Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]

LII Variedades de tornillos

Ella está de pie frente a nosotros. El sensual quiebre de cadera la hace ver muy curvilínea, sobre todo con el tonificado muslo que se le asoma por el costado de la camisa, donde la tela es más corta.

Tal es mi aturdimiento que la batidora se me cae, rompiéndose contra el suelo, pero a nadie le importa. Toda la atención sigue siendo para ella.

Mi cuerpo tiembla y no sé si es por la impresión de saber que Illumi ha estado con ella, porque ella va vestida sólo con una camisa o por ver claramente sus pezones a través de la tela.

—¡Angelina, Angelina! ¡Voy a ser actriz!

Espi la llama por su nombre, la conoce. Eso sólo significa que episodios como éste son habituales.

Illumi tiene una novia.

¡Este debe ser el mejor día de mi vida!

Sin embargo, no me estoy riendo.

—¡Eso es magnífico, cariño! —exclama ella—. La primera actriz del teatro municipal es amiga mía. Podríamos llevarla a su escuela de teatro ¿Qué te parece, querido?

Illumi está en shock. Por unos segundos pienso que va a desmayarse, pero se recompone rápidamente y el brillo en sus ojos me pone los pelos de punta.

Está furioso.

Yendo hacia ella, la sujeta fuertemente del brazo para llevársela por donde vino.

—Illumi ¿Qué haces? Me lastimas.

A él no parecen importarle sus quejas.

—¡Papi, no te la lleves, no ha visto mi actuación! —protesta Espi, sujetando a la mujer de la camisa.

Rápidamente la cojo en brazos, sacándola de en medio. La mujer no parece tener intenciones de irse así nada más y empiezan a forcejear.

Abrazo a la niña con fuerza, para que no los vea, pero empiezan a discutir. Mi corazón late desenfrenadamente. Todos los recuerdos de mis discusiones con Illumi regresan y tengo un nudo en la garganta. El miedo empieza a devorarme y salgo corriendo hasta llegar al cuarto de Espi. Tranco la puerta con una silla y vuelvo a abrazar a mi hija, sentándome en la cama.

Illumi tiene una novia ¿La lastimará igual que a mí? No quiero pensar en eso, pero vi el modo violento en que la arrastró por el pasillo.

Oí sus gritos, que se siguen repitiendo en mi cabeza.

Hago los ejercicios de respiración, pero inevitablemente el llanto aparece.

—Mami ¿Qué te pasa? —Espi limpia mis lágrimas, haciendo pucheros.

Intenté ser fuerte por ti, bebé, pero sigo siendo débil. Sigo estando asustada.

—Rompí la batidora, cariño ¿Crees que Illumi se enfade mucho?

Ella me sonríe.

—Yo siempre rompo cosas, a mi papi no le importa.

Vuelvo a aferrarla, intentando calmarme. Ya no oigo los gritos. Debe habérsela llevado.

O matado.

Tan rápido es el latir de mi corazón que arde en mi pecho. Desearía estar en cualquier otro lugar, excepto aquí. Era una mañana tan feliz y me sentía tan tranquila, incluso con él mirándome de ese modo tan extraño. Ahora todo se arruinó.

La manilla de la puerta se gira y nos sobresaltamos. La silla impide que se abra.

—Libertad —llama Illumi desde fuera, con la voz serena.