IV Ansiedad

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Un dolor palpitante en el vientre me mantiene despierta.

Late tan rápido como mi corazón.

No sé cuánto tiempo llevo aquí, no recuerdo cuándo fue la última vez que comí o tomé agua. En este momento no tengo nada.

Él me lo ha quitado todo.

Sólo quedó yo, en este instante, con las pocas ideas y fuerza que me quedan; con el miedo y la ira llenando mi estómago.

¿Cuánto más durará mi dolor? ¿cuánto podré soportar?

Unas horas, días. El tiempo se expande en un eterno minuto de silencio, donde sueño.

Una vida que no fue, una familia que se rompió.

Lucy.

La universidad.

Illumi.

Mis recuerdos parecen sueños y pasan por mi mente todos al mismo tiempo. Ya no hay pasado ni futuro, sólo el presente, el ahora en la fría oscuridad, en el silencio de la que será mi tumba.

¿Quién soy?

¿Qué soy?

¿Por qué no puedo ser feliz?

Él llega y trae la luz, aunque me empuja a las tinieblas.

Trae comida.

—Te dije que limpiaras y sólo te quedaste allí echada como la perra que eres.

No me dará la comida. Se sienta frente a mí y comienza a comer.

Mi estómago arde y el vientre me late con más fuerza. Hay sangre, creo que estoy herida.

La vista se me nubla y lo veo entre la bruma de mi mente fatigada.

Nunca lo vi con mayor claridad. Es un monstruo, siempre lo fue.

—Me aburres. Vamos a jugar un juego y si lo terminas, te daré algo de comer.

Pasa unas sogas por mis pies y por mis muñecas, atándolas a mi espalda. Estando boca abajo en el suelo, el dolor en el vientre se intensifica y lloro débilmente.

—Tienes que desatarte y comerás —dice, llevándose un bocado a la boca.

Con esfuerzo, logro ponerme de costado. A cada movimiento, la dureza de la soga lacera mis muñecas y tobillos, los quema y él ríe.

Él disfruta mi dolor y el único propósito de mi existencia es ser usada a su antojo, como un juguete.

Soy una muñeca.

Yo no quería ser una muñeca para Illumi, yo quería ser su familia.

Quería tener una familia. Damien volvió ese deseo algo imposible.

Descompuso mi cuerpo y se burló de ello.

Su risa. Se rio de mí, de mi dolor, de mis bebés que no nacieron.

Ríe ahora también y el miedo en mi estómago es devorado por la ira.

Ríe y la soga se desliza de mis manos, lubricadas en la sangre que el roce ha hecho brotar.

—Vaya, lo hiciste bastante bien —exclama cuando me he soltado por completo—, pero no fuiste lo suficientemente rápida y lo único que quedó fue esto.

Ríe cuando el hueso cae junto a mí y desesperada, me lanzo sobre él para comer los restos de carne que pudieran quedar. Mis dientes duelen de tanto roer y mi encía sangra, mientras él sigue riendo.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora