XXIII Nuevas reglas

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¿Cuánto dura un segundo?

Puede ser una pregunta estúpida, pero si Einstein tenía razón y el tiempo es relativo, entonces no todos los segundos duran lo mismo.

Los habrá fugaces como parpadeos y lentos como un caracol subiendo una montaña.

Estos últimos son los que van de la mano con el miedo. Cuando estás asustada el tiempo se estira cual goma de mascar y podrías vivir una vida entera en unos cuantos segundos, igual como ocurre en los sueños.

Sé que estoy despierta porque me duele hasta el pelo y también sé que en los pocos segundos que tardó el vaso en llegar de mi mano hasta el suelo, toda mi vida junto a Illumi pasó frente a mis ojos. Y terminó en un choque estruendoso, tal como comenzó.

—¿E-Eres real?

La sensación de déjà vu es inevitable.

—¿Vas a volver a preguntarme si soy un cosplayer también?

Oír su voz se siente como un golpe y sé que mi mente no es tan poderosa. Finalmente decidió aparecer frente a mí, en el peor momento posible, cuando más débil estoy.

—¿P-por qué... tenías que v-volver?...

Mi voz tiembla tanto como yo y está llena de debilidad y terror.

—Es un mundo libre, puedo ir donde quiera. No necesito tu permiso.

Su actitud, aparentemente relajada, me mantiene al borde de un paro cardiaco.

—No... No quiero que estés... cerca de mí.

—Bien. Tampoco quiero estarlo. Si regresé fue por nuestra hija.

Estoy segura de oír algo crujir dentro de mi cabeza y siento ganas de reír. Si antes pensaba que Illumi estaba loco, ahora tengo la certeza de que se ha superado a sí mismo.

—¡¿Qué?!... T-tú y yo... no tenemos ninguna hija. Espi... ella no es tu hija porque... porque ni siquiera es mi hija biológica... yo la adopté.

—Por eso. Es tu hija porque tú lo decidiste. Yo también decidí que fuera mi hija, así que lo es —dice con absoluta ligereza, tanta que me asusta.

Pero es un miedo diferente al de antes, porque él actúa diferente también. Él... él parece estar en completa calma. Aquello no me tranquiliza, sino todo lo contrario.

—¡Las cosas no funcionan así... Tú... tú no puedes...!

De pronto, todo parece tener sentido y mi misterioso regreso a casa podría tener explicación.

—¡¿Fuiste... Fuiste tú quien me trajo de regreso?!

—¿Quién más lo haría?

Sin embargo, estoy lejos de sentirme aliviada.

—¡¿Y... Por qué no trajiste a Espi?!

Si me salvó a mí, pudo hacer lo mismo con ella y alejarla de las manos de ese pervertido.

—Porque no mereces estar con ella.

Me aferro del borde del lavaplatos con fuerza.

—¿Q-Qué?

—Has sido una madre desastrosa. Te dejé pasar el incidente de la quemadura, pero esto sobrepasó todos los límites.

—Yo... ¡Yo no sabía quién era él...!

—Prácticamente se la entregaste.

—¡Cállate!... Cállate... No digas eso...

—Tú puedes hacer con tu vida lo que quieras, pero no con la de ella.

Voltea para irse y yo lo sigo.

—Espera... N-no puedes quitármela... ¡Es mi hija!

No contesta.

—Illumi... por favor... no te la lleves... ¡Ella es lo más importante para mí!

Detiene su marcha a pocos pasos de la salida.

—Eso se te olvida muy a menudo —sentencia y siento que el aire se enfría dentro de mis pulmones.

—¡Al menos dime si está bien!

—Ahora lo estará —dice, cerrando la puerta tras él.

Me desplomo en medio de la sala. Acabo de perder a mi hija para siempre. Illumi se la llevará lejos y jamás volveré a verla. Mi pequeña no está en manos de un pervertido, pero sí de un sociópata como Illumi.

No tiene sentido, nada lo tiene. Esto no puede estar pasando.

Al poco rato de la partida de Illumi, el timbre suena. Es Alicia.

—Libi ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas?

Me lanzo a sus brazos y no sé por dónde empezar a contarle. Termino diciéndole casi todo al mismo tiempo, en una avalancha de llanto y palabras que se atropellan mutuamente.

—Tu ex no puede quitarte a la niña. Pusiste denuncias por violencia en su contra ¿No? Ningún juez permitirá que tenga la tuición en esas condiciones. Ya verás como la recuperaremos pronto —intenta animarme inútilmente.

Agradezco sus palabras de ánimo con una pobre sonrisa.

—Lo importante ahora es que descanses y te recuperes. Tienes que estar fuerte por Espi.

Me ayuda a regresar al dormitorio.

—¿Puedes darme el bolso azul que está en el closet? —le pido.

Ella me lo entrega. Allí es donde guardo mis medicinas.

—Tendré que volver a tomarlas, estoy teniendo alucinaciones.

—En serio ¿Y qué ves?

Casi parece una broma.

—Al hermano de mi ex —digo riendo—. Está de pie, observándonos desde el rincón.

Ella voltea a mirar, parece asustada.

—¿Y por qué lo ves a él?

—No lo sé, pero empecé a verlo cuando estuve secuestrada en el sótano. Era la única compañía que tuve. Mi terapeuta dice que es un mecanismo de mi cerebro, para protegerse. Han pasado casi cuatro años de eso y ahora ha vuelto.

—Has estado muy estresada, esa debe ser la razón. Debes tomarte las cosas con calma y todo irá bien.

—Sí...

Las píldoras comienzan a hacer efecto y empiezo a adormecerme. Alicia se despide y promete regresar por la mañana para que desayunemos juntas.

Mis ojos empiezan a cerrarse y ya no temo quedar inconsciente. Illumi regresó y no me llevó con él. En esta ocasión, su juego será muy distinto al de la última vez.

Oigo mi teléfono sonar sobre la mesita de noche y me sobresalto. Illumi incluso se tomó la molestia de traerlo.

Maldito loco.

Hay un mensaje.

Desconocido: No he olvidado que también es tu hija, pero no la verás hasta que me demuestres que puedo confiar en ti.

Junto al mensaje también hay un video. Con los ojos llenos de lágrimas, veo a Espi a salvo, haciendo un dibujo que enseña a la cámara.

¿Para quién es esa flor?

Es la voz de Illumi.

Para mi mami —contesta ella.

El video termina allí.

Lo veo una y otra vez, hasta que me duermo, oyendo la dulce voz de mi pequeña. 

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Illumi ha logrado tomar el control de la situación y Libi vuelve a estar acorralada.

¿Tendrá éxito el plan de Illumi?

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora