LXXXVIII ¿Dónde está Libi?

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Suavidad. Eso es lo que siento cuando mi cuerpo se despierta bajo las sábanas. Le sigue un indescriptible relajo. He dormido de maravillas y todo gracias a mi bebé. Sin desear despertarme del todo, estiro el brazo para aferrarla. Palpo el colchón y no la encuentro.

Me incorporo de golpe. Ya no estoy en su habitación, sino en la mía. En la que ocupo en el departamento del piso diez, no la mía.

No la mía. Ya ni siquiera recuerdo cómo era la mía.

La puerta se abre. Illumi entra despreocupadamente.

—¿Por qué estoy en esta habitación?

—Espi quería de regreso su cama y no iba a llevarte a la mía como ella sugirió.

Como si eso pudiera ser posible. Ella jamás diría tal cosa.

—¿Dónde dormiste tú?

El infeliz todavía lleva puesto su pijama y la ira se acumula en mi vientre.

—En una cama.

Cretino. Detesto cuando se hace el idiota. Camina hacia la ventana y abre las cortinas. La habitación se ilumina al instante. Es extraño recibir tanta luz por la mañana cuando llevas la vida de un topo.

—¿En cuál?

Dirige su mirada inexpresiva hacia la mía y me muerdo la lengua para no gritarle todo lo que se merece. Mi nariz empezará a sangrar otra vez.

—¿Y eso te parece correcto?

Estoy invocando a mi buda interior, sentado frente a una laguna, perfumada a flores de loto.

—Yo sólo te traje, tú te aferraste a mí. No quise despertarte porque estabas cansada.

Sólo me queda reír. Puto desquiciado.

Por mucho que lo desees, tus mentiras no se harán realidad.

—No hagas cosas conmigo cuando estoy dormida.

Me ve con interés, sentándose muy cerca de mí.

—¿Qué crees que te hice?

Sigo con mi ropa de ayer, eso es bueno.

—Ni siquiera quiero pensar en eso.

—Será mejor así. Sueles pensar lo peor de todo el mundo.

Quiero responderle algo, pero no puedo.

—Vamos a desayunar con nuestra hija, Frank llegará a las diez.

Me levanto en cuanto deja la habitación. Este día se me hará muy largo.

El desayuno es tranquilo. Espi parece particularmente feliz y me lo tomo con cautela. La estupidez que dijo Illumi sigue dando vueltas en mi cabeza. No me extrañaría que hubiese sentido mi perfume en él cuando llegó por la mañana.

—Mami, voy a actuar en una obra.

—¿De verdad?

Ella asiente y sus ojitos brillan.

—Asiste a un taller de teatro dos veces por semana —dice Illumi.

La felicito, abrazándola. Me sorprende gratamente que él la apoye en eso. Y pensar que todo comenzó con el juego de las pelucas. Y ahora ella estará sobre un escenario. Me pregunto por qué no me lo contó cuando hablábamos por teléfono.

—Papi, mami, con su permiso, tengo cosas que hacer —dice ella al terminar, levantándose de la mesa.

—Es muy formal —comento cuando ya se ha ido.

Vidas cruzadas: redención [Illumi Zoldyck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora