XXII Promesa

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—Tu cabello es muy lindo, a mi Aniki le gusta mucho.

Creo que llevo tres días en el sótano o algo así. Eso es lo que mi estómago me dice.

Estimo que hace unas horas, empecé a oír la voz de Kalluto. Ahora también puedo verlo.

—Madre dice que las mascotas de Aniki tienen el cabello de ese color.

—Vete...

—Pero si no hablas con alguien, te volverás loca. A Aniki no le gustan las locas.

—Tu Aniki ya no me importa... Sólo quiero salir de aquí... Y si no puedes desatar mis manos, entonces no me sirves para nada.

Él se agacha junto a mí, acariciando mi cabello.

—Yo no puedo ayudarte, pero Aniki sí. Él vendrá, te lo prometo.

******

Con un grito desesperado desgarro el silencio mortal que me acompañaba. La intensa luz en la habitación me ciega por unos momentos y cuando mis ojos se acostumbran a ella, puedo ver perfectamente.

La sorpresa de estar de vuelta en mi habitación no me aturde, no tengo tiempo para pensar. Corro hasta el cuarto de Espi, sólo para confirmar que ella no está ahí, ni en ningún otro lugar de la casa.

Sería fácil creer que todo ha sido una pesadilla. No están las mantas que recuerdo haber dejado en las ventanas, la casa se ve limpia, estoy viva cuando tenía la certeza de la muerte encima y las heridas en mis manos han sido curadas.

Sin embargo, Espi no está.

Cargando un martillo, salgo de la casa y voy a la de "Alex". Rompo la ventana e ingreso. Registro el lugar, buscando cualquier cosa que pueda darme información de su paradero.

Hago un verdadero desastre porque estoy desesperada.

En su dormitorio, en uno de los cajones de su closet, encuentro ropa de niña. Sé que no es de su sobrina porque el infeliz no tiene ninguna sobrina. Sigo buscando y encuentro algo que me hace temblar las piernas. Es una prenda que conozco muy bien, porque yo se la compré a Espi.

No entiendo cómo las cosas terminaron de este modo, cómo pude ser tan ciega, tan estúpida; tan egoísta.

Mi llanto hace eco en la casa, mientras el sol se esconde, dejándome nuevamente en la oscuridad. Y a ella le siguen sus angustiantes sonidos. No quiero que me alcancen en este lugar asqueroso, así que me levanto para salir.

Al bajar por la escalera, me parece oír un llanto. Viene de las entrañas de la casa y tengo la certeza de que debe haber un sótano.

—¡¿Espi?! ¡Espi, háblame!

Un débil grito me guía hacia la cocina, específicamente a una alacena. Por el pequeño espacio que hay entre ella y la pared veo una puerta.

Empujo el mueble, que se veía más pesado de lo que resulta ser, y la puerta aparece frente a mí. Está abierta y tras ella hay una escalera, que se adentra a la oscuridad, hacia el estómago de una bestia.

Siento que vuelvo a estar al borde de un abismo y éste me devuelve la mirada, hambriento y seguro de su victoria.

—¿E-Espi?

Oigo un llanto y empiezo a descender a la oscuridad, temblando en cada paso. Toco las paredes hasta que encuentro un interruptor. La luz pálida que aparece me muestra algo inesperado.

El sótano está decorado y amoblado como una habitación infantil. Hay una pequeña cama en el lugar, con una colcha rosa repleta de coloridas flores y sobre ella, un juguete que conozco muy bien.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora