Capítulo 111

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NARRA MACARENA

Llegamos a casa sin pronunciar alguna palabra, seguro que nuestras expresiones serían capaces de reflejar cómo es que nos sentíamos por dentro.
Más allá que Zulema haya ganado, según decía un papel, Helena había sido la verdadera beneficiada en todo esto.

El abogado de Zulema quiso reunirse con ella para conversar sobre algunas posibles acciones al respecto, tal vez existía alguna mínima oportunidad para hacer que Helena pagase por el mal que había hecho, pero mi morena esquivó la conversación dirigiéndose al auto a esperar hasta que Saray y yo la alcanzásemos.

Los días siguientes no fueron tan distintos a este, con la excepción de que conversábamos de temas más animados, como los estudios de Román, pero nunca sobre este tema del juicio. Aunque de igual manera, sabía que Zulema ya había aceptado algunas de las ideas del abogado para continuar con un nuevo proceso, por lo que se encontraba armando una nueva apelación ante una instancia superior para que al menos Helena pagara una parte de todo lo malo que había hecho. Los abogados le dijeron que habían posibilidades de hacerlo y que esta vez todo saliera a su favor, pero mi morena no podía más con la impaciencia, y la comprendía, ella al igual que yo, moríamos por evitar ver cuánto más el rostro de esa mujer y sobre todo queríamos verla pagando una condena.

Por mi parte, no sabía cómo sentirme tras haber visto a mis padres de aquella manera tan lamentable como los vi cuando un grupo de policías se los llevó enmarocados a lo que sería su destino por los próximos quince años, quince. Creo que después de haber hecho lo que hicieron y de llegar a mentir de esa manera tan cruel, sobre todo mi madre, me hacía ver que a pesar de vivir esta situación, al llegar el día que pudieran recobrar su libertad, nada habría cambiado para ellos, serían los mismo de siempre, con la única excepción que ahora sí se encontrarían solos. Nadie de su círculo de amistades hipócritas les volvería a hablar tras enterarse de su condena, y mucho menos yo, ni aunque me rogaran porque los visite, sería capaz de hacerlo. Llegarían a la vejez de la peor manera en la que el ser humano lo podía hacer, solos y sin un afecto sincero.

Alguna vez me dijeron que cuanto menos piensas en un por qué, el tiempo pasa y las cosas suceden. Pues así mismo había sucedido, ya estaba siendo medio mes desde el día del juicio y al parecer Zulema se encontraba mucho mejor. Iba a trabajar, salíamos a almorzar o cenar juntas, empezábamos a rehacer nuestra vida de la manera más tranquila posible, aún así la morena sin olvidarse de su anhelo por hundir en la cárcel a esa mujer que tanto odiábamos.

Ahora nos veíamos un poco más seguido, ya que desde hace una semana pasada me había unido al equipo de Zahir Firm. Aún no sabía si sería algo temporal, pues a pesar de no tener grandes posibilidades de ganar aquel programa de beneficio del Gobierno, mantenía una pequeña esperanza en que todo saliera bien y me eligieran como una de las ganadoras.

Zulema sabía que todos los días en algún momento del día me ponía a pensar en ello, pero la morena prefería evitar el tema, ya que aunque contara con su apoyo, no había mejor decisión para ella que el que eligiera quedarme a su lado trabajando en su empresa.

- Rubia, ¿en qué piensas?

- Nada; vale en lo mismo de casi siempre.

- Tranquila, aún no salen los resultados y si no es lo esperado.- Se acercó a abrazarme por la cintura.- igual tendrás miles de lugares donde te recibirán con los brazos abiertos al leer ese magnífico expediente académico que tienes.

- Y seguro que también por ser la novia de Zulema Zahir.- bromeé.

- Sí, claro, por eso también.

- Jajaja no seas graciosa Zulema. La cena ha estado deliciosa.

- Me alegro, porque he adquirido la tercera parte de las acciones de ese restaurant.

Bajo hipnosis (Zurena AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora