Capítulo 86

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NARRA MACARENA

Ya me sorprendía cuanta calma y felicidad había tenido en estos días como para creer que fuera así por siempre. Mis padres volvieron a aparecer intentando contactarme por teléfono, pero sin ánimos de seguir discutiendo con ellos, todas sus llamadas las derivaba al buzón de voz. No quería saber nada de ellos después de lo ocurrido en la cena. Los conocía y sabía que no cambiarían de parecer, así es que no había más de que hablar con ellos.

Vaya paradoja, tío. Recuerdo que de pequeña siempre buscaba estar cerca a ellos. Los buscaba por toda la casa y cuando no los encontraba, le pedía a mi niñera que me llevase a sus oficinas de trabajo o a donde ellos supieran que podrían estar, inclusive ingresaba a su dormitorio para dormir con ellos, pero siempre recibía una negativa por parte de ambos. Siempre era lo mismo; que estaban demasiado ocupados en su trabajo, con eventos sociales e inclusive en algunas oportunidades me decían que debía dejarlos de buscar porque ya era una niña grande, que debía ser consciente de mi comportamiento engreído ante la constante insistencia por estar con ellos... Pero yo sólo era una niña de cinco años.

A medida que fui creciendo, comprendí que ellos nunca se preocuparon por mí como unos verdaderos padres lo harían. Fue entonces que toda esa falta de aprecio la busqué en otras partes, en mis amigos, tenía infinidad de amigos cuando vivía en Londres. Algunos buenos y otros malos, de los que sólo estaban contigo para las fiestas y todo lo que implique "diversión". A pesar de haberme alejado de mis padres, como al parecer lo querían, para entonces fueron ellos quienes ahora enfocaban su atención en mí. Mi estilo de vida no era para nada de su agrado, buscaban que dejase toda esa mala vida nocturna y muchas veces de día. Aunque en este punto tenían razón, pero ellos no lo hacían en búsqueda de mi bien, sino del suyo. Por esa imagen que decían tener que cuidar.

Cada vez que hacía algo considerado malo para ellos, allí estaban, detrás mío persiguiéndome como si de unos cazadores acechando a su presa se tratase. Me ponían seguridad las veinticuatro horas para que me siguieran a todas partes, algo fue no tuvo el éxito esperado, ya que muchas veces lograba perderme de la vista de esos maniquíes.

Tal vez en el pasado hubiera huido como de costumbre, como lo que me hizo llegar hasta Madrid, pero esta vez no lo haría, sabía que mis padres insistirían y con ello llegaría el momento de afrontarlos como nunca antes lo había hecho, porque de Zulema no me separarían.

Hablando de la morena, me había citado en un restaurante que parecía ser demasiado privado, como solían ser los lugares a los que últimamente frecuentábamos. La diferencia era que hoy estaba reservado totalmente para nosotras, Zulema había movido sus influencias para que cerraran el local por nosotras.

- Rubia.- me sorprendió por detrás.- ¿Cómo estuvo tu día?

- Amor, bien. ¿Y el tuyo?

- Podría decirse que casi perfecto.

- ¿Por qué estamos aquí? Solo salimos a este tipo de lugares públicos en ocasiones especiales y no sabía que este día lo era.

- Pues por supuesto que lo es rubia.- me sonrió.- Disfruta de la última vez que tendrás un local absolutamente sólo para ti que a partir de la próxima semana ya no lo habrán más.

- ¿A qué te refieres?

- ¿Acaso ya lo olvidaste rubia tonta?

- ¡Mira, eh!

- Vale, me disculpo, ya. Bueno, a lo que iba. La junta de socios ha votado a favor, ¡nos han apoyado!

- ¡No lo creo! Lo siento, amor, lo había olvidado por completo.- la acerqué a mí para darle un enorme beso de la felicidad por escuchar aquello.- Disculpa mi desorientación del momento. Vaya, estoy que no lo creo.

Bajo hipnosis (Zurena AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora