LXXVI Vitamina K

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Narra Lucy

Voy temprano a casa de K para enterarme de cómo pasó Libi la noche. Lejos de la influencia opresora de Illumi, ella debería mejorar y reponerse de todo lo que ocurre.

Libi no está en su cuarto. Mi bomboncito tampoco está en su oficina. ¿Habrán ido a alguna parte?

Pienso en ir a buscarlos al piso de abajo cuando unos sospechosos sonidos me llegan desde el pasillo, cerca del ascensor. Me asomo furtivamente y los veo aparecer: cabellos revueltos, ropas sudadas, jadeantes, exhaustos. Libi apenas y logra mantenerse en pie.

—¿Estás bien? —le pregunta K, rodeándola de la cintura.

—Lo estaré —jadea Libi—. Nunca antes me habían dado tan duro.

¡Santo Dios!

Me aparezco frente a ellos en ese preciso instante, dedicándole a Libi mi mirada especial espanta zorras. Ella se aparta de K, temblando.

—Lucy... No es... No es lo que piensas —asegura, con una palidez cadavérica.

Avanzo hacia ellos, manos en la cintura y expresión furiosa de mujer engañada.

—Más les vale, porque si se atrevieran a follar sin invitarme, nunca se los perdonaría —los abrazo, estallando en risas.

K rueda los ojos y Libi está sonrojada a más no poder.

—Ahora tendré la cabeza llena de fantasías sucias de ustedes dos juntos —les digo, sin dejar de reír.

Y me corrijo, Libi sí puede estar más sonrojada. Ella se aparta, llevándose su extenuado cuerpo a su habitación.

—¿Dejaste algo de energía para mí? —susurro sobre los labios de K, con mi voz más seductora.

—Tengo una reserva especial para ti —asegura, alzándome hasta su cadera.

Antes habría terminado con lumbago por tal osadía y no hubiéramos avanzado ni medio pasillo. Ahora se ha puesto fuerte... y más sexy. Llegamos hasta su habitación, dejándonos caer en la cama. Me besa, entre caricias demandantes y expertas.

Mi dulce y tierna bestia está hambrienta.

—Tu cabello es tan rojo como el de Libi, deberías dejarlo crecer —ronroneo en su oído, frotando su ardiente y corta cabellera.

—No me hace gracia —masculla, antes de succionar fuertemente la piel de mi hombro.

Me encanta cuando mi inocente K se comporta como un chico rudo.

—Y a ella tampoco creo que le haga gracia. Claramente no es desinhibida como tú. Tiene aprensiones respecto a su cuerpo, falta de confianza en sí misma y en los hombres. El sexo obviamente debe ser un tema problemático y cuando por fin tiene la confianza para hacer una broma, tú vas y la espantas.

—Siempre me sorprendes con tus talentos. Unas cuantas horas en el gimnasio y ya tienes un perfil psicológico completo sobre ella —me burlo.

—Hablo en serio —recalca, apartándose hasta quedar sentado a horcajadas sobre mi cadera.

Su torso luce magnífico bajo esa polera ajustada y húmeda.

Y yo sin desayunar.

—Lo sé, K. Conozco a Libi mejor que nadie y mi comentario sólo la avergonzó un poco, nada más. Ella me conoce y sabe qué esperar de mí. Si supieras todas las veces que le he declarado mi amor, pero siempre me ignora. Por eso no me queda otra que conformarme contigo —acaricio sus bien formados pectorales, atrayéndolo de los pezones.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora