XCV Telepatía desbloqueada

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—¿Y cómo me presentarás ante las personas en la cena?

Con Illumi vamos camino al lugar. Estoy un poco nerviosa, no quiero arruinarlo.

—Una amiga o futura socia. Eso puede servirte para seguir presionando a Bermúdez.

—No es necesario, su hermana fue bastante eficiente. Me reuniré con él mañana. Supongo que amigos está bien.

Él me besa la mejilla. No tarda en buscar mi boca y disfruto respondiéndole. Sus besos son muy diferentes a los de antes, han mejorado. Antes la seducción en ellos era parte del control y quizás todas sus muestras de afecto tuvieran el mismo propósito, someterme. Incluso puede que él ni siquiera lo disfrutara. Hacerlo era un trámite al que acabó acostumbrándose ¿Habrá sido así?

Ojalá y pudiera saber lo que piensa en este momento, en que sus labios abrazan a los míos. No siento que quiera controlarme con sus besos, sino hacerme sentir bien, acompañada, querida. Son dulces, pero estimulantes. Su alcance va más allá de mi boca, abarcan todo mi cuerpo y lo hacen vibrar. Los disfruto y él también se toma su tiempo en disfrutarlos.

Nos separamos, sin dejar de mirarnos.

—¿Fue Angelina quien te enseñó a besar así?

Se aparta, sin responder.

—¿Por qué te enfadas? Es sólo una pregunta.

—¿Y quieres hablar de eso?

—Tengo curiosidad. Ahora besas diferente y dijiste que con ella practicabas. Supongo que es buena maestra.

Se queda en silencio, mirando por la ventana. Obviamente fue ella, pero no sé por qué el tema le molesta. Quizás terminaron de mala manera.

Llegamos por fin al recinto en que se realizará la cena. Pensé que sería en un restaurante o un salón de eventos, pero es algo mucho más íntimo, es en una casa. Una verdadera mansión, de hecho, como la de Lucy. Illumi no me dijo nada sobre las personas a las que veremos ni sobre el propósito de la cena y no me ha hablado desde que le hice esa pregunta. Le ruego a mi buda interior que me dé la fortaleza y sabiduría necesarias para no meter la pata.

Una joven sirvienta nos recibe y nos conduce a la sala de estar. Los sillones gritan antiguo y costoso a todo pulmón debajo de una lámpara de lágrimas que probablemente sea de diamantes. En medio de tanto lujo, una mujer se levanta y nos da la bienvenida.

Es una mujer escultural, digna de la portada de una revista para hombres. El ajustado vestido que lleva le queda como un guante y marca sus prominentes curvas que parecen tan exageradas. Se menea al andar y estoy segura de que los hombres se dan la vuelta para mirarla en la calle. Me regaño mentalmente al notar que me quedo viendo su busto más de lo apropiado. Tanta redondez no puede ser natural. Siento ganas de apretarlos y saber si son esponjosos o turgentes.

—Siempre puntual, señor Klosse. Es un placer verlo.

Por supuesto que lo es. Ella se lo come con los ojos y no disimula ni un poco. Y para Illumi, que ya venía molesto, aquel tonito seductor le cae como una patada en los riñones. No dice nada, no hace ningún gesto que lo delate, pero lo conozco demasiado bien como para saber que quiere matarla.

Le extiende la mano y los intentos de la mujer de besarlo en la mejilla se ven frustrados. Entonces se percata de mi presencia.

—¿Quién es ella? Pensé que vendría con Angelina.

Esta mujer ya está muerta.

La sed de sangre de Illumi acaba por salir, bastante tenue, por cierto. Es como una leve bruma de terror, pero amenaza con volverse intolerable. Ella se inquieta, sin saber lo que ocurre. Se lleva una mano al pecho y mira en todas direcciones, aterrada.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora