendo cómo aferro con fuerza la fusta.

—¡Perdón, amo! ¡Por favor, no volverá a pasar! —se inclina suplicando y besa mis zapatos. Inhalo profundamente y le acaricio la cabeza—. Quiero... ser una buena mascota, de verdad. Gracias... gracias por traerme...

Oír aquello me satisface y la perdono. Después de todo, es mucho más obediente que su predecesora. Acaricio su cabeza hasta que se duerme.

Mis visitas a Bloody se ven interrumpidas por el trabajo. Hemos tenido mucho y en él gasto toda mi energía. Estar cansado es bueno, Madre dice que así no pensamos en cosas innecesarias. Sin embargo, estaba tan entusiasmado con ser reconocido por mis padres que maté a mi objetivo demasiado rápido.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora