LXXXIX Donde Libi quiere estar

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La puerta rechina cuando la abro. El aire se siente pesado, lleno de polvo, estancado. Me interno en la grisácea oscuridad de la casa abandonada y voy directo a las escaleras. Hazar se ha quedado afuera. Puede irse a la casa de Alicia o a la de Nick. Y no me extrañaría que la casa de Alex también fuera de Illumi ahora.

En mi habitación, el aire es más asfixiante aún. Abro ligeramente la ventana y el viento frío se cuela al instante. Dejo mi bolso en la mesita de noche y me dejo caer en la cama.

Esta sí es mi cama, en mi casa. Y descubrir que no se siente diferente a la que usaba en el edificio de Illumi o en casa de K es abrumador. Una presión en el pecho que me ahoga. Me incorporo y abro la ventana por completo, llenando mis pulmones del aliento de la noche. Los ojos de la casa de Nick se han abierto. Y me miran. Allí debe estar Hazar.

Hurgo hasta el fondo del clóset deseando no haber profanado uno de mis escondites. Entre unos zapatos, mis dedos tocan el suave cristal y vuelvo a la cama con mi botella. La cerveza no puede compararse al whisky.

Bebo hasta que me duele la garganta. Luego intento dormir en esta cama extraña. Esta era la casa de Libi y su familia. Esa familia ya no existe y creo que Libi tampoco. Debo pensar quién seré ahora, qué haré para darme ánimos y continuar adelante. Qué excusa inventaré cuando me he quedado sin ninguna.

Entre lentos parpadeos y la penumbra de la habitación, la puerta se abre y él entra sin hacer sonido alguno. Me observa, parado junto a la cama.

—Vete. Estoy ebria y vas a enfadarte.

Con el mismo silencio se recuesta junto a mí. No me quité los zapatos ni metí bajo las sábanas. El viento ha enfriado mi piel, me ha adormecido. Hasta mi corazón se siente congelado.

—Estoy ebria, pero fui yo quien se bebió el alcohol, no el alcohol a mí ¿Entiendes la diferencia?

—Tengo que confirmarlo.

Acorta la distancia hasta besarme, una vez más. No importa qué tan lejos esté, él intenta llegar a mí y ahora me busca con su lengua, me saborea.

—Estás ebria.

Se queda esperando. Espera por una risa que no llega.

—Tenías razón, algo me pasa y no sé qué es. Creo que me perdí en algún momento... Y siento que no volveré jamás, que me quedé congelada en el hielo. Quizás ahora soy tan insensible como tú.

Es él quien termina riendo. Acaricia mi rostro delicadamente, como Alicia hacía.

—Tú jamás podrías ser como yo, Libi, tú eres hermosa, la persona más maravillosa que he conocido ¿Crees que podría dejar que te perdieras? Yo te seguiría hasta el mismísimo infierno para traerte de regreso. Esto es temporal. Mañana tendrás una sesión con Ariel, almorzaremos fuera con nuestra hija y por la tarde te sentirás mejor.

No hay opción, tendré que esperar hasta la tarde entonces.

Él se levanta, cierra la ventana y me trae una polera que saca del clóset.

—Estás fría, métete a la cama. Es tarde y mañana tendrás resaca.

Hasta eso ha planificado el muy controlador.

Lanzo mis ropas lejos y me deslizo bajo las sábanas, usando la polera que me ha hado. Recoge mis prendas, dejándolas sobre el sillón y no tardo en sentirlo junto a mí. Sus brazos me rodean y acurrucan. Su calidez es suave, reconfortante, pero yo estoy tan lejos que no puedo disfrutarla.

Libi ya no tiene a Libi, pero Illumi siempre viene. ¿Será la piedad de la vida quien se empeña en traerlo una y otra vez junto a mí?

~❁~

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora