LXX El valor del dinero

336 41 105
                                    

La claridad del día me despierta, mis ojos hinchados pesan, pero mi cabeza se ha vuelto liviana. Al mismo tiempo que recuerdo que mi vida se fue a la mierda, veo a Illumi sentado a los pies de la cama.

Está vestido, con ropa distinta a la de ayer. Yo también estoy vestida y me alivio al saber que es la misma de ayer. Pensando en la ropa oigo que me da los buenos días.

—Creo que será mejor que hoy no vayas a tu trabajo —dice.

Yo no quiero esconderme, no he hecho nada malo.

—Marcelo me dijo lo mismo. Supongo que debería evitar la exposición por unos días.

Igual tengo miedo de lo que pueda pasar.

—Entonces harías bien en escuchar a tus amigos —sugiere y me cuesta creer que sea él quien diga aquello.

Ya se considera mi amigo.

Señor Klosse o quien quiera que seas, creo que Illumi Zoldyck te puso una aguja y te está controlando.

—Ven, vamos a desayunar con nuestra hija —dice cuando había vuelto a recostarme.

Es un ofrecimiento que no puedo rechazar. Le digo que me uniré a ellos luego de darme una ducha.

El momento de la mañana que paso bajo el agua es no sólo una instancia de limpieza física, sino mental. Son los minutos en que puedo reflexionar y purificar mis ideas, aclarar mis sentimientos y salir renovada. Ayer estaba devastada, perdida en la absoluta oscuridad, sin perspectivas de hallar la luz, desolada. Ahora me siento igual, pero saber que cuento con Illumi me da serenidad.

Tengo que hablar con Ariel, creo que por fin me he vuelto loca.

—¡Mami! ¡Mi mami hermosa! —saluda Espi cuando llego. Está particularmente feliz.

—Tú eres mucho más hermosa, ese peinado que llevas está precioso.

Tiene unas trenzas que parten de su sien y envuelven su cabello, que acaba en una trenza mayor, espigada y reluciente.

—Me lo hizo mi papi —cuenta con orgullo—. Tienes que dejar que él te peine también.

Ay, cariño. Todavía no somos tan amigos, pero así como vamos, muy pronto terminaremos haciéndonos trenzas mutuamente.

—Yo estaba preocupada porque mi papi no vino a dormir —comenta y suena como una pequeña controladora—, pero cuando llegó, él olía a ti, mami. Eso me hizo feliz —me abraza, sonriendo.

—Tal vez está usando mi perfume en secreto —le susurro, aterrizando sus expectativas.

Ella ríe tiernamente, cubriéndose la boca para que Illumi no nos oiga. Pronto él aparece y nos sentamos a comer. Una de las sirvientas ha preparado todo.

—¿Se le ofrece algo más, señora? —pregunta.

¡Señora!

Estuve a nada de ahogarme con el té. ¿Será que tendré que aterrizar las expectativas de todos aquí?

Niego, incómoda.

—¿Usted, amo Illumi?

Él también niega.

—¿Señorita Esperanza?

—No, Ana, gracias.

Bueno, si Espi es la señorita, entonces no debería preocuparme ser la señora. Siempre y cuando sea la señora Arenquett, porque mi apellido único no lo cambio.

Comemos en un agradable y reconfortante silencio. Podría acostumbrarme a comenzar la mañana así, con tanta paz, en compañía de mi familia.

Familia.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora