XL Expansión de la conciencia

349 52 57
                                    

Las palabras del mayordomo siguen resonando en mi cabeza, torturándome.

«Frágil».

«Vulnerable».

Así es como me veo.

Y es lo que a Illumi le gusta de mí.

¿Qué tan descabellado puede ser eso?

Tratándose de Illumi, nada. De hecho, cuando recién lo conocía creo que me dijo algo similar.

«Me gusta verte aterrada...»

¡¿Por qué no salí arrancando en ese momento?! Soy una idiota.

Debo haber estado muy desesperada por algo de afecto y atención como para aceptarlo a pesar de que su locura se asomaba sin tapujos.

O quizás fue por lo que dijo después.

«... pero no soporto que llores».

Suspiro, aferrando mi cabeza con desesperación. Todo estuvo allí desde el principio y preferí ignorarlo, preferí pensar como una ilusa, que algo bueno podría salir de toda esa mierda.

Y ahora pago las consecuencias. Creo que hasta me lo merezco por imbécil, por jugar con fuego, estoy quemándome lentamente cada día que pasa.

¿Qué haré ahora para no ahogarme en tanta ceniza?

~❁~

Veo a alguien asomándose por la ventana de la sala y le bajo el volumen a la música. Había estado tocando el timbre y ni cuenta me había dado.

Es Alicia. Regresó de su viaje de negocios y ha venido a visitarme.

—¿Qué es ese olor? Huele como... ¿Vainilla? —dice en cuanto entra.

—Sí, es incienso. Lo vende el terapeuta de control de impulsos ¿Te molesta?

—No, es sólo que... Está muy fuerte. —Arruga la nariz y decido abrir las ventanas, para airear el ambiente.

Su incomodidad es evidente, así que la llevo al patio y bebemos un refresco a la sombra. Es una tarde calurosa.

—Llegué hace un rato, pero te vi hablando con un hombre y no quise interrumpirte. ¿Alguna nueva conquista? —insinúa con diversión.

La miro horrorizada.

—¡No, claro que no! Era Marcelo, un colega. Vino a buscar algunas de mis pinturas y a traerme bastidores y otros materiales.

Ella asiente.

—Es bastante guapo —insiste, con una sonrisa coqueta.

—Sí, lo es, pero jamás se me ocurriría arruinar la excelente relación laboral que tenemos. Si quieres te lo presento.

Ella niega y da por olvidado el tema.

—Entonces te interrumpí mientras trabajabas. La música, el incienso ¿Era tu atmósfera de inspiración artística?

—Algo así —rio—. De hecho, buscaba relajarme y trabajar me ayuda a eso últimamente. Así puedo sacar todas estas imágenes y sensaciones que vienen a mi mente. Estoy preparando una exposición junto a mi colegas del taller —le cuento, rozando el pasto con los pies descalzos.

Esa sensación es magnífica. Podría estar haciéndolo todo el día. La idea me hace reír.

—Es bueno ver que estás mucho mejor que la última vez. Me alegro por ti, Libi.

—Gracias. Me siento muy tranquila en este momento. Creo que ese incienso resultó ser muy bueno. —Tengo un pequeño ataque de risa y Alicia me mira con extrañeza.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora