XXV Visitas indeseadas

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—¡Quiero ver a mi hija ahora! —le grito.

Mi visita no le hace ninguna gracia. Ahora sabe como se siente.

—¿Cómo conseguiste la dirección?

—¡Que mierda importa! Al menos toqué el puto timbre ¿Cuántas veces te metiste en mi casa sin permiso?

—Debió ser la policía, son ineptos igual que en mi mundo.

—¡¿Dónde está Espi?!

Avanzo hacia un pasillo, pero me sujeta del brazo.

—Estás rompiendo todas las reglas: viniste aquí sin invitación, has bebido y estás haciendo un escándalo. Así no verás a Espi nunca.

Dejo de forcejear.

—Illumi, por favor... es mi hija. Haré lo que quieras, pero déjala ir... Yo... yo estoy dispuesta a irme contigo, pero deja ir a Espi a un lugar seguro.

Él me suelta, apartándose.

—Ya te dije que no vine por ti, Libertad. Tú no me interesas.

Está mintiendo, lo sé.

—Madre tenía razón. Lo que sentí por ti nunca fue amor, sólo una obsesión pasajera producto de estrés post traumático. Ahora ya estoy bien y puedo ver lo que eres en realidad.

Quiere herirme, pero debo resistir, por Espi.

—Eres una mujer débil, insegura y dependiente.

Avanza hacia mí y retrocedo, con mi corazón agitándose violentamente.

—Eres una alcohólica que sólo me trajo problemas. Apenas y puedes cuidar de ti misma, mucho menos podrías hacerlo con una niña. ¿Por qué querría estar con alguien así?

Inevitablemente, sus duras palabras caen como golpes sobre mí. Se acerca aún más, acorralándome contra la pared y no dejo de temblar. Su aroma es tal y como lo recordaba. Me provoca náuseas.

—¿Por qué querría estar con una mujer que lleva escrito en su cuerpo el nombre de otro hombre? —susurra en mi oído.

Lo empujo para salir corriendo de allí.
Corro hasta subir a mi auto y piso el acelerador a fondo. Sus palabras siguen resonando en mi cabeza, como el retumbar de un taladro que perfora mi razón.

Fue un error venir. Él jamás me dejará ver a Espi. Él quiere vengarse y no parará hasta acabar conmigo. Y yo no sé qué hacer para detenerlo.

No hay armas que pueda usar en su contra y no hay modo de negociar con él...

Estoy perdida.

Al llegar a casa, hay un lujoso auto estacionado.

—¿Lu-Lucy?

Ella ha regresado.

Corro a sus brazos y sigo llorando. Lo he estado haciendo desde que dejé la casa de Illumi.

Su rostro se desfigura cuando le cuento que él regresó, pero la cosa empeora cuando se entera de lo de Espi.

—¡¿Ese hijo de puta nunca te dejará en paz?! ¡Maldición! Está jugando contigo, lo sabes, pero no ganará esta vez, no señor. Ahora yo estoy aquí.

Narra Illumi

Ahora por fin podré descansar. Los gritos de Libertad me causan jaqueca.

—Amo Illumi, disculpe. Alguien lo busca.

No puede ser.

—¿Es la misma mujer de antes?

—No, señor. Es otra.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora