LXIX Descansar en paz

341 46 56
                                    

Illumi avanza y me agazapo en mi rincón del sillón. Fue en un lugar así donde me atacó por última vez, terminando por romperme y destrozar el poco amor que seguía sintiendo por él. Ya no más, no lo permitiré.

Vuelve a sentarse donde estaba en un principio.

—Tienes razón, tal vez sea bueno que sigamos esta conversación. El alcohol te ha dado la valentía necesaria para confrontarme. Di todo lo que tengas que decirme.

—¡Yo no quiero hablar contigo! ¿No lo entiendes? No, sí lo entiendes, pero te importa una mierda mi opinión, así ha sido siempre.

—Solía ser intransigente, lo admito, pero me he vuelto más tolerante ¿Pregúntale a Lucy? Viene cuando se le da la gana y no disimula su antipatía hacia mí, pero sigue viva. Eso es ser tolerante.

Me llevo las manos a la cabeza. No vale la pena hablar con él, no entiende nada. Finge haberse adaptado a este mundo, pero jamás podrá hacerlo.

—No voy a obligarte a hacer nada que no quieras.

Y sigue con sus mentiras.

—¿En serio? ¿Qué hago aquí entonces?

—Excepto si tiene que ver con tu seguridad —aclara.

¿Y si quisiera irme? ¿Me encerraría? Quiero preguntárselo, pero qué sentido tendría. Él mentirá y yo no me iré. No hay lugar donde pueda esconderme o sentirme más segura que aquí. Me he quedado sin opciones.

Sólo tengo a mi Esperanza y es suya también.

—¿Y qué pasará cuando logre ser feliz? —fantaseo. En este momento se ve como un anhelo inalcanzable—. ¿Te irás?

—Seguiré viniendo por nuestra hija. Aun si encuentras a alguien más para compartir tu vida, yo soy el padre de Esperanza. Vendré a visitarla de vez en cuando.

Se oye como una mentira estratosférica y me quedo sin aliento. ¿Él me dejará en paz? ¿Ese día llegará?

—No te creo.

Suspira. Sus intentos por disimular que está enfadado son bastante buenos.

—Desde que llegué, no he interferido en tu vida amorosa. Incluso envié hombres a cuidar de esa mujer. ¿No es prueba suficiente de que no volví para acosarte?

Illumi es extraño y, a ratos, desconcertante, pero tampoco espero lograr entender su modo de razonar. Él opera de maneras misteriosas con fines inesperados.

—No lo sé. Todo lo que haces me resulta sospechoso y no puedes culparme por ello.

—Sólo intento que tengamos una buena relación, por nuestra hija.

Una parte de mi cerebro muere cada vez que le oigo decir "nuestra hija".

—¿Qué tipo de relación?

Realmente debo estar muy ebria para atreverme a preguntarle algo así.

—Amistad.

Aquella palabra sale de su boca y resuena por la sala, como un eco distante. Lo miro fijamente por si me está jodiendo y estallo en carcajadas. No creí que pudiera volver a reírme con tantas ganas después de que mi vida se fuera por la borda.

—¡Debo reconocer que tu sentido del humor ha mejorado! Jajajaja. ¡Deberías dedicarte a la comedia!

Mis risas inundan la habitación y me duele el vientre. Él se cruza de brazos, indignado.

—No le veo la gracia. Siempre se ríen cuando estoy hablando en serio —se queja.

Y me da más risa.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora