XLVII Crisis

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Llego al edificio de Illumi cinco minutos antes de la hora acordada. Inhalo profundamente hasta que el portón del estacionamiento se abre para mí. Sólo alcanzo a avanzar unos metros antes de que uno de los mayordomos me pida las llaves. Lo veo irse con mi auto y camino hacia la entrada. 

No importa cuántas veces haya venido, cruzar esta puerta se siente como entrar al infierno.

«¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!».

¿No era ese el mensaje que advertía a los que se aventuraban a llegar al infierno de Dante*?

Es gracioso que yo deba entrar precisamente porque dentro está mi Esperanza.

Los mayordomos de la recepción me saludan con reverencias, como si yo fuera alguien muy importante.

La segunda puerta al infierno son las del ascensor, un pequeño averno asfixiante.

Ariel entra después de mí, sin que se lo pida.

—¿Cómo ha estado? —pregunta, presionando el botón del penthouse.

—Bien.

—Se nota.

Lo miro con curiosidad.

—¿A qué te refieres?

—A que comparada con el día en que nos conocimos, hoy se ve radiante —comenta, sin apartar la mirada de las puertas y con su postura siempre estoica.

Volteo a mirarme en los espejos. Ese día estaba famélica y extenuada, no debe ser muy difícil verse mejor que eso, aunque comparado con circunstancias normales, tengo menos ojeras y un poco de color en las mejillas. Y si no fuera porque estar aquí me asusta, supongo que me vería bastante bien.

En la mañana salí a trotar nuevamente y he intentado consumir alimentos orgánicos. Me siento con más ánimo y energía, tal vez eso es lo que Ariel ve.

El efecto Alicia.

Sonrío hasta que las puertas se abren: la tercera puerta del infierno, que me lleva al séptimo círculo. Allí están los asesinos e Illumi entre ellos, ahogándose en un río de sangre hirviente, la misma que se dedicaron a derramar durante sus vidas.

Sin embargo, Illumi no se ve por ninguna parte. Él siempre me espera en el vestíbulo.

—El amo Illumi tuvo asuntos urgentes que atender, llegará más tarde —avisa Ariel antes de que las puertas del ascensor se cierren y desaparezca de mi vista.

Asuntos urgentes. Si antes estaba nerviosa ahora lo estoy más todavía y le envío un mensaje a Alicia. Tengo un mal presentimiento.

Voy al cuarto de Espi y ella salta a mis brazos. Disfruto de su suave calor y su fresco aroma. Cada vez que la veo parece más grande y hermosa.

—Vine a ver esos dibujos.

Nos sentamos en su mesita y ella describe sus pequeñas obras de arte con minucioso detallismo.

Karen también está aquí, luego de saludarme con una reverencia, se ha puesto a leer un libro en el sillón.

Extrañamente su presencia ya no me molesta, ella no es mi enemiga, nunca lo ha sido y comprenderlo me da mucha paz mental.

—Éste es el conejito dormilón —dice Espi, mostrándome un dibujo donde se ve algo similar a una nube sobre el suelo—. Se llama así porque el conejito está durmiendo.

—Te quedó muy lindo, bebé.

Ella sonríe con orgullo y deja el dibujo en la mesa para tomar otro de la pila que tiene entre sus manos.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora