XC Día libre

318 43 22
                                    

Cerca del río había una cabaña. Allí, Karen y Hazar tenían ropa seca esperando por nosotros. Luego de cambiarnos, con Espi visitamos los alrededores. La parte de atrás daba a un muelle. Entre la hierba de la húmeda orilla, ella trapó una rana. Quería conservarla como mascota. Mis intentos por disuadirla sólo lograron su objetivo cuando comprendió que el departamento no sería el lugar adecuado para ella, que necesitaba un lugar grande y hermoso como el río.

Nadie debiera ser arrancado de su hogar y mantenido en cautiverio por motivos egoístas, nadie debiera ser prisionero de los deseos de alguien más.

Espi deja ir a la rana y la observamos hasta que desaparece en el agua. Luego se limpia las manos en la ropa y me sonríe. Al llegar frente a la casa, empieza a saltar y a croar. La miro sentada en las escalinatas que dan a la puerta. Así me gusta verla, jugando sin mayores preocupaciones, como una niña de su edad.

Me sobresalto al sentir una mano sobre mi hombro.

—Pasaremos la noche aquí —informa Illumi, sentándose junto a mí.

—¿Y si me niego?

—¿Por qué lo harías?

—Porque tengo responsabilidades.

—Tómalo como un descanso de la ciudad.

Eso se oye bien, pero me molesta que no me lo haya preguntado. Era un almuerzo fuera, no una noche fuera.

—¿No te gusta la ciudad? —le pregunto.

—No.

Aquello me sorprende. Jamás se me había ocurrido preguntárselo.

—¿Por qué?

—Es ruidosa, el aire es sucio y está llena de gente molesta.

Miro a Espi, que sigue brincando como rana y pienso que él también parece sacado de su hábitat, pero por voluntad propia en su caso. Desearía preguntarle por qué no se va si tanto detesta estar aquí, pero creo saber la respuesta. Y aunque se fuera, supongo que ya no hallaría su hogar en otro lado, tal y como los animales sometidos al cautiverio, tal como Espi y yo. Ya no hay otro lugar para nosotras y eso me asusta.

—Entonces ¿No quieres quedarte? —pregunta, poniéndome un mechón de cabello tras la oreja.

—Supongo que la tranquilidad de aquí me hará bien.

No he terminado de hablar cuando ya me ha abrazado. Me besa en la mejilla. Su nueva cercanía no me molesta, sólo se siente un poco extraña. No puedo dejar de pensar en Alicia cada vez que siento el calor de su cuerpo sobre mi piel. Me gustaba estar con Alicia.

La extraño.

Soy tan idiota.

Espi llega brincando y se lanza a nuestros brazos.

—Papi, quiero una mascota que pueda ser feliz en un departamento.

—Ninguna.

Ella suelta una risa llena de frustración.

—¿Un conejito?

—No.

—¿Un perrito?

—No.

—¿Un gatito?

—No.

Ella se lleva las manos a la cabeza en un gesto muy dramático.

—¡Mami, haz algo!

—Bebé, tener una mascota es una gran responsabilidad.

—¡Yo tengo 10 de 10 en responsabilidad! ¡Papi!

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora