Capítulo 32

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NARRA MACARENA

Sentir los labios de Zulema era como disfrutar del mejor sabor que mi paladar pudiera probar. La morena besaba como los mil demonios. Me encontraba hipnotizada por cada movimiento de sus labios junto a los míos. Queriendo probar más, si era posible hacerlo tras lo que ya tenía, uní a mi lengua en aquel apasionado baile. Fue entonces que di rienda suelta a todos mis instintos, cada mínimo movimiento era detectado al momento.
Sentí las manos de la pelinegra en mi cintura, para llevarme con ella a donde fuera que quisiera. No sabía hacia donde nos dirigíamos, solo me concentrada en no perder aquella conexión que me permitía olvidar de todo lo que pasase a mi alrededor.

Por un breve momento me vi separada de Zulema, cuando posó sus manos en mi trasero y me levantó repentinamente para sentarme en lo que suponía era una mesa. Miré directamente a aquellos ojos oscuros que con un brillo particular me invitaban a seguir yendo más allá de esa línea roja que día a día nos encontrábamos cruzando. Como pocas veces, la vi sonreír, pero en esta ocasión era distinto. Su sonrisa era transparente, pura, sin burlas ni arrogancias. Solo sonreía, tal vez por el impulso de la locura que nos arrasaba en este momento. Me vi contagiada en ella y empecé a sonreír como tonta. Antes de romper aquella conexión de mirarás formidable, ambas juntamos nuestras frentes, la una con la otra, y aun sonriendo, dimos un último respiro para continuar con nuestra guerra de besos.

Todo era tacto y sensaciones, pero esta vez multiplicando por mil. Los movimientos eran mucho más intensos. Zulema levantó los bordes de mi blusa e introdujo ambas manos dentro de esta. Sentí su toque suave y delicado al contorno de mi cuerpo, me tocaba como si se tratara de un artista que pincelaba el borde de aquel retrato que dibujaba. Sus movimientos se detuvieron cuando llegó a la curva inferior de mis senos, abrí levemente los ojos y la pude ver mirándome boca arriba con la duda y temor reflejado en su rostro. No sabía en qué momento su boca había abandonado la mía, pero sin importar, estiré mi mano hasta su cabello y la jalé hacia mí, uniendo nuevamente nuestros labios. No pasó mucho tiempo cuando la mujer levantó mi brazier para reemplazarlo por sus esbeltas manos. Aquel acto me había tomado por desprevenida, no podía dudarlo, pero no tuve mayor tiempo para reaccionar, cuando Zulema empezó a hacer círculos al contorno de mis pezones. Fue ahí, cuando empecé a sentir un leve palpitar en mi zona baja, nunca antes lo había sentido de aquella manera. Ni si quiera estaba del todo segura que aquello guarde relación con lo que la morena hacía o si era un simple acto de mi imaginación.
Por supuesto que había llevado algunos breves temas de sexología en la escuela, pero muy breves. Me eduqué en un colegio católico donde te enseñaban básicamente lo necesario, el reproductor masculino y el femenino, pero mírenme ahora, estando en lo que según mis profesores era... un momento de exitación con una mujer. Regresé al presente cuando sentí un leve apretón en uno de mis senos. La morena me iba a terminar por llevar a la locura, cada acto que cometía era una nueva perdición para mí. Sentí sus labios húmedos bajar hacia mi cuello, mientras tomaba uno de mis pezones con sus dedos y lo estiraba. Volví a besarla para poder callar lo que quería salir de entre mis labios.
Noté que su otra mano había descendido hasta el elástico de mi pantalón. Mientras daba otro estirón al mismo pezón, no sabía en cuál de todos  sus movimientos concentrarme, pero al sentir que aquella mano que había descendido por mi cuerpo, hacía una fuerte presión en mi zona íntima, por sobre la tela de mi trusa, inevitablemente solté un fuerte gemido que me hizo separarme de la pelinegra y alejarla. Había llegado demasiado lejos.

- Habíamos...- traté de hablar con la voz entrecortada, acomodándome mi ropa.- habíamos quedado que cada una respetaría el tiempo de la otra.

Ella parecía estar igual que yo, luchando por reunir todo el aire posible que se nos había ido, para poder hablar.

- Me estás apresurando, Zulema.- me bajé de la mesa.- No estaba en mis cinco sentidos. Tengo que irme.

- Pero... ¿y tú a qué te crees que has venido?.- la escuché hablar por primera vez en mucho rato.- Me parece que ambas sabíamos a lo que íbamos con todo este rollo de los encuentros a escondidas.

Bajo hipnosis (Zurena AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora